Coronavirus

Trump naufraga en una semana crítica para EE UU

Arrecian las críticas contra el presidente y su yerno, Jared Kushner, por su gestión de la crisis. Más de 320.000 ciudadanos se han contagiado ya mientras la Administración renuncia a tomar medidas más drásticas

Estados Unidos ante su peor semana. Lo repite desde hace días Donald Trump, más o menos sumiso a la opinión de los científicos que lo asesoran. El presidente habló de entre 100.000 y 240.000 muertos por coronavirus. Aunque, todo hay que decirlo, la comunidad científica desconoce cuáles son los datos y estudios a partir de cuales sustenta esas predicciones. Sea como sea el discurso de los expertos es cada vez más sombrío. No en vano ayer a mediodía, según el Johns Hopkins University, la fuente más fiable, eran 321.762 los casos confirmados y al menos 8.500 los muertos, de los que 1.344 fueron anunciados el sábado. Lo ha recalcado en la Fox el anestesista y vicealmirante de la Armada Jerome Adams: «Esta semana será la más dura y triste más muchos americanos. Éste será nuestro momento Pearl Harbor, nuestro momento 11-S, y no será en un solo sitio, va a suceder en todo el país y quiero que América lo entienda. También quiero que los americanos comprendan que por dura que sea esta semana, hay luz al final del túnel». Otro de los rostros visibles en la lucha contra la epidemia, el doctor Anthony Fauci, del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades infecciosas, ha pedido al presidente que decrete el confinamiento en todo el país. Trump, que hace apenas diez días hablaba de reabrir a principios de abril, sostiene que no es posible exigir semejante sacrificio en aquellos lugares donde el coronavirus todavía no ha causado estragos. La actitud de Fauci, siempre dispuesto a decir las verdades más duras, le ha granjeado numerosas amenazas de muerte.

En un año electoral, el presidente se muestra errático y en ocasiones confundido, a veces grave en el tono y otras empeñado en atacar a sus críticos o predicar supuestas verdades científicas sin más aval que su propio entusiasmo, el presidente Trump ha recurrido a su yerno, Jared Kushner, para atacar a los gobernadores disidentes. En un discurso sumamente polémico, mientras Cuomo y otros gobernantes imploran a la Casa Blanca que haga uso de todos sus poderes y salte por encima de las tendencias centrípetas, Kushner, que viene de lanzar un plan para Israel hundido antes de nacer,el yerno del presidente dedicó su intervención a repartir críticas. Entre otras cosas fustigó las peticiones de material médico, respiradores incluidos, y abundó en la idea de que muchos gobernadores tienen existencias que ni ellos mismos conocen. Un nuevo motivo para situarse en el centro de la diana de muchos ciudadanos indignados.

El plan premonitorio del presidente George W. Bush

Normal que estos días resuenen las palabras que pronunció George W. Bush en 2005. El presidente, que había leído el libro «The Great Influenza», de John M. Barry, sobre la gripe española de 1918, estaba convencido de que el país necesitaba prepararse para una pandemia. Un acontecimiento que de media parecía surgir al menos una vez cada siglo. Su preocupación era tal que obligó a los miembros de su Gobierno a establecer un plan minucioso.

En un discurso de ese año, ante el Instituto Nacional de Salud, Bush comentó que «una pandemia es muy parecida a un incendio forestal. Si se detecta temprano podría extinguirse con daños limitados. Si se le permite arder sin ser detectada puede convertirse en un infierno que puede extenderse rápidamente más allá de nuestra capacidad de controlarlo. Para responder a una pandemia necesitamos personal médico y suministros adecuados. En una pandemia, todo, desde jeringas hasta camas de hospital, máscaras de respiradores y equipos de protección, serían escasos». Por si fuera poco, en caso de pandemia «nuestro país debe tener la capacidad de poner en marcha una nueva vacuna rápidamente y fabricar las dosis suficientes para inmunizar a todos los estadounidenses contra la cepa pandémica».

Con los años el plan fue arrumbado y los problemas, las prioridades eran más inmediatas. Pero su plan y su visión son los fundamentos a partir de los cuales el actual Gobierno comenzó moverse. Una ayuda muy necesaria, habida cuenta el historial de desencuentros de la Administración Trump con las élites científicas y sus sostenidos recortes a la investigación. Aunque el doctor Fauci no teme criticar a los gobernadores que todavía no han aplicado las medidas de confinamiento, explica que «no entiendo lo que está sucediendo en este país».

Los territorios más afectados, como Nueva York, pelean entre tanto con todo lo que tienen. El gobernador del estado, Andrew Cuomo, explicó ayer que los hospitales de la ciudad, al límite de su capacidad, están aplicando varios tratamientos experimentales, del uso de plasma a los medicamentos como la hidroxicloroquina, por más que de momento la evidencia disponible sea muy escasa. Como nota positiva cabe añadir que el Pentágono ha ordenado desplegar más de mil médicos militares en Nueva York, donde a pesar de que la curva de contagios parece haberse contenido ligeramente no dejan de aparecer nuevos focos, como en el caso de Long Island.