Historia

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Por qué permite Reino Unido la humillación de Sudán

El caso de la maestra británica, condenada a 15 días de prisión en Sudán por ponerle de nombre Mahoma a un peluche, revela hasta qué punto Occidente está dispuesto a no cabrear al mundo musulman. Tiene una explicación. África es la trinchera yihadista

La Razón
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El continente negro siempre ha sido una bisagra oxidada entre las culturas dominantes. Durante el siglo XX, las potencias europeas y la norteamericana han usado el continente africano como laboratorio de sus sucesivos desencuentros políticos. Primero, las colonias europeas, después, la invasión nazi y, por último, la imposición de la Guerra Fría. Hoy el problema ha mutado y en África se encuentra la «Línea Maginot» de la guerra de civilizaciones entre el yihadismo integrista y la democracia, que tanto ha costado introducir en esa parte del mundo por parte de potencias coloniales que no dejaron precisamente un sabor a libertad y respeto. Por eso, Occidente suele mirar para otro lado.
El caso de la maestra británica Gillian Gibbons en Sudán no es una broma macabra. Los musulmanes de Europa han callado. Ninguna gran asociación islámica del Viejo Continente se ha movilizado -como sí hicieron rápidamente durante la crisis de las viñetas- para exigir al Gobierno de Jartúm que libere a la mujer y predique entre sus seguidores una visión más moderada de su religión. Gibbons cometió el error de muchos occidentales en el mundo islamista. Los parámetros de lo normal son radicalmente distintos en ambos mundos y ella, inocentemente, intentó involucrar a sus alumnos poniéndole el nombre del profeta a un peluche. Ningún niño protestó, pero los padres sí. Los mismos padres que viven bajo la implacable ley islámica.
Los seguidores de Ben Laden llevan desde 2001 a la fuga. Afganistán ya no era una zona segura y el paraíso caucásico, con Chechenia como centro, fue dinamitado por Vladimir Putin. Irak ha sido durante tres años el refugio natural, pero ahora tampoco vale. ¿A dónde huir? Allí donde EE UU no tenga una presencia militar permanente y donde se pueda sobornar a los gobiernos de turno. Respuesta. África. Muchos presidentes africanos no han dudado en llenarse los bolsillos a cambio de mirar para otro lado mientras sus fronteras eran traspasadas por miles de conocidos terroristas. África subsahariana es también un gran caladero de mentes donde inseminar el veneno del yihadismo. No hay empleo, a penas hay qué comer y nada que dejar atrás. Veremos más tensión en los próximos años.
Cuando los terroristas de Al Qaida nombran el Califato en una curiosa aplicación de su memoria histórica para justificar sus crímenes, ponen el acento en un vasto territorio que abarca desde Indonesia hasta Europa, España incluida. En África existe una gran presencia histórica de los musulmanes. Entre los años 900 y 1500, los musulmanes salieron de Arabia y Egipto por el Nilo hacia Sudán y se extendieron por todo el desierto del Sahara llegando hasta Mali. Los mercaderes musulmanes recorrían el desierto hacia el oeste en caravanas de camellos llevando sal y armas a cambio de oro, pieles y esclavos. Quinientos años más tarde, los terroristas yihadistas han rehecho el camino sobre las pisadas de sus ancestros. A parte del Magreb, hoy hay tres grandes presencias musulmanas en Sudán, Ghana y Mali. Justo donde se plantean las trincheras del yihadismo y la extensión del Califato.
Para que la musulmanización de Occidente tenga éxito, no puede haber dudas de que su jardín está en orden y cuidado. La mesiánica organización de la vida bajo la ley islámica impone estrictos compromisos personales para contentar a la causa religiosa superior. En África, este tipo de compromiso no es bien recibido por los descendientes de tribus nómadas de origen no árabe y que además suelen ser milicias muy bien armadas para evitar que se les robe el ganado y las mujeres. Este choque produce situaciones tan dramáticas como la que hoy se vive en Darfur. Las milicias musulmanas, a sueldo del Gobierno sudanés, tienen orden de arrasar a toda tribu que no se convierta al islam puro. Todo vale, matar, violar, secuestrar y quemar la tierra, un paisaje cotidiano en Sudán y olvidado por las democracias.

msanchez@larazon.es