Angela Merkel

El pacto con los ultras de AfD resquebraja la Gran Coalición en Alemania

Merkel fuerza la dimisión del presidente regional de Turingia, el primer líder estatal en llegar al poder con el apoyo de la extrema derecha

Alemania.- Turingia volverá a las urnas tras el escándalo por la elección de su primer ministro con apoyo de AfD
Thomas Kemmerich ha dimitido como líder de los liberales en el Estado alemán de TuringialarazonMartin Schutt/dpa-Zentralbild/dp

El miércoles fue elegido, un día después anunció su renuncia y este sábado ha dimitido con efecto inmediato. El ascenso y fulgurante caída del hasta ahora presidente de Turingia, el liberal Thomas Kemmerich, simboliza como pocos el revulsivo que Berlín ha tratado de aplicar para solventar la crisis suscitada tras el escándalo de su elección con el apoyo de la extrema derecha.

Una renuncia, comandada desde el gobierno central que, sin embargo, no pone fin al terremoto político suscitado por la ruptura del “cordón sanitario” a la ultraderecha, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, y cuyas consecuencias últimas aún no han cristalizado. Los líderes del bloque conservador -conformado por la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Angela Merkel, la bávara Unión Socialcristiana (CSU) y el Partido Socialdemócrata (SPD)-, exigieron en primer lugar asumir las consecuencias.

“Los partidos de la coalición esperamos que el elegido jefe del Ejecutivo de Turingia, Thomas Kemmerich, extraiga la única consecuencia correcta y dimita”, aseguraron en el primer punto de un breve comunicado conjunto. El aludido tardó apenas unos minutos en anunciar públicamente su dimisión “con efecto inmediato”. Kemmerich, que el día anterior se había resistido aún a dejar el cargo alegando motivos administrativos y legales, no pudo seguir soportando la presión política y social.

Pero la purga no acabó ahí. Merkel exigió y consiguió la dimisión del comisionado especial del Gobierno para la Alemania del este, el conservador Christian Hirte, que el mismo día 5 felicitó a Kemmerich por su elección, sin reparar en cómo lo había logrado. Hirte ocupaba un puesto clave para la coordinación de la política federal alemana en los Estados regionales de la antigua RDA, una región económicamente más retrasada, y también era secretario de Estado en el Ministerio de Economía y Energía.

Merkel, a la que el estallido de la crisis sorprendió de gira por África, había defendido el “cordón sanitario” a la ultraderecha desde que ésta empezó a hacerse fuerte en 2015 y tachó de “imperdonable” la elección de Kemmerich, reproche que también iba dirigido a sus propias filas. Queda por ver qué sucede ahora con el líder conservador en Turingia, Mike Mohring, quien se ofreció a dimitir, pero por ahora se mantiene en su puesto. La decisión final está en manos de la presidenta de la CDU, Annegrett Kramp-Karrenbauer, que ha reiterado que su partido no coopera ni directa ni indirectamente con AfD, pero se ha mostrado incapaz de actuar con la determinación de Merkel, su mentora y predecesora en el cargo.

Disputas internas dentro del partido de Merkel

La crisis ha evidenciado que Kramp-Karrenbauer, al frente de la CDU desde hace poco más de un año, aún no tiene bien amarrado el partido, por sus propios fallos y por las zancadillas de familias disidentes a su derecha. Además, ha dejado entrever que un sector de la formación en el este del país no ve una línea roja en colaborar con AfD. El comunicado de la gran coalición berlinesa pedía además “nuevas elecciones pronto” en Turingia, por “razones de legitimación política”, independientemente de que de forma temporal se elija ahora a un nuevo jefe del Ejecutivo.

La convocatoria de nuevos comicios era una reivindicación de los tres partidos de izquierdas que habían alcanzado un acuerdo para formar un gobierno en minoría, los socialdemócratas, Los Verdes y La Izquierda, el más votado en las elecciones del pasado octubre. La CDU era más escéptica, porque los sondeos le daban una sonora caída tras el escándalo de Turingia, pero finalmente se ha decidido a dar este paso.

De hecho, de celebrarse ahora nueva elecciones, el partido de la canciller perdería la mitad de sus apoyos, del 22 al 12%, y el FDP caería por debajo del 5%, el mínimo para tener representación parlamentaria. El SPD, Los Verdes y también AfD subirán ligeramente, mientras que La Izquierda ganará 6 puntos porcentuales, hasta el 37 %, manteniéndose con diferencia como primera fuerza.