Acoso sexual
Pequeños consumidores de porno
Con 12 años, el 8% de los niños ve pornografía en la red. A los 15 asciende a uno de cada cinco. Eyaculación precoz, promiscuidad y aberración al sexo son sus consecuencias si se convierte en costumbre
Encienden el ordenador y por sus ojos como platos empieza a circular una cantidad de pechos, nalgas, genitales y posturas mayor de la que pueden y deben digerir. Lo mismo ocurre al encender la tele o al abrir una revista «especializada». Y empiezan temprano. El ocho por ciento de los niños de 12 y 13 años que acuden asiduamente a los «ciber» visita páginas pornográficas. Y va en aumento, ya que a los 15 la cifra alcanza el 22 por ciento y a los 16 ya son un 27 por ciento de los menores los asiduos a este tipo de establecimientos que se dedican a ensimismarse con el porno. Así lo apunta el estudio elaborado por la asociación Protégeles para el Defensor del Menor.
Que es demasiado pronto y demasiado porno para su edad está claro. Lo que no lo está tanto son las repercusiones que este ir y venir de sexo tan temprano puede tener en la edad adulta. De ahí que algunos se cuestionen el por qué ciertas prácticas no son precisamente de su agrado y les generan malestar. Paulino Ca1stell, psiquiatra experto en temas de familia y profesor de psicología de la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona afirma que «se trata de una estimulación sexual innecesaria, que les hace interesarse en demasía y que pueden llevar a la práctica. Esto llega a provocar promiscuidad sexual y embarazos precoces e incluso, si la experiencia les resulta incómoda, pueden surgir traumas en el sexo». Porque, como matiza Castell, «todo lo que es adelantarse al momento madurativo idóneo expone a la aberración en el futuro».
Futuros traumas
En este terreno, la eyaculación precoz puede ser una de las consecuencias, aunque no de forma directa. Así, el presidente de la Asociación Española de Sexología Clínica (AESC) y consultor de la sección de Psiquiatría y Sexualidad Humana de la World Psychiatric Association (WPA), José Díaz Morfa, explica que «si el o la adolescente se masturba mirando estas imágenes para alcanzar rápidamente el orgasmo, entonces indirectamente condiciona que su respuesta sexual, en este caso la eyaculación, sea precoz». No obstante, más que la edad a la que se inician, hay que estar atento al contenido. Díaz Morfa especifica que «lo importante es si ese niño o niña está expuesto de forma continuada a escenas pornográficas donde además haya violencia, que es lo que puede ser peligroso porque se asocia el afecto a la agresividad». Por el contrario, si un menor, de forma casual, no importa la edad, ve una escena con un contenido sexual explícito «dentro de un entorno familiar donde predomine el afecto y la comunicación, esto no tiene ninguna repercusión negativa», puntualiza Díaz Morfa.
Pero a veces, el problema ni siquiera está en la propia película. De hecho, cuando uno crece y se decanta por este tipo de cine o literatura, «las repercusiones pueden ser positivas, si se utilizan esporádicamente, para disfrutar en sí mismo de esa forma de placer sexual, adquirir habilidades, favorecer la comunicación y un mayor conocimiento de la variedad normal de la sexualidad humana», matiza Díaz Morfa.
El giro negativo lo aporta, más bien, la personalidad de cada uno. «Si las películas pornográficas son violentas pueden causar alguna exacerbación de los rasgos de una personalidad patológica. Por ejemplo, si un hombre o mujer con una personalidad psicopática ve con frecuencia películas donde asocian sexo y agresividad, esto aumentaría sus fantasías sexuales violentas, y podría favorecer que las lleve a cabo», concluye.
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