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Lo saben

La Razón
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Seguramente, los lectores habrán tenido ocasión de verlo en más de una película. El policía o detective de turno busca con terca constancia al culpable de un asesinato. Uno tras otro, los sospechosos son descartados porque sus coartadas los eximen de culpa y entonces, un personaje en el que se supone que podíamos confiar dice que los zapatos de ante del muerto debieron quedar muy estropeados cuando lo arrojaron al pantano. El policía o detective de turno comprende en ese momento que quien acaba de hablar es el culpable porque nadie, absolutamente nadie, sabía que el difunto llevaba zapatos de ante. He tenido esa misma sensación en las últimas semanas al contemplar como gente del PSOE y de IU así como sus terminales mediáticas decidían presentar al doctor Montes en un héroe. Por supuesto, no abrigo ninguna duda de que la ministra Salgado captó lo que había porque ordenó que se investigaran las sedaciones irregulares del Severo Ochoa. Tampoco pienso otra cosa del socialista Rafael Simancas, que describió lo que sucedía en el hospital de Leganés como «eutanasia activa continuada», eso sí, sólo hasta que alguien le informó de que el doctor Montes era cercano al partido. Sin embargo, tenía mis dudas con otros personajes. Por ejemplo, que un fracasado presentador televisivo defendiera a Montes podía ser una mera muestra de supino desconocimiento de la realidad. No está bien, pero ¿quién se atrevería a decir que era culpable en vez de inocente? Y que cantantes que antaño tuvieron éxito – por cierto, uno de ellos autor de una conmovedora canción dedicada a Franco– organizaran un festival en pro del médico de marras no pasaba de ser un colosal disparate, pero conocido su nivel intelectual tampoco sorprende. Sin embargo, en las últimas horas he llegado a la conclusión de que mi juicio era excesivamente benévolo. Ellos –como el asesino que conocía del detalle de los zapatos de ante– lo saben. Saben lo que hacía realmente Montes. Me di cuenta de ello cuando una señora de apariencia octogenaria escribió en su columna que a Esperanza Aguirre había que sedarla en el Severo Ochoa y no me quedó duda alguna cuando un escritor publicó en un conocido periódico un artículo dedicado al doctor Montes explicando cómo había pasaportado a su madre –¡a su madre!– al otro mundo. Lo saben. Saben que aquí no se ha tratado nunca de los cuidados paliativos –que nunca se administran en urgencias– ni tampoco de un ataque a la sanidad pública, siquiera porque la Comunidad de Madrid ha inaugurado en este año más hospitales que el resto de España sumada. Saben que el informe de Colegio de Médicos de Madrid habría expulsado de la profesión a Montes en cualquier nación civilizada. Saben que Montes daba muerte a gente que pasaba por sus manos en urgencias –de ahí el deseo de aplicar esa misma suerte a Esperanza Aguirre– y saben que el apoyo político nace del deseo de que el día de mañana sea legal deshacernos de enfermos y ancianos a voluntad –de ahí la dedicatoria del que decidió ayudar a su madre a pasar al otro mundo–. Ésa es la cuestión. Digan lo que digan, lo saben, y nosotros sabemos también que, como el hombre que conocía el detalle de los zapatos de ante, son culpables de despreciar inhumanamente la vida de sus semejantes.