Barcelona
Tomás cumbre en la antesala de Barcelona
LEÓN. 1ª de feria. Se lidiaron toros de las ganaderías de Victoriano del Río, Cortés y Las Ramblas (5º, lidiado como sobrero) de buen juego en general. Lleno de «no hay billetes».- Javier Conde, de blanco y azabache, pinchazo, estocada baja, aviso, dos descabellos (saludos); dos pinchazos, media (pitos).- José Tomás, de malva y oro, media (oreja); pinchazo, dos media estocadas, estocada, aviso (vuelta). - Miguel Ángel Perera, de grana y oro, estocada desprendida (oreja); estocada (dos orejas).
Lo tenía claro José Tomás. Dejó crudo en el caballo al toro, el segundo, y toreó por gaoneras camino al infierno. Crujió León desde sus cimientos como bocanada de fuego al cielo. Latía la plaza al compás de los estatuarios del comienzo de faena, esta vez cosidas las zapatillas al centro del ruedo. Emoción. Pasión que desembocó en los naturales, y se hartó de torear con la zurda, dando el pecho a un toro que se desplazaba pero sin humillar. Fue bueno el animal, le siguió el ritmo al torero a pesar de que al final, rendido, amagó con rajarse. Varió Tomás, derechazos, remates, manoletinas y una media certera. Supo a poco la oreja concedida.
Al quinto, sobrero de Las Ramblas, estrechito de sienes y muy anovillado, lo recibió con verónicas de seda pura. Con poco se lo llevó a los medios y con la zurda. Pero al torito le costaba rematar la arrancada. Tomás tomó el pitón contrario y alargó el viaje más de lo que el animal quería. Lo hizo encajado y encontró oro donde había cobre. Intercaló uno y otro pitón pirómano perdido en busca del incendio. No encontraba fin ni el toro se cansaba de embestir. Esa fue su virtud, no la calidad del viaje. José cada vez más ajustado, y más embraguetado, y más de verdad imposible, acabó por prender la llama de León. Ni los fallos reiterados con la espada lograron deshacer el embrujo que él solo había creado. Una burbuja de toreo en la antesala de su encerrona en Barcelona el próximo 5 de julio.
Perera no se quiso quedar atrás, ni a milímetros, quedó claro. Y encandiló pronto en el tercero con un quite variado, empezó de una manera y acabó de otra. Explosivos resultaron los comienzos plenos de quietud y trabajosa la faena al pararse el toro. Tiró Perera de arrimón y circulares para compensar el lío.
En el sexto, después del alboroto formado y con los ecos de «torero, torero» de José Tomás a tumba abierta resonando en el vacío, apretó el acelerador al máximo. Su actuación fue maciza, no cabían las fisuras y el toro bueno, con el perdón de pararse un poco. El arrimón de órdago y el valor de acero. Hundió la espada, a la primera y lo que Tomás perdió Perera ganó. Pero en el ruedo quedó todo.
A Javier Conde se le fueron dos toros buenos. De los de cumplir penitencia por perderlos. En los caminos de las mentiras no se encuentran verdades. Y con dos tíos, Perera y Tomás que se juegan todo a carta cabal, los engaños se ven desde andanada, aunque no haya.
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