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La lección de Putin

La Razón
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Putin no es un político con demasiada buena prensa en España. Las razones son diversas. Por parte de la izquierda, nunca le van a perdonar que, en lugar de apuntalar el viejo sistema comunista, optara por lanzarse, con mayor o menor éxito, con mayor o menor perfección, hacia la implantación de un sistema capitalista. Como además Putin se permite reivindicar el pasado ruso sin hacer diferencias entre buenos y malos -debe pensar que tan rusos eran los soldados que combatieron a Carlos XII de Suecia, a Federico II de Prusia, a Napoleón o a Hitler- e incluso no tiene problema alguno en acudir a la iglesia para ciertas ceremonias y manifestar su respeto hacia personajes como un patriarca o el odiado Solzhenitsyn, para la progresía resulta alguien verdaderamente abominable. Sin embargo, tampoco cuenta con demasiadas simpatías entre la derecha. Ciertamente, Aznar siempre lo ha visto con respeto y ha realizado comentarios elogiosos sobre él, pero muchos -por ignorancia o por pereza- se empeñan en identificarlo con la antigua Unión Soviética e incluso problemas como los de Abjasia insisten en interpretarlos -malinterpretarlos más bien- en clave de la «guerra fría». Rusia no tiene ciertamente un régimen homologable a los de Europa occidental o Norteamérica y Putin no es completamente equiparable a los dirigentes occidentales. Sin embargo, periódicamente, da muestras de una sensatez y un sentido común encomiables. Sobre el terrorismo, a Putin le escuchamos decir algo que millones de personas piensan -«con los terroristas no se negocia. Se los destruye»- precisamente cuando ZP enviaba a sus emisarios a pactar con miembros de la banda terrorista ETA. No se trató de un episodio de lucidez excepcional y pasajera. Hace apenas unas horas, Putin emitía unas opiniones bien notables sobre la actual crisis económica y los remedios que se están arbitrando para combatirla. En contra de la opinión de Obama, Gordon Brown o ZP, Putin señalaba que la solución no estaba ni en el keynesianismo ni en el socialismo. No sólo eso. Además argüía la experiencia -bien trágica- de Rusia como ejemplo de la veracidad de su aserto. Si el Estado opta por el intervencionismo y pretende convertirse en el eje de la recuperación, lo único que se conseguirá será retrasar la salida de la crisis. Estoy convencido de que semejantes palabras sabrán a cuerno quemado a los acólitos de ZP, que hace un par de días calificaba de «neoconservador» al socialista que propuso como gobernador del Banco de España. Seguramente tampoco agradarán a ciertos sectores de la derecha que creen en el proteccionismo y la intervención estatal. Sin embargo, Putin tiene razón. Y no sólo es porque coincida con un reciente manifiesto del Cato Institute firmado por doscientos prestigiosos economistas entre los que se encuentran varios Premios Nobel serios, es decir, no como Saramago. No. Putin se apoya en algo todavía más sólido. La experiencia de Rusia, una gran nación que sufrió decenas de millones de muertos y su ruina económica bajo el primer estado socialista de la Historia. Aquel ente se había autoerigido en el Salvador y logró con su GULAG y sus planes económicos matar de hambre a millones, eliminar a no menos y despilfarrar riquezas naturales sin cuento para luego conducir a un callejón aparentemente sin salida a los supervivientes. Si bien se mira, pocos argumentos pueden ser más contundentes.