Juegos Olímpicos

Mónaco

Insaciable Nadal

Rafa sumó su quinto Masters de Mónaco consecutivo; nadie lo ha conseguido / Es el príncipe que los marea: tumbó a Djokovic, en tres sets, y embelesó a Alberto

Nadal y Djokovic, en uno de sus duelos en Montecarlos
Nadal y Djokovic, en uno de sus duelos en MontecarlolarazonLa Razón

Es la ilusión incesante, el trabajo bien hecho, el triunfo sumo, el ejemplo de la constancia, el apetito insaciable y el látigo de sus oponentes: aunque no los flagela, los gana. Suma Nadal una victoria tras otra, hasta dos en un día, como esos matadores que torean mañana y tarde. En un ratico fulminó a Lapentti y en otro, algo más tarde, a Ljubicic. Ni 24 horas después le esperaba Murray. El escocés, cuarto del mundo, tiene las miras muy altas. No le pierde de vista y acecha a Djokovic y a Federer. Los especialistas le proclaman adversario directo de Rafa en Roland Garros. En Mónaco, junto al azul del Mediterráneo, palmó, como en Indian Wells. En California le desesperó el vendaval; en el Principado más «chic» le barrió el huracán de Manacor. Siempre Nadal, el número uno.

En 1914, a primeros del siglo XX, un tenista de cuyo nombre no puedo acordarme, ¡ah!, sí, el neozelandés Anthony Wilding, ganó Montecarlo por cuarta vez consecutiva. El logro permaneció como una gesta hasta que lo afrontó Nadal. Hasta ayer sumaba también cuatro; desde ayer, cinco. Frente a él, Djokovic; en el palco, Alberto de Mónaco, el heredero, el que preguntó en Singapur a la candidatura madrileña por los terroristas de ETA, ¡qué oportuno! Dos horas y 43 minutos después Rafa fulminó a Djokovic, que le va a coger tirria, y embelesó a Alberto. Nadal sí que es un príncipe, el que los marea.