Fotografía
Madrid me mata
Aunque el ser humano tiene un escueto promedio de ochenta veranos por vida, con el paso de los años el asunto estival se torna más bien repetitivo. El mismo Madrid, musitamos con resignación los capitalinos al entrar en la recta final de julio y vislumbrar el achicharre agosteño. El «ritornello» veraniego del madrileño se ve, además, agravado por el desasosiego de una ciudad siempre en obras. Porque Madrid es un objeto imposible de Escher, o una instalación de arte deliberadamente inacabada. No hay calle de la ciudad que no sea un escenario de catástrofe señalado con pivotes rojiblancos, sombrías verjas amarillas y cordones que desvían las trayectorias habituales. Lejos queda el optimismo de Francisco Silvela cuando decía aquello de «Madrid en verano y con dinero, Baden-Baden». Lo que nos viene a la cabeza es aquel eslogan ochentero de «Madrid me mata». No hay prácticamente un metro cuadrado sin levantar. Y las obras que al fin se acaban, como la monumental remodelación de Sol, no dejan contento a nadie. Hubo un tiempo en que el madrileño orgulloso pedía un agujero para seguir viendo su ciudad desde los cielos, en la otra vida. Hoy en día... ¿Quiere alguien semejante visión?
✕
Accede a tu cuenta para comentar