Getafe
Los negros
C
En el mundo de la literatura el negro no es un natural del Congo. Es todo aquel que escribe de encargo y cobro para que su trabajo sea firmado por otro escritor. Hay escritores de muy extensa y voluminosa obra que no han escrito ni una sola palabra. Los negros, cuando se consideran maltratados, acostumbran a ser traidores. Martínez Remis, quejoso de la poca generosidad de Julia Maura, copió íntegro un texto de Oscar Wilde que doña Julia firmó para que fuera publicado en ABC. Luis Calvo, director del periódico, un loco lúcido, genial y culto, recordó haber leído ese mismo texto previamente, y al fin dio con su verdadero autor. Al día siguiente publicó en la «Tercera» de ABC ambos artículos. «Lo que escribe Julia Maura» y «Lo que escribe Oscar Wilde». Eran idénticos de pe a pa. Y pocos años atrás, la estupenda presentadora de televisión Ana Rosa Quintana, le encomendó la creación de una novela a su ex-cuñado, el cual, vacío de ideas, no tuvo otra ocurrencia que fusilar literalmente una novelucha de poca monta. El resultado fue bochornoso y a punto estuvo de terminar con la brillante carrera periodística de la falsa autora. Pero hay negros excepcionales. Negros envidiables, que manejan la palabra y los conocimientos con una destreza sólo al alcance de los escritores elegidos. Uno de ellos es el negro del Presidente Zapatero, que ha firmado en el diario «El Mundo» un artículo extraordinario, merecedor del «Cavia», del «González Ruano» y del «Ortega y Gasset» simultáneamente. Churchill podría haberlo escrito, y también De Gaulle, que dominaba su idioma desde el prodigio, como Konrad Adenauer, el canciller que reinventó Alemania con su sabiduría. Pero Zapatero no. Nuestro actual Presidente del Gobierno no nos permite intuir que detrás de sus vulgaridades parlamentarias y literarias palpite el talento de un escritor de tan altas virtudes. El artículo publicado en «El Mundo» y que se titula «El horizonte del cambio» es un trabajo excepcional, repleto de citas cultísimas y oportunas, y desarrollado con una claridad y brillantez difícilmente comparables. No tiene Zapatero que sentirse herido o molesto con esta apreciación. A los presidentes de Gobierno les escriben frecuentemente sus discursos. Para eso están los gabinetes de prensa y los asesores particulares. Sucede que Zapatero ha dado un paso excesivamente largo, y a partir de ahora va a tener que buscar sus negros en las altas montañas de la literatura española. Ya no se le va a permitir un artículo para salir del paso o un discurso repleto de vaciedades, oquedades y lugares comunes. Se sabe que el negro no es Pepiño Blanco ni Pedro Castro, el sutil alcalde de Getafe. Probablemente nunca sabremos la identidad del gran escritor que ha llevado a Zapatero a la atalaya de la literatura y el pensamiento político. Sí, en cambio, nos consta quienes no han podido ser los autores de su formidable artículo. Pero no me siento feliz con esa sencilla deducción. Lo fácil me produce un profundo aburrimiento. Ese negro puede ser un escritor de fama, un catedrático prestigioso, un analista reconocido y hasta un asesor que ha pasado por la vida sin saber que su destino no es el de la asesoría, sino el del talento literario al servicio de la libertad. No pararé hasta dar con la identidad del gran escritor que le escribe a Zapatero. España necesita su cultura y su claridad.
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