África

España

«No sabemos lo que hay bajo nuestros pies»

Daniel (Madrid, 1973) sintió la llamada de la piedra a los 18 años, «me atraía el misterio, el enigma que encierran». El arqueólogo, según él, debe de estar siempre dispuesto a la revisión, «no hay grandes verdades que no puedan convertirse en grandes mentiras». Le gusta mucho la fotografía, el fútbol y viajar. Tiene pendiente una vuelta al mundo gastronómica. Se considera rabiosamente apolítico. Le dan miedo las alturas. ¿Vicios? «Soy un poco ludópata; hago apuestas por internet». 

«No sabemos lo que hay bajo nuestros pies»
«No sabemos lo que hay bajo nuestros pies»larazon

-Presenta ahora su libro «El arqueólogo enamorado» (La Esfera de los Libros). ¿Enamorado de qué o de quién?

 

-De los personajes que han hecho grande nuestra arqueología; por ejemplo, Marcelino Sanz de Sautuola, descubridor de las Cuevas de Altamira. Era bisabuelo de Emilio Botín.

 

-Subtítulo: «Historia oculta de la arqueología española: de los hallazgos fortuitos a las falsificaciones de tesoros». Hábleme de lo fortuito...

 

-La Dama de Elche la descubrió un jornalero que buscaba patatas.

 

-Así que la arqueología es muy deudora del azar...

 

-Sin duda. Casi todos los hallazgos son fruto de la casualidad.

 

-Hábleme de las falsificaciones de tesoros...

 

-Un relojero pícaro mezcló estatuas auténticas del Cerro de los Santos con otras falsas, hechas por él, para venderlas a anticuarios extranjeros.

 

-O sea, que también hay mucha picaresca en la arqueología...

 

-Más que picaresca, furtivismo, mucha gente que busca piezas de forma clandestina con un detector de metales.

 

-Su libro es un viaje a nuestro pasado remoto y enterrado. ¿Qué dicen las piedras viejas de él?

 

-Dicen que por aquí pasó mucha gente, España fue el felpudo del mundo. Nos invadieron todos: somos el paso de Europa a África.

 

-Dice que en su libro se despierta la conciencia arqueológica de un país que no sabe dónde pisa...

 

-No sabemos lo que hay bajo nuestros pies. Tenemos un concepto decorativo de nuestra arqueología.

 

-Dice que España ha tenido las ruinas por castigo...

 

-No les hemos hecho ni caso. A un constructor, lo peor que le podía pasar era encontrar restos arqueológicos al excavar. Qué ruina esas ruinas, decía.

 

-¿Será que los españoles desdeñamos nuestro pasado?

 

-Sí, hay poco interés, pero también por la lectura, las Humanidades... Los hallazgos son importantes si sirven a los nacionalismos para crear símbolos.

 

-Dice que los hallazgos han dejado de ser bienes culturales para convertirse en mercancías...

 

-Todo se compra y todo se vende, hasta la Historia. Las reliquias acaban muchas veces en subastas y en el mercado negro.

 

-¿Qué obra de hoy será ruina gloriosa mañana?

 

-Las Torres de Kío, quizá; dentro de mil años los arqueólogos dirán: mira que mal construían, les salían las torres inclinadas.

 

-¿Con qué hallazgos sueña?

 

-Con la capital de Tartessos, si es que la hubo, y con el descubrimiento de la Atlántida, si es que existió.

 

-Dedica un capítulo a los tesoros del mar. ¿Hay tantos como se dice?

 

-Hay muchos, pero pocos buscadores. Es carísimo buscar en el mar, sólo grandes empresas que cotizan en Bolsa pueden permitírselo.

 

-¿Hay un proyecto serio de recuperación de tesoros en la Administración?

 

-No. Hay una desidia generalizada en este sentido. Estamos medio dormidos, y eso que somos una potencia en tesoros sumergidos.

 

-Sólo Gallardón parece que está buscando uno por todo Madrid...