Nueva York
«Por qué no una vaca en formol»
No sé si por las uvas o por haberme encontrado con Medusa, pero acudo con cara de estatua a mi encuentro con Flavia.-Feliz año. Brindemos por... -La familia, la infancia y las emociones que consiguen despertar los cuadros. Crecí en un ambiente lleno de cariño y buen humor. Rodeada de belleza no me percataba de lo que acompañaba mi vida. ¿Sabe por qué soy una enamorada del arte? -¿Es su refugio? -El arte para mí es mi infancia y mi presente. Siempre ha estado ahí. Me crié entre obras de arte, pero no fue hasta que maduré cuando comprendí el legado artístico de mi familia. No me imagino la vida sin él. -¿Todo es arte? -No todo es arte para mí, pero sí puede serlo para otra persona. -¿ Las vacas de Damien Hirst? -(Risas) Es un artista consagrado y si está donde está es porque lo merece. En la última subasta que le dedicamos se vendieron más de 400 obras y hubo una afluencia de gente a la exposición que no se había visto nunca. -No sé, no sé... -No pondría una vaca en formol en mi salón porque no pegaría, pero si viviera en un loft en Nueva York entre arte moderno... ¿por qué no? -¿Entiende que un Pollock se venda más caro que un Anglada Camarasa? -El mercado es quien dicta los precios, es muy difícil juzgar algo así. -Mójese... -Qué quiere que le diga si lo cierto es que yo tampoco lo entiendo. Pero eso no pasa sólo en el mundo del arte, sino en todo. Los coleccionistas de economías emergentes son quienes lo mueven. Compran lo que está de moda como inversión. -¿Y usted? -En Sotheby¿s sentimos que una obra de arte es para disfrutarla. Cuando vendo una de ellas siento que es para ponerla en el salón, no en la caja fuerte de un banco. -Pero si sube, mejor. -Y si al cabo de los años no sube de valor has tenido el dividendo emocional de poder disfrutarla. Los cuadros pueden incluso cambiarte el estado de ánimo. -Como en una subasta... -Es un hervidero de emociones. Todos de un lado a otro, teléfonos sonando... Hasta que no suena el martillazo, es pura adrenalina. -Cuénteme una anécdota. -La primera vez creí que me desmayaba. Tenía a un cliente al teléfono que estaba un poco sordo y no me oía. Todo iba tan rápido que pujé por encima de lo que el cliente estaba dispuesto a pagar... Menos mal que hubo alguien que superó mi puja. Y se lo llevó. Me voy con Flavia mientras los signos de interrogación crecen en mi cabeza: ¿Será el arte una gran mentira que puede llevar a la verdad? ¿O tal vez una gran verdad que puede llegar a ser mentira?
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