Historia

Cuba

Mis sueños de caliza

La Razón
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En los Picos de Europa aprendí, niño nacido en la cuenca minera asturiana, que además del subsuelo de carbón, también eran posibles las catedrales de caliza. Y que el mundo era una asamblea de contradicciones, administradas con mejor o peor mano. Y que las prisas y el silencio coexistían, del mismo modo que las gallinas y las águilas, o que los caballitos de feria en las ciudades y los rebecos como animales de compañía de las estrellas. Tuve la fortuna de vivir unos años en la primera línea del mundo mágico que es Covadonga, junto a la cueva en que se venera a la Santina, en aquel paraíso en que cantaba a un viejo pastor, emigrante que había retornado de Cuba, los sones de la nostalgia habanera mientras preparaba el torto de maíz.
Para mí, los Picos de Europa, y las comarcas asturianas en que se sustentan (desde Cangas de Onís a Cabrales, o desde Ponga a las Peñamelleras) son una obra inacabada por la lenta acción de diablos o de arcángeles canteros, y habrá un día en que llegues al mirador de Carreña y no veas el Naranjo de Bulnes en la lejanía, y no porque te lo impida la niebla, sino porque el Urriellu se fue, como un niño lama, a dirigir un máster de coraje al Himalaya. Porque no hay en el mundo cumbre que, sin ganar en altitud a sus vecinas, tenga la magia y el hechizo del Naranjo de Bulnes, conquistado por Pedro Pidal y «El Cainejo» mucho antes de que Edmund Hillary y el sherpa Tensing coronasen el Everest, y ni quito ni pongo méritos, pero me quedo con lo mío…
Uno dice Covadonga, Cabrales, lagos Enol y La Ercina, Orandi, Priena, Peña Santa, Vega Redonda, Sotres, Bulnes, Tielve, Camarmeña… y regresa a la estantería de sus sueños, como un fatigado pastor de los evangelios de roca. También como alguien feliz por haber conocido, antes de los tiempos del turismo masivo y las latas vacías arrojadas al cauce del Cares, un lugar en que el mundo olía como un pan recién salido del horno y, más frescura que fósil, con el hechizo de las huellas dactilares del barro.
Estos son mis sueños de caliza, entre ovejas perdidas y cuevas en que se elaboran los mejores quesos del mundo. Allí donde la niebla desmantela las certezas, y donde todos los caminos llevan a otros caminos.