Barcelona
Mirarse el ombligo
El sábado transcurrió por Barcelona una manifestación independentista. Los convocantes, basados en el entusiasmo, hicieron su recuento: 5.000 manifestantes. La policía municipal también, pero no se basó en la ilusión, sino en la razón. Resultado de la realidad: 1.400 manifestantes. Al margen de las cifras –poco relevantes en ambos casos– no se vio a ninguna figura de excepción, si exceptuamos a Joan Carretero, líder de Reagrupament.cat, una agrupación con aspiraciones a presentarse a las elecciones autonómicas. Algunos círculos soberanistas, y algunos medios de comunicación públicos y privados, que juegan a «política de salón» la jalean porque la interpretan clave en estos comicios. En CiU nadie disimula su satisfacción por Carretero por los votos que pueda restar a ERC. Los manifestantes querían declarar la independencia de forma unilateral pero, mal que les pese, no representan a la mayoría de los catalanes, que prefieren una España moderna y plural en la que Cataluña tenga un papel protagonista. Una apuesta no exenta de tensiones –Artur Mas en su deriva independentista anima a salir de la senda constitucional– pero respaldada por una mayoría electoral y evidente en la cotidianidad. Este mismo sábado en las fiestas de Calafell –Tarragona– un espectáculo era seguido por centenares de personas en su paseo marítimo. Bailes modernos, regionales y tradicionales eran ejecutados por niños, jóvenes, y menos jóvenes. La última actuación corrió a cargo del grupo local «Sevillanas y Castañuelas de Paqui Trujillo». 30 bailarinas catalanas, manchegas, andaluzas, gallegas y hasta una suiza ofrecieron un concierto de castañuelas siguiendo los acordes de óperas, zarzuelas y canciones populares. Cuando las sincronizadas castañuelas andaluzas armonizaron con «Baixant de la Font del Gat», la popular canción catalana, rompieron los aplausos. Ésta es la otra Cataluña. Existe otra forma de verla. La que apuesta por la fusión de culturas, por los puntos de encuentro. La que cree que la diferencia es riqueza y no problema. La que incluye y no excluye. Seguro que éste no es el único ejemplo que podemos encontrar en la Cataluña real, aunque algunos se empecinen en mirarse el ombligo. Hay que dejar de estar de espaldas y mirar más a nuestro alrededor.
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