Internacional

La paradoja africana: por qué pese a ser el continente con menos casos, será el más golpeado por la crisis del coronavirus

La ONU avisa que los Estados más vulnerables en África corren el riesgo de retroceder a una situación similar a la década de los 90. Con el mundo desarrollado ocupado en salvar sus economías tambaleantes, parece que esta vez la ayuda tardará en llegar.

A health worker checks a mans temperature during door to door screening in an attempt to contain the coronavirus disease (COVID-19) outbreak in Jika Joe informal settlement in Pietermaritzburg
A health worker checks a mans temperature during door to door screening in an attempt to contain the coronavirus disease (COVID-19) outbreak in Jika Joe informal settlement in Pietermaritzburg, South Africa, April 16, 2020. REUTERS/Rogan WardROGAN WARDReuters

Actualmente se han detectado 17.502 casos confirmados de coronavirus en África y la cifra de fallecidos roza los 1.000. Claro que estos datos deben cogerse con pinzas, ya que los sistemas sanitarios y métodos de detección en la mayoría de los países que conforman el continente, no poseen los medios necesarios para destapar los posibles casos. No es casualidad, por tanto, que los países más afectados hasta la fecha sean precisamente Sudáfrica, Egipto y Marruecos, que son a su vez los que disponen de mejores medios sanitarios. Si bien es cierto que el clima tropical en gran parte del continente, así como la media de edad relativamente joven de su población, dan pie a incluir el número de contagios posibles por debajo de las cifras europeas, es evidente que ya han pasado días desde que superaron los 20.000 casos.

Pero pese a ser el continente menos afectado (oficialmente) por el coronavirus, las repercusiones económicas que esta crisis tendrá en el mundo golpeará más duramente a África que a cualquier otra región. Para entender por qué, será preciso desmenuzar su situación.

La deuda africana, un problema sin solución a la vista

La gran amenaza que ensombrece las economías africanas es la deuda externa. Una deuda que comenzó con los primeros pasos de las independencias, debido a que los países africanos heredaron las deudas de las colonias y necesitaron endeudarse todavía más para crear sus nuevos Estados. Hablamos de la década de 1960. Un paso peligroso, ya que las deudas se generaron con un tipo de interés variable, el cual se disparó tras los choques petroleros a finales de los 70. Llegada a esta situación, las economías africanas, ya delicadas desde su comienzo, se derrumbaron.

Con el comienzo del siglo XXI, China hizo su entrada triunfal en el continente. Rescató los sistemas de numerosos países africanos mediante una economía de captación con deuda, a cambio de que se les permitiese explotar por precios irrisorios los ya maltrechos recursos naturales del continente. Con el paso de los años, China ha construido infraestructuras en Senegal, Ghana y Kenia, entre otros, aumentando de esta manera la deuda africana.

Entendemos por tanto, que África se encuentra endeudada hasta la barbilla y no posee de los medios económicos necesarios para hacer frente a los pagos. Esto ha llevado a que el G20 haya impulsado una suspensión de la deuda africana por 12 meses. Una medida que ya se efectuó en crisis anteriores y con resultados poco útiles.

FILE - In this March 24, 2020, file photo, a street trader sells cabbages by the side of the road, after the government ordered the closure of the main open air market, in the Mathare slum, or informal settlement, of Nairobi, Kenya. Lockdowns in Africa limiting the movement of people in an attempt to slow the spread of the coronavirus are threatening to choke off supplies of what the continent needs the most: Food. (AP Photo/Brian Inganga, File)
FILE - In this March 24, 2020, file photo, a street trader sells cabbages by the side of the road, after the government ordered the closure of the main open air market, in the Mathare slum, or informal settlement, of Nairobi, Kenya. Lockdowns in Africa limiting the movement of people in an attempt to slow the spread of the coronavirus are threatening to choke off supplies of what the continent needs the most: Food. (AP Photo/Brian Inganga, File)Brian IngangaAP

La precaria economía de hogar y una segunda oleada de langostas

Según nos cuenta Ricardo Pereira, profesional en el mundo de las ONG de Guinea Bissau desde hace 10 años, la situación de confinamiento en su país conllevará resultados catastróficos para la economía de hogar. “Un 80% del país no tiene electricidad en casa, lo cual impide hacer acopio de alimentos para aguantar la cuarentena”, asegura. Por otro lado, es habitual que los empleos en el continente sean diarios, es decir, que cada día se obtengan (si lo consiguen) el empleo que les dará los recursos suficientes para sobrevivir en el día a día. Así, un hombre podrá ser electricista el lunes, trabajador de construcción un martes, desempleado de miércoles a sábado y taxista el domingo, cuando un amigo o familiar le alquile su taxi durante el día. “Sin la posibilidad de salir a la calle a buscar este trabajo diario, encontramos miles de familias que no tienen los medios suficientes para comer hoy, mañana, o pasado, no digamos ya las semanas siguientes”, continúa Ricardo. Una alarmante situación que afecta a millones de personas en todo el continente y se prolongará lo que dure la cuarentena.

El espectro del hambre amenaza a un continente que todavía no ha conseguido detener enfermedades con una letalidad mayor al coronavirus, como ocurre con el ébola en el Congo, y que debe enfrentarse diariamente y desde hace décadas a brotes de cólera, tuberculosis y lepra. El sistema sanitario africano no está preparado para una epidemia de las dimensiones del COVID-19, especialmente en África Subsahariana. A comienzos de semana llegaron noticias de que una segunda oleada de langostas “de proporciones bíblicas” ha seguido a una primera oleada que devastó su lado oriental en el mes de febrero. Estos insectos, capaces de recorrer 160 kilómetros al día, devoran por cada enjambre de kilómetro cuadrado el equivalente a lo que consumirían 35.000 personas en un día, y ya han causado graves estragos en las cosechas de la región. La ONU ha afirmado que se trata de una situación “extremadamente alarmante” y añade que millones de personas corren el riesgo de hambruna en Somalia, Uganda y Kenia.

La inestabilidad política y el reparto desigual de riquezas

Por otro lado, debemos añadir la inestabilidad política y social en numerosas regiones. A las guerras aparentemente interminables en el Congo, República Centroafricana y Somalia, se debe añadir la precaria situación en la zona del Sahel tras el avance del Estado Islámico del Gran Sáhara. El norte de Nigeria, Burkina Faso y Malí, llevan ya más de un año combatiendo contra ellos. Otros países se zambulleron en la crisis del coronavirus en un momento de extrema inestabilidad política, como es el caso de Guinea Bissau, donde fuerzas militares leales a un gobierno golpista tomaron todos los edificios públicos del país, y han encontrado en esta nueva situación la excusa ideal para afianzar su poder ilegítimo.

Pese a que los informes recientes del FMI destacan que numerosos países africanos van a experimentar en el año 2020 un crecimiento de entre el 1% y 3% de su PIB, la realidad es que las cifras vuelven a ser extremadamente relativas. Un gran número de la población africana todavía vive en zonas rurales incomunicadas con el exterior, y si bien las enfermedades no conocen de fronteras, sí es el caso de la riqueza económica, generalmente recluida en las ciudades y al alcance de unas pocas manos afortunadas.

Se espera que la economía africana retroceda a situaciones similares a los años 90. Un panorama desalentador para millones de familias que ya se encontraban en una situación precaria, y que a lo largo de los meses siguientes se adentrarán inexorablemente en una situación difícil de mejorar.