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Voces de la Segunda Guerra Mundial

Soldadados alemanes de la 14ª Division Waffen-SS Galizien
Soldadados alemanes de la 14ª Division Waffen-SS Galizienlarazon

En agosto de 1937, Winston Churchill ultimaba su libro «Grandes contemporáneos». La imprenta aguardaba y, por supuesto, entre las semblanzas, incluía a Adolf Hitler: «Los que se han visto personalmente con Herr Hitler por asuntos públicos o en actos sociales, se han encontrado a un funcionario harto competente, sereno y bien informado de porte agradable y sonrisa encantadora, y pocos se habrán librado de experimentar su sutil magnetismo personal». No mencionaba las leyes de Nuremberg, el acoso a los judíos en su propia patria ni el rearme del ejército alemán. Añadía: «Puede que aún vivamos para ver a Hitler como una figura más amable en una época más feliz». La supervivencia, íntegra y sin alteraciones, de los textos digitales es un supuesto implícito, pero todavía por comprobar, según Umberto Eco. De momento, las hemerotecas tradicionales van cumpliendo su función y hurgar entre sus carpetas resulta nocivo para los políticos y sus intereses. Pero es tremendamente ilustrativo y ejemplar. El escritor Nicholson Baker, que obtuvo el National Book Critics Circle Award en 2001 por un ensayo sobre la destrucción de los archivos periodísticos en papel en favor de soportes informáticos, ha reunido en «Humo Humano» (Debate), después de una exhaustiva investigación en archivos, fragmentos de discursos radiofónicos, noticias de periódicos, proclamas propagandísticas y entradas en diarios personales. Con ese collage, esa miscelánea de voces, testimonios y opiniones, como un Cortázar historiador, ha trazado el recorrido histórico del origen de la Segunda Guerra Mundial. Y, sobre todo, desnuda a los personajes y muestra el retrato real que después ocultaron por la fuerza de los acontecimientos. Neville Chamberlain, primer ministro del Reino Unido, escribió: «Sin duda los judíos no son gente que se haga querer. A mí mismo no me interesan; pero eso no basta para explicar el progomo». Era el 30 de julio de 1939. Louis Taber, republicano de Ohio, EEUU, respecto a la posibilidad de acoger como refugiados a niños judíos, apuntó: «Preferiría dar 10 dólares para buscar lugares para esos niños en algún otro país, a dar 10 centavos pra traerlos aquí». La fecha: 25 de abril de 1939. Taber temía que se convirtieran en bolcheviques al crecer. De estos dos textos se deduce que todos los gobiernos conocían la política antisemita del Tercer Reich. Y también el orden de las prioridades. No entrar en ninguna guerra. Pero, sobre todo, el libro de Baker asombra por la perspectiva que ofrece de los personajes dibujados, aquí, por sus propias palabras. Henry «Chips» Channon, diputado conservador del Parlamento británico, anotó su impresión de Hermann Göring durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Berlín, en agosto de 1936: «Dicen que a veces es muy duro y despiadado, como lo son todos los nazis cuando la ocasión lo exige, pero por fuera parece todo vanidad y amor infantil a la ostentación». Los testimonios recogidos dan, incluso, una imagen de la moralidad de la época. Harry McGowan, presidente de Imperial Chemical Industries (y amigo de Winston Churchill), señalaba, respecto a sus negocios con China y Japón: «No tengo ningún reparo en vender armas a ambos lados. No soy purista en estas cosas». Lo que demuestra que hay posturas que jamás cambian por muchos años que transcurran. Aseguran que siempre existen acciones que invitan a la esperanza. En este caso aporta ese rayo el norteamericano Lilian Mower, en abril de 1933, cuando estaba en Alemania. Cuenta Baker: Mower oyó al canciller Hitler decir en un discurso: "Nuestros enemigos serán exterminados brutalmente y sin piedad". Pensó que había oído mal. El líder de una gran nación no diría algo así». el propio Mowler, al comprobar las desapariciones y ver las distinciones amarillas prendidas en los escaparate de los judíos, escribió: «Los alemanes están entre los pueblos más agradables e Europa y sin duda la media de matones y sádicos no es mayor que en cualquier otra nación. La diferencia era que el régimen de Hitler se había edificado sobre sádicos y matones, de arriba abajo». El lado alemán presenta casos sorprendentes, como las palabras de un propagandista del Partido Nazi en Baviera respecto a la infuencia y penetración de sus campañas contra los judíos: «Todos los niños saben de la amenaza judía; en todas partes se dictan conferencias de propaganda antisemita (...). Y, a pesar de todo esto, las campañas no ha tenido el menos éxito. Los campesinos no desean cortar sus lazos con los judíos». Aunque hay otros que estremecen la piel, como del colaborador de Hitler, Alfred Rosenberg: «La cuestión judía solo quedará resuelta para Alemania cuando el último judío haya abandonado el suelo alemán, y para Europa cuando no quede un solo judío en el continente europeo a este lado de los Urales». Baker comenta, para quien no haya reparado: «Al otro lado de los Urales está Siberia».