Papa Francisco

El Papa insta a Europa a desterrar el «egoísmo» y la «indiferencia»

“La UE está ante un desafío histórico en el que está en juego el futuro del mundo”, advierte Francisco en una política bendición “urbi et orbi”. Reclama un alto el fuego mundial durante la pandemia

La bendición “Urbi et Urbi”, que el Papa solo imparte en Navidad y el Domingo de Resurrección, suele ser un momento para que el Pontífice haga un recorrido por los países en problemas, todos los rincones que le afligen. Este año ya ha hecho una excepción, ya que hace un par de semanas ya ofreció una bendición excepcional en la que repartió indulgencias plenarias. Y también, de algún modo, fue una excepción lo de este domingo, porque su repaso esta vez fue global y toda atención la concentró un solo tema. “Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia”, dijo Francisco. De nuevo en una basílica de San Pedro vacía y con gesto preocupado, el Papa lanzó su bendición al planeta.

Su discurso, muy político, estuvo articulado en torno a cuatro conceptos. No es tiempo de indiferencia, egoísmo, división y odio, afirmó. Aunque el mensaje más contundente lo envío al continente europeo. “Hoy la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no solo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras”, pronunció. Se refería, sobre todo, a medidas de acción colectiva. “Después de la Segunda Guerra Mundial, este amado continente pudo resurgir gracias a un auténtico espíritu de solidaridad que le permitió superar las rivalidades del pasado”, añadió.

Según Francisco, ésta es “la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones”. Y este concepto conecta directamente con lo que Bergoglio suele calificar como “cultura del descarte”. “Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos”, aseveró. De ahí que no sea “el tiempo de la indiferencia”, para que a quienes más lo necesitan “no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y, sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria”.

Poniendo nombres a los países, el Papa insistió en que tampoco “es tiempo de la división”. “Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas”, lanzó. Y entre las naciones que mencionó de forma explícita estaban Siria, Yemen, Irak, Ucrania, Israel y Palestina o varios países africanos en los que se han perpetrado ataques terroristas. Un capítulo aparte merecieron otros Estados que no viven una situación de conflicto abierto, pero que son castigados por distintas crisis. A ellos se refirió cuando sostuvo que “no es tiempo del olvido”. Y ahí incluyó a poblaciones de África y Asia que viven crisis humanitarias, Liba, la frontera entre Grecia y Turquía o Venezuela.

Todo eso fue lo que el Papa les transmitió a los países, pero también tuvo un amplio espacio para las personas que están sufriendo estos días. Para los enfermos, los familiares de las víctimas, los médicos y enfermeros, los trabajadores de los servicios esenciales o quienes sufrirán las consecuencias económicas de la crisis. La lista fue interminable y tampoco quiso olvidarse de internos y empleados de las residencias de ancianos o las personas que están en la cárcel, por quienes siente una especial predilección. Francisco rezó por todos ellos, porque además en estos días, “esta enfermedad no solo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos”. Con su bendición, el Papa quiso restañar esta ausencia.