Donald Trump
Elecciones americanas bajo el Corona: ¿Están en peligro?
Aunque el presidente Trump optase por decretar la Ley marcial ante una segunda oleada en otoño es el Congreso quien tiene la autoridad para posponer las urnas
El 3 de noviembre de este año se celebrarán elecciones presidenciales en Estados Unidos. Donald Trump intentará la reelección contra el probable candidato demócrata y antiguo vicepresidente Joe Biden. Estas elecciones sin embargo se verán marcadas por el virus SARS-CoV-2. La incertidumbre sobre el futuro de este virus, en particular sobre la más que probable llegada de una segunda oleada están marcando los tiempos políticos en el país norteamericano.
Aun si esta temida segunda ola no llegara, los efectos de este virus ya han dejado su huella en Estados Unidos, cuyo presidente se ha visto desbordado, incapaz de dar una respuesta adecuada a la crisis sanitaria, y paralizado ante las consecuencias económicas por una flagrante falta de acción, previsión, y liderazgo. La imagen del presidente se ha visto aun más perjudicada por la buena acción de ciertos líderes regionales; los alcaldes y sobre todo gobernadores de los distintos estados de la unión se han erigido como los únicos paladines de un pueblo olvidado. La crisis se ha tornado en una cuestión de confianza, y no hay duda de que dejará secuelas políticas, principalmente si el presidente y su oponente no reaccionan.
Este virus ya ha tenido un impacto en la carrera electoral, obligando a posponer un gran número de elecciones primarias en distintos estados, y abriendo un debate sobre la celebración electoral en tiempos de pandemia. Las primarias demócratas se vieron paralizadas, obligando a sus dos contendientes principales Joe Biden y Bernie Sanders a cancelar grandes actos y a la organización de debates sin público en una imagen poco reconocible del gran espectáculo electoral estadounidense. Algunos estudios, como el realizado por investigadores de la Universidad de Kentucky, indicarían que el factor miedo provocado por el virus habría acabado de inclinar la balanza por Biden y por tanto en la renuncia de Sanders. Además, las primarias de Wisconsin celebradas cuando ya se habían registrado casos positivos en el estado, nos muestran una caída de la participación y un aumento de las peticiones para votar por correo.
Queda por ver si el virus pesará en la elección del presidente. El electorado estadounidense tiende a dar apoyo al presidente en “tiempos de guerra”, como algunos están empezando a llamar la situación actual. Además, el apoyo al presidente está altamente ideologizado, y su base altamente motivada.
Las críticas a China por su opaca gestión y su falta de compromiso con la comunidad internacional están, a su vez, levantado la imagen del presidente que parece haber encontrado el clavo ardiente al que aferrarse para buscar su reelección. Por su parte, Biden carece del carisma de su antiguo jefe, y mucho menos de su capacidad de movilización. Lastrado por un electorado poco motivado y una más que probable baja participación, el antiguo vicepresidente de Obama tendrá difícil su elección.
Ante este ejemplo, la celebración de las presidenciales de noviembre está en entredicho. ¿Podrían éstas llegar a aplazarse, o, a cancelarse? En Francia, por ejemplo, la segunda vuelta de las elecciones municipales se ha pospuesto. Muchos temen que la continua expansión del virus por el país norteamericano dé alas al presidente para expandir su autoridad más allá de lo constitucionalmente permitido. La sospecha y el miedo de una posible declaración y abuso de la ley marcial en respuesta a la crisis sanitaria, social y económica planea sobre el electorado.
Sin embargo, esto no sería tan sencillo. La Constitución indica que el fin del mandato presidencial es el 20 de enero de 2021 al medio día. Además, el presidente carece de la autoridad para posponer las elecciones, poder que descansa exclusivamente en el Congreso incluso durante un periodo de ley marcial. Estados Unidos ha celebrado elecciones en tiempos de crisis, tanto durante guerras mundiales como durante la epidemia de la mal llamada gripe española de principios del siglo XX. El caso es que estas elecciones se celebrarán envueltas en un clima político crispado, con un electorado asustado, obligado a elegir entre su derecho al voto y su seguridad.
Por otro lado, éstas se celebran en un escenario internacional novel. El virus no solamente ha afectado a la vida diaria de miles de millones de personas alrededor del mundo, sino que está cambiando el panorama geopolítico a nivel global. Pocos dudan hoy de la llegada de una crisis económica de magnitudes catastróficas. En Estados Unidos, la contracción de la economía ha sido de casi un 5%, que, añadido al desplome del precio del crudo, la paralización de la industria del turismo, o la caída de la producción industrial, harán que se dibujen nuevos equilibrios en la esfera internacional.
China, que parecía en un primer momento el principal ganador en este nuevo paradigma, puede verse en una situación muy incómoda si no es capaz de defender la gestión que hizo de un virus que se originó dentro de sus fronteras. La Unión Europea ha brillado por su ausencia y los principales líderes del continente tampoco han sabido estar a la altura.
Estados Unidos se encuentra pues ante unas elecciones inusuales. En la elección se escogerá no solamente al presidente del país, pero también su papel ante un nuevo escenario global. Estados Unidos ha de elegir entre seguir liderando y defendiendo los valores de Occidente, basados en los derechos inalienables del individuo, o desempeñar un papel secundario, situación que sin duda sería aprovechada por aquellos poderes que buscan desestabilizar el orden liberal que tanto esfuerzo costó erigir, y que ha resultado en los mayores niveles de prosperidad y bienestar en la historia.
*Profesor de Relaciones Internacionales
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