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Estreno teatral

Operación Duquesa

La Razón La Razón

De pronto veo en «Diez minutos» que llevamos todo un año pendientes de las peripecias, amoríos, desavenencias, achaques y supuesto ocaso de la Duquesa de Alba, lo que equivale a vaya usted a saber cuántos porrazos de micrófono por parte de esos reporteros que la persiguen cada vez que la sacan en la tele, o sea, cada dos por tres, para sacarle alguna gracia de las que ya está poco dispuesta a repartir. Nunca sabemos si despierta tanto interés real, o es una manera de dar el parte de rutina, con el morbo añadido de ver como la Grandeza se empequeñece. Sigue el serial con el novio mal visto, del que se duda entre su habilidad para librarse de empujar la silla de ruedas y tal vez de cumplir en el lecho, y sus virtudes como chevalier servant o paje de compañía. Y ahora tras diversos atragantamientos, se avecina otro folletín sobre la operación, quirófano sí o no, de doña Cayetana, cuando el problema puede que sea que se le atragante la patulea general en este país tan difícil de digerir. Larga vida para la Alba, que cualquier día nos acabará expulsando la respuesta merecida. Y es que en la quema las duquesas dan mucho juego. Que se lo digan a Iñigo Ramírez de Haro, que estrena por fin su «La Duquesa al hoyo y la viva al bollo», con la siempre impagable Terele Pávez interpretando a la titular del ducado de Villa Sodomía, en clara referencia a la Duquesa de Medina Sidonia y todo el fregado de sus amoríos sáficos, los líos con la herencia de su patrimonio y las disputas con sus hijos. Todo transformado en una comedia de sátira esperpéntica, dentro del gusto por la provocación y la polémica que distinguen al autor y cuñado incómodo de Esperanza Aguirre. Entre tanto teatro oficial solemne, nunca viene mal la vitriólica ironía del bufón para enseñar las vergüenzas y los bajos de la alta sociedad. Como diría Napoleón, qué importa que se hunda el mundo, mientras nos queden duquesas.

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