Hamburgo

Los genios no existen: una nueva teoría sobre las razones del éxito

Los genios no existen una nueva teoría sobre las razones del éxito
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Amediados de los 80, el psicólogo Roger Barnsley detectó un curioso fenómeno en la liga de hockey de Canadá: la inmensa mayoría de los jugadores cumplía años entre enero y marzo. Intrigado por este dato, analizó decenas de deportes y alcanzó una conclusión similar: casi todos tenían meses «mágicos» que producían muchas más estrellas que los demás. Y este dato le tuvo perplejo durante años: ¿no habíamos quedado en que el deporte es una meritocracia en la que prima el talento por encima de todo? En realidad, la explicación era sorprendentemente sencilla. En el hockey canadiense, los equipos infantiles se forman con chavales nacidos en el mismo año. El sistema da ventaja a los nacidos en enero, más grandes y fuertes que los de diciembre. Por eso juegan en el equipo titular, reciben más atención de los entrenadores, desarrollan su autoestima... Y, con el paso del tiempo, se convierten en mejores jugadores, sea cual sea su talento de partida. Esta anécdota picó la curiosidad de Malcolm Gladwell, uno de los ensayistas más influyentes del planeta. Desde pequeño, le intrigaba un enigma: ¿qué hace que alguien sea el mejor del mundo en su profesión? Y, aunque se han escrito infinitos libros sobre el tema, ninguno le convencía del todo. «Me parece que estamos demasiado obsesionados por los casos individuales», asegura por correo electrónico. «Cuando nos topamos con Bill Gates, nos decimos: ¿Es muy listo¿ o ¿es muy ambicioso¿. Pero yo tengo amigos que son muy listos y muy ambiciosos, y no son la persona más rica del mundo. Tiene que haber algo más». Un cóctel complejo Frustrado por esta falta de argumentos convincentes, Gladwell se puso a investigar. Y el resultado es «Outliers» (en castellano, «Fueras de serie»), un heterodoxo estudio del éxito que, tras arrasar en medio mundo, acaba de llegar a las librerías españolas (Editorial Taurus). Su tesis es sencilla: que nuestra idea del «genio» que arrasa a golpe de talento es un fraude. Y que el éxito es un complejo cóctel de suerte, trabajo y privilegios sociales. «Nadie triunfa por sí solo: ni las estrellas del rock, ni los atletas profesionales, ni los magnates informáticos», escribe. Sólo un ejemplo de un «outlier» de manual. La biografía oficial de Bill Gates es conocidísima: un niño prodigio que se aburre de Harvard decide montar una empresa y, gracias a su arrolladora inteligencia, conquista el mundo de la informática. Sin embargo, esta versión de los hechos ignora datos cruciales que Gladwell desmenuza en su libro. Por ejemplo, el instituto de Gates fue de los primeros del mundo en contar con un ordenador. Y, desde ese momento, el futuro dueño de Microsoft se pasó las noches en la sala informática. Así, el joven Bill adquirió una ventaja similar a la de los jugadores de hockey que nacen en enero. La cosa no acaba ahí. Igual que las estrellas de ese deporte cumplen años en invierno, los nacimientos de los principales magnates de Silicon Valley se concentran en apenas tres años: entre 1953 y 1956. La lista es apabullante: Paul Allen, Steve Jobs, Eric Schmidt, Bill Joy, el propio Gates... Y, de nuevo, la explicación es sencillísima: los nacidos en esas fechas tenían 20 o 21 años en enero de 1975, cuando se lanzó el Altair 8800, el germen de los ordenadores personales. «Si naciste antes, ya tenías un trabajo en IBM, una mujer y dos hijos, así que no tenías tiempo para experimentos», opina Gladwell. «Si naciste después, todavía estabas en el instituto. Sólo los que nacieron en el momento idóneo estaban en condiciones de exprimir la revolución informática». Lo mismo ocurre con Barack Obama. Nadie duda de que es un genio político de primer orden. Sin embargo, Gladwell cree que jamás habría llegado a presidente si hubiera nacido una década antes. «En esa época, la única forma de recaudar fondos era cortejar a donantes poderosos», asegura. «Pero él era un ¿outsider¿, no tenía contactos y no le conocía nadie. Sólo pudo triunfar porque fue el primer candidato en usar internet como una herramienta para recaudar dinero. Obama es un producto de la era de internet». Desde esta perspectiva, parece que el éxito es una mera cuestión de casualidades acumuladas. Sin embargo, Gladwell asegura que la fortuna sólo arraiga en las vidas de quienes trabajan duro. Es su «regla de las 10.000 horas»: el tiempo que resulta imprescindible para dominar cualquier disciplina compleja. De Mozart a Bobby Fischer, los principales «genios» de la historia pagaron este peaje antes de producir sus mejores obras. «Es un dato basado en numerosos estudios científicos y que resulta válido en los campos más diversos», asegura. «En realidad, un golpe de suerte consiste en que te den la oportunidad de practicar y practicar hasta que te conviertes en el mejor». Ni siquiera los artistas más talentosos se libran de este trance. Una muestra son los Beatles: un grupo más hasta que, en 1960, les invitaron a tocar en Hamburgo. En apenas año y medio, actuaron allí 270 noches y sus recitales duraban hasta ocho horas. Así, pulieron su técnica y, cuando les llegó el éxito en 1964, tenían el directo más potente de su generación. «La experiencia de Hamburgo les distinguió de sus compañeros de generación», escribe. El manual de la crisis Los críticos de los libros de Gladwell aseguran que su pasión por las anécdotas sorprendentes le lleva a trazar conclusiones apresuradas. No obstante, nadie niega su talento para condensar el sentir de una época en un puñado de páginas, como ya hizo en su exitazo sobre las epidemias sociales «The Tipping Point», un «best-seller» en decenas de países. Y lo ha vuelto a conseguir con «Outliers»: su reinvención del concepto de éxito encaja a la perfección con la crisis que padecemos. Hasta ahora, la idea dominante en Wall Street era que los individuos eran los responsables de su propia fortuna. Esta tesis llevó al culto a los «amos del universo» y a sus salarios anuales de 200 millones de dólares. Ahora se ha demostrado la falsedad de este enfoque y la gente es más receptiva que nunca a argumentos alternativos. «Los ¿brokers¿ son inteligentes, pero la inteligencia no basta: necesitan reglas, costumbres y estructuras para tomar buenas decisiones», argumenta. Además, el libro tiene una segunda lectura como autobiografía en clave, pues el propio Gladwell es un «outlier» de primera fila. En unos años se ha convertido en uno de los periodistas más exitosos del mundo gracias a sus ensayos de «ciencia pop». Según «The Independent», cobró cuatro millones de dólares por «Outliers», una cifra sin precedentes en un libro de este estilo. De ahí que Gladwell admita que la obra también es «un intento de entender la historia» de su familia. «Mi éxito, como el suyo, no es excepcional ni misterioso», escribe. «Se cimenta en una red de ventajas y herencias, unas merecidas y otras no, unas ganadas con esfuerzo y otras mero producto de la fortuna; pero todas cruciales para hacerles ser lo que son. El fuera de serie, al final, no es fuera de serie en absoluto».