Barcelona
Radiografía «verde» de la T-1 de Barcelona
El nuevo símbolo del principal aeropuerto de Cataluña resulta muy intuitivo y cómodo para el viajero. Pero también es «amigable» con el entorno, gracias, por ejemplo, a una docena de colectores térmicos que calientan el 70% del agua sanitaria.
Cuentan los anales de la aviación que el modesto aeródromo situado en la localidad de El Prat (Barcelona) albergó en 1916 el primer aterrizaje de un avión en España. Los años pasaron y la instalación aeroportuaria fue cogiendo peso y empaque. Casi un siglo más tarde, el aeropuerto se ha hecho mayor y su última ampliación convierte a Barcelona en un serio aspirante a «hub» –aeropuerto de gran capacidad e infinidad de rutas intercontinentales–. Y esto es así gracias a la nueva y flamante Terminal 1 que esta semana ha estrenado la Ciudad Condal.De entrada, hay que decir que cuando se entra en las nuevas intalaciones, la T1 impone. Por su disposición, y a la espera de que algún día llegue el metro o el tren, por ahora no puede accederse a ella si no es por carretera. Y esta imposición, que, a priori, parece un inconveniente, permite al viajero acercarse poco a poco a ella y descubrir su particular forma. Hay quien dice de ella que parece un ave –un cisne, en concreto– o una espada, un florete más bien. De hecho, cualquier comparación puede ser válida. Pero ese mismo viajero, al acercarse, ya intuye que le espera algo diferente. La carretera se bifurca en dos niveles: el superior, para las llegadas, y el inferior, para las salidas. A un lado se levantan pinares y colinas; al otro, zonas pantanosas; y de fondo, el mar. El viajero, además, tuvo la suerte de disfrutar del vuelo inaugural y, al llegar de madrugada al aeropuerto, pudo descubrir una perspectiva diferente del edificio: la terminal de noche. Los dos bloques de cemento que conforman las 11.000 plazas de aparcamiento se convierten en dos cubos de luz que acentúan aún más el aspecto blanco e inmaculado de la terminal. Es, sin duda, el efecto de las pantallas colocadas en cada piso del aparcamiento, que distribuyen y canalizan la luz interior dotando al edificio de una imagen futurista que parece extraída de una novela de Asimov.
Iluminación eficienteUnos pasos más adelante, el viajero alcanza la terminal y se detiene ante la puerta principal. Ve entonces levantarse frente a él una imponente fachada de cristal. La empuñadura de la espada hace las veces de vestíbulo. Y, tras cruzar el umbral, se siente acogido por una enorme bóveda blanca que llena de luz toda la instalación, cuyo interior es diáfano y elegante, de diseño escandinavo, podría pensarse, y en el que la luz mediterránea es la principal protagonista.La acogedora atmósfera que se crea en el interior del edificio no está reñida, sin embargo, con la eficiencia energética. De hecho, en toda la terminal, así como en las oficinas y en las pasarelas de acceso, el alumbrado está regulado automáticamente mediante un sistema inteligente denominado Dali, capaz de lograr un ahorro energético del 40 por ciento al año. Una vez pasada la zona de facturación y los controles habituales, le aguarda al viajero una nueva sorpresa: un mirador a la plaza que conecta filo y empuñadura de la espada, denominado «Sky Centre». Este mirador, que aglutina bajo sus pies la ajetreada vida comercial del aeropuerto –con más de 70 tiendas, 40 bares y restaurantes, entidades bancarias y cinco oficinas de alquiler de coches– se revela también como una privilegiada terraza con vistas al Mediterráneo. Aquí se topa con dos salas vip que no pasan desapercibidas, ya que en breve contarán, incluso, con zona wellness. Y será entonces cuando el usuario, antes de iniciar su ruta, tenga la oportunidad de convertir las tediosas esperas en horas de relax gracias a las saunas con acabados en madera, baños de vapor, una fuente de hielo, un completo templo de duchas, solárium, tumbonas calefactadas, camillas...Aunque estemos relajados, las horas pasan y es necesario hacer una visita a los baños. Sin saberlo, el viajero también está economizando agua, ya que los grifos cuentan con aireadores y paros voluntarios que ahorran hasta un 15 por ciento de líquido elemento. Y si sale caliente es gracias a una docena de colectores térmicos que aprovechan la energía solar y caldean el 70 por ciento del agua de la T-1.
En paralelo al mar Resulta fácil percatarse de que la terminal discurre siempre en paralelo al mar y la montaña. El mencionado filo, un dique longitudinal de 750 metros, es el encargado de distribuir a los pasajeros hacia sus respectivos aviones. Durante la espera, y aunque el calor aprieta allá en la pista, el aire acondicionado de la T-1 trabaja a pleno rendimiento, pero sin derrochar energía, pues se emplea el sistema economizador «free-cooling» de aire exterior, capaz de lograr un ahorro energético próximo al 30 por ciento.A punto de embarcar, la terminal se muestra para nuestro viajero como una enorme pasarela extremadamente intuitiva. Y es que desde que llega hasta que sube al avión, el usuario se ha limitado a dejarse guiar por la propia estructura de la terminal, siguiendo siempre el camino más recto. Desde el aire, la nueva puerta de entrada de Barcelona domina la mirada, luego los ojos se van al Mediterráneo.
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