Internacional
El precio de la libertad
Si algo hay que reconocerle al chavismo es su capacidad y habilidad de sembrar y hacer el mal. Divide, corrompe y chantajea. Quirúrgicamente, el régimen de Nicolás Maduro está llevando una política efectiva para descuartizar al Gobierno interino de Juan Guaidó y a los partidos que lo apoyan. A través de la corrupción y el chantaje, el régimen bolivariano emprendió una operación para quebrar la unidad de las fuerzas opositoras e instalar estructuras paralelas de poder. Lo ha hecho a través de la compra de conciencia y con el amparo de una justicia injusta, finalmente inexistente.
Hoy, Venezuela tiene un Gobierno ilegítimo que controla la administración pública y la fuerza militar. Además, tiene un Gobierno legítimo que ostenta el poder que le confiere la gente y la comunidad internacional. Adicionalmente, en el país existen desde hace pocos días un Parlamento legítimo reconocido por la mayoría de los venezolanos y por más de 50 países, y un parlamento ilegal, supuestamente opositor al régimen y reconocido por el chavismo. Si el país y su coyuntura dibujaban un escenario confuso, ahora resulta peor. La mayoría de países democráticos no se engañan. Saben perfectamente que se ha tejido una emboscada y una operación milimétricamente calculada para pulverizar el intento por rescatar la democracia. Sin embargo, la mayoría de los venezolanos se encuentran aturdidos y confundidos. La gran aspiración del pueblo es conseguir un cambio de Gobierno en el país. Un cambio que con toda seguridad traerá un porvenir distinto. Pero, ante el laberinto oscuro que se presenta ante ellos, la desesperanza ha reaparecido. La duda es constante y la incertidumbre se convierte en materia omnipresente. La imposibilidad de ver el final resulta una terrible y dolorosa realidad.
Guaidó ha insistido: sin la fuerza popular y sin la protesta ciudadana, el régimen no caerá. El apoyo de la comunidad internacional resulta insuficiente. Los militares que se oponen a Maduro y que podrían hacer algo se encuentran sometidos y perseguidos, con una capacidad de maniobra mínima. Hoy, quienes realmente imperan en Venezuela son la violencia, la fuerza de las balas, un Estado desprovisto de ley y la presencia amenazante de grupos paramilitares al servicio del chavismo. Ante ese panorama, lo peor que podría ocurrir es que tanto la dirigencia política, que pretende enrumbar al país a una transición, como los venezolanos, se queden en suspenso y a la espera de un milagro ajeno a su necesario protagonismo.
Todo parece indicar que no llegarán los marines ni el Comando Sur a liberar a Venezuela. Hoy más que nunca la cohesión, la unidad y la voluntad de cambio tendrán que sobrepasar y terminar venciendo a una barbarie que lleva 20 años con el control político del país. La libertad tiene su costo. La pregunta naturalmente termina siendo: ¿están los venezolanos dispuestos a pagarlo?
✕
Accede a tu cuenta para comentar