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«Vastedad de pinos» por Ramón Tamames

«Vastedad de pinos», por Ramón Tamames
«Vastedad de pinos», por Ramón Tamameslarazon

La poesía es siempre inspiración, e incluso los más avanzados investigadores de la NASA recurren a los poetas del diseño de las naves espaciales de las películas y la televisión para meditar sus proyectos de nuevos vectores de viajes por el Universo. Así, en el momento de referirme a una nueva plaga,el nematodo del pino que amenaza nuestras arboledas de la península Ibérica, entrando en España por los confines de nuestra antigua frontera con Portugal, no puedo por menos de recordar aquellos versos de Neruda, en sus «Veinte poemas de amor y una canción desesperada». Cuando nos dice, y parece que le estuviéramos viendo declamar, aquello de: «¡Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose/lento juego de luces, campana solitaria,/ crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,/ caracola terrestre, en ti la tierra canta!».En verdad, España cuenta con una gran «vastedad de pinos», de todas clases de pinaceas, cuya enumeración podría llevarnos hasta el final de esta columna sin haber terminado de citarlas: Pinus coronata, edulis, halepensis, nigra, pinaster, rabiata, sylvestris, uncinata, atlantica, etcétera. Dentro de esos pinos, los hay autóctonos y los hay de repoblación. Entre estos últimos, el Pinus pinea, que dícese difundió José I Bonaparte, para fijar las dunas continentales en la submeseta Norte. En tanto que el sylvestris fue empleado de forma reiterada por el Patrimonio Forestal del Estado, primero, y por Icona después, para reforestar extensas zonas de la Península; llegándose incluso a introducirlo en Canarias, a pesar de que en nuestro archipiélago atlántico se dispone del maravilloso pinus Canariensis, que tras cualquier pavoroso incendio reverdece milagrosamente. De madera de pino hemos hecho las traviesas de nuestros ferrocarriles, las vigas de las viviendas durante siglos e, incluso, cuando se hace referencia a la última morada, podemos recurrir a la poesía otra vez, con Federico García Lorca, por su canción triste de «la caja de pino/con su muertecito dentro». Tenemos que cooperar, todos bien juntos, contra el feroz nematodo.