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Los demócratas acusan formalmente a Trump de abuso de poder y obstrucción

La Cámara de Representantes someterá a votación el “impeachment” antes de Navidad y a principios del próximo año se llevará al Senado, con mayoría republicana

House Speaker Nancy Pelosi on USMCA trade agreement on Capitol Hill in Washington
La presidenta del Congreso de EE UU, la demócrata Nancy Pelosi,YURI GRIPASReuters

El presidente de EE UU, Donald Trump, afrontará dos cargos que pueden desembocar en el «impeachment». Así lo decidieron ayer los comités de Inteligencia y Judicial del Congreso, que revelaron los cargos en una rueda de prensa para la historia. Trump, en concreto, deberá de responder a un posible delito o falta por obstrucción a las investigaciones del Congreso y de abuso de poder. Todo ello fruto de su llamada del pasado 25 de julio al presidente de Ucrania, en la que le solicitó mano dura, una investigación oficial y una rueda de prensa global contra Hunter Biden, hijo de Joe Biden, ex vicepresidente con Obama y actual precandidato a las primarias del Partido Demócrata.

En una alocución solemne, flanqueado por Nancy Pelosi, presidenta del Congreso, y por Adam Schiff, presidente del Comité de Inteligencia que llevó las audiencias e interrogatorios del caso, Jerrold Nadler explicó que era su obligación, por respeto a la Constitución y al país, «presentar dos cargos de juicio político contra el presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, por cometer crímenes y delitos menores. Nuestro presidente tiene la máxima confianza pública, pero cuando traiciona esa confianza, pone en peligro la Constitución, pone en peligro nuestra democracia y nuestra seguridad nacional».

Tras detallar los cargos y explicarlos, algunos miembros del Comité Judicial hablaron con los medios. Fue el caso de Karen Bass, congresista por California, que explicó ante las cámaras de la CNN que «la acusación es algo que estamos obligados a hacer, nadie está entusiasmado con esto, pero nos preocupaba que no hubiera forma de saber si el presidente continuará o no interfiriendo en nuestras elecciones, así que no nos deja otra opción».

El aludido, por supuesto, respondió en Twitter: «Nadler acaba de decir que ‘presioné a Ucrania para que interfiriera en nuestras elecciones de 2020’. Es ridículo, y él sabe que eso no es cierto. Tanto el presidente como el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania dijeron, muchas veces, que ‘NO HUBO PRESIONES’. Nadler y los demócratas lo saben, ¡pero se niegan a reconocerlo!». «Shifty Schiff», añadió, «un político totalmente corrupto hizo una declaración horrible y fraudulenta, la leyó ante el Congreso y dijo que esas palabras venían de mí. Lo cazaron, estaba muy avergonzado, pero no le pasó nada por cometer este fraude. ¡Con el tiempo tendrá que responder por esto!».

Lo que sigue, esta misma semana será la votación en el Comité Judicial de los cargos. En los próximos días el Congreso tendrá que pronunciarse. Con mayoría demócrata, lo más previsible es que salga adelante. Podrá entonces, finalmente, un presidente de los EE UU ser juzgado por «impeachment». Veinte años después de Bill Clinton. Entonces el caso pasará al Senado, presidido por el presidente del Tribunal Supremo, y en el que Trump podrá defenderse, aunque es casi imposible que no salga absuelto, dado que en esa Cámara, que requiere una mayoría de dos tercios para aprobar una condena, los republicanos tienen mayoría suficiente.

Las consecuencias que esto pueda tener para las elecciones de 2020 entran dentro del terreno de la pura especulación o novelería. Aunque ya parece evidente que uno de los grandes perjudicados es Joe Biden, expuesto ante los focos por las poco edificantes actividades económicas de su hijo. Trump, entretanto, recupera el terreno donde más cómodo se mueve. El de las acusaciones de «caza de brujas», el que denuncia la corrupción en Washington y señala que el mundo se ha conjurado para destruirlo. Que encima, al final del proceso, queden enfrente no los rivales moderados, como Biden, sino los representantes del ala más izquierda del Partido Demócrata, no puede sino beneficiar sus expectativas de releeción. De hecho, se rumorea ya que quiere un juicio político por todo lo alto. Nada de pasar de puntillas por el Senado, con sesiones a puerta cerrada y pocos días para enterrar el «impeachment» cuanto antes. Al contrario. El presidente anhela una cruenta batalla, un show televisado, un circo mediático que le permita responder uno a uno a cuantos lo acusaron en las sesiones del Comité de Inteligencia de lo que estima como burdas mentiras. De paso, aspira a que por el estrado pasen todos los protagonistas, de los Biden al mismísimo agente de la CIA, cuya identidad sigue siendo secreta. Está por ver que no pida incluso la asistencia del presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, que por cierto ya ha repetido que nunca hubo quid pro quo y que jamás fue presionado por la Casa Blanca.

Los republicanos, que contraprogramaron las apariciones de los demócratas con su propia rueda de prensa, acusan a Pelosi, Nadler y Schiff de liderar poco menos que un asalto a las instituciones. Así lo explicó el congresista Steve Scalise, convencido de que acusan al presidente con absoluto desprecio de los hechos. En resumen, que se trata de una jugada política. Algo a lo que la propia Pelosi respondía airada: «Si no creemos que nuestra Constitución está siendo violada, que nuestra propia democracia está en juego», dijo, «¿para qué estamos aquí? ¿Solo para seguir teniendo trabajo? Hicimos un juramento para proteger y defender. Si no lo hiciéramos, si no lo cumpliéramos, seríamos unos delincuentes con nuestros deberes».