El Gobierno de Donald Trump

El comodín Trump

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TrumpMatthew EmmonsReuters

En 2011 Donald Trump aseguró que el entonces presidente Barack Obama comenzaría una guerra con Irán para buscar su reelección. La conclusión del actual mandatario parecía lógica. Tanto se ha convencido del éxito estratégico que decidió aplicarla él mismo. Ante la amenaza de un enemigo poderoso no quedará más opción: plegarse al único que será capaz de proteger al país. La política es percepción. Y este conflicto será manejado sobre esa lógica. Por tanto, y a juzgar por lo ocurrido en las últimas horas, el enfrentamiento de Estados Unidos con Irán podría ser lo suficientemente leve y puntual para no ser denominado como «guerra», pero lo suficientemente importante en lo discursivo para que la mayoría del pueblo norteamericano decida apoyar a Trump; anteponer los intereses patriotas sobre los partidistas.

Ronald Reagan no necesitó hacerlo, ya que estaba inmerso en la Guerra Fría con la Unión Soviética. Bush padre aplicó la receta en la Guerra del Golfo. Clinton lo hizo con la guerra en Bosnia. Bush hijo mantuvo la guerra en Irak y Afganistán contra el terrorismo islámico. Obama no sacó a todas las tropas en Oriente Medio y lideró ataques aéreos sobre Libia en 2011. Le ha llegado el turno a Trump. La tesis del enemigo externo para intentar consolidar lealtades fundamentadas en el patriotismo ha funcionado en la mayoría de los casos.

La estrategia le ha servido. Entre otras cosas porque ha puesto a los demócratas en una posición de perder-perder. ¿Cómo criticar a tu oponente por haber asesinado a un líder iraní de comprobada biografía sanguinaria? Para el elector norteamericano, ese antagonismo resultaría absurdo. Dentro de la lucha electoral, resulta un escenario idóneo para Trump. Criticarlo podría ser un gesto antipatriótico. Aplaudirlo resultaría irreal. Callar resultaría sospechoso cuando todo un país habla de eso. La mayoría de las encuestas del Real Clear Politics muestran que son más los norteamericanos que se oponen al «impeachment» que aquellos que lo apoyan. Los números han variado a favor de Trump en los últimos días. En este sentido, si la amenaza de aquella dictadura teocrática sigue siendo un elemento fundamental en la conversación ciudadana de los estadunidenses, es probable que el rechazo al proceso de destitución aumente. Diez meses nos separan de la elección presidencial. Durante este tiempo es difícil imaginar que el conflicto con Irán mejore. Incluso podríamos concluir que la tensión aumentará. De ser así, habría que cuestionar si los americanos dormirán más tranquilos durante las próximas semanas, tal y como afirmó el vicepresidente Mike Pence. Sin embargo, esta Administración liderada por un empresario astuto podrá estar convencida de que el camino elegido será exitoso siempre y cuando se mantenga la alerta, la amenaza.

Si el «impechament», finalmente mal manejado por los demócratas, se ha convertido en carta poderosa para el magnate presidente, Irán se ha convertido en su comodín.