Afganistán
McCainun superviviente en la Casa Blanca
WASHINGTON- El presidente George W. Bush pasó ayer la antorcha republicana a John McCain, después de que el héroe de guerra alcanzara el número de delegados necesarios para blindar la nominación a la presidencia por el partido conservador. El apretón de manos en la Casa Blanca marca el final de una extraordinaria ascensión política para McCain, que fue derrotado por Bush hace ocho años en su primera apuesta presidencial.
«John ha mostrado un increíble coraje, fortaleza de carácter y perseverancia para llegar a este momento, y eso es exactamente lo que necesitamos en un presidente, alguien que sea capaz de tomar decisiones difíciles y que no se vaya a acobardar frente al peligro», señaló Bush, que se mostró dispuesto a recaudar fondos para que McCain sea su sucesor.
Nadie apostaba por McCain hace ocho meses, cuando su campaña encalló en medio de un caos organizativo que le llevó al borde de la bancarrota. Pero nadie contaba tampoco con una campaña tan escasa en candidatos con sólidas credenciales conservadoras que han puesto en evidencia las fracturas del partido republicano. McCain, un supersticioso militar que sufrió la tortura en un campo de prisioneros vietnamita, se alza con la nominación pese a que el ala derecha de la base republicana desconfía de algunas de sus posturas centristas en inmigración, o la lucha contra el calentamiento global.
Las victorias en Texas, Ohio, Vermont y Rhode Island no sólo le proporcionaron los 1.025 delegados que requiere la nominación de su partido, sino que le libraron de su último rival significativo en la carrera, Mike Huckabee, que ha anunciado su retirada.
«Comienza ahora la etapa más importante de nuestra campaña», señaló McCain, dispuesto a batirse con los demócratas ensalzando su amplia experiencia en materia de seguridad nacional.
McCain pasó directamente al ataque y caricaturizó a los demócratas como liberales incapaces de liderar un país que se enfrenta a turbulencias económicas en casa y a dos guerras fuera, en Irak y Afganistán. Por si quedara alguna duda, insistió en su acérrima defensa de la misión en Irak, un asunto inflamable que seguramente centre la contienda electoral hacia las elecciones generales. «EE UU está involucrado en una larga y difícil lucha contra extremistas violentos que nos desprecian a nosotros, nuestros valores y la modernidad», recalcó. McCain prometió que su campaña «no será otro cansino debate de falsas promesas, declaraciones vacías y discusiones inútiles sobre el pasado».
Arma de doble filo
Era un mero aperitivo de los ejes que van a conformar su estrategia contra el eventual rival demócrata, ya sea Hillary Clinton o Barack Obama. Ni que decir tiene que el McCain se beneficia enormemente de la dramática carrera por la nominación demócrata. No sólo le están proporcionando argumentos de ataque, sino que la ausencia todavía de un candidato en el otro bando proporciona tiempo a McCain para recaudar dinero y definir su campaña nacional.
El abrazo de Bush garantiza a McCain el apoyo del establishment republicano. Es también un arma de doble filo de cara a noviembre, ya que la popularidad del presidente sigue anclada en un raquítico 30%.
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