Venezuela

Maduro tira del “voto del hambre” para blanquear sus elecciones

El régimen chavista necesita un mínimo de participación para avalar su farsa, por lo que no duda en chantajear a los más necesitados

Simpatizantes del hijo de Nicolás Maduro durante un acto en La Guaira, Venezuela
Simpatizantes del hijo de Nicolás Maduro durante un acto en La Guaira, VenezuelaMiguel GutiérrezEFE

Para Nicolás Maduro es importante mostrar que el fraude electoral que ha organizado para hoy logró convocar a la población. Es parte de la mascarada democrática con la cual pretende enviar el mensaje de que en Venezuela se vive una democracia y que la población avala sus políticas. Según el politólogo Ricardo Ríos, un 40% de participación pudiera ser el mínimo al que aspira el oficialismo. Le daría oxígeno para el discurso de que suficientes personas se expresaron en las urnas.

De allí los mensajes de «si la oposición gana yo me voy de la presidencia» que dijo Nicolás Maduro, o la constante propaganda de que las sanciones internacionales, la escasez de gasolina y otros problemas cotidianos del venezolano terminarán si el Parlamento deja de estar controlado por sus adversarios políticos.

Pero para garantizar que la gente acuda a las urnas, también se opta por la manipulación y la amenaza. Durante la campaña, el Observatorio contra el Fraude instalado por la Asamblea Nacional registró chantajes hechos por candidatos del oficialismo al respecto de la entrega de bonos en efectivo por parte del régimen, anunciando que serán sustraídos a quienes no voten.

Abanderados del PSUV hicieron campaña entregando cajas de comida subsidiadas del CLAP (el Comité Local de Abastecimiento y Producción local) en más del 60 por ciento de los municipios de Venezuela, según ese observatorio. Y se produjeron entregas de bombonas de gas llamando al voto, cuando el país atraviesa una severa escasez en la distribución del combustible doméstico.

Por otra parte, militantes del chavismo también aprovecharon materiales de ayuda humanitaria enviados a Venezuela por Unicef para entregarlos como parte de la campaña electoral. La propia Unicef hizo llamamientos a suspender esta práctica.

Y por si fuera poco, la candidata Iris Varela envió un mensaje a funcionarios y directores del Ministerio de Asuntos Penitenciarios, que ella encabezó hasta hace algunas semanas, y pidió que «el que no vote, que lo boten (echen)».

Votos por alimentos

Antonia Camacaro vive en Capacho, en el fronterizo estado Táchira. Es pensionada y vive gracias a las ayudas que sus hijos le envían desde Colombia. «A mí me han tocado la puerta varias veces para decirme que tengo que votar. Saben que yo me bandeo (resuelvo) con el CLAP para completar la comida. Eso ya no trae carne ni pollo sino pasta y arroz. Hasta los granos le sacaron. Pero igual es una ayuda. La coordinadora del CLAP nos ha dicho que vayamos a votar para que sigamos recibiendo la caja». Para la mujer de 67 años ni siquiera está en discusión la legitimidad de la votación. «Yo no me voy a arriesgar a que me saquen de esa lista porque me quedo sin poder comer».

Del otro lado del país, en Monagas, Alberto Román denuncia que las estructuras del partido de gobierno se han encargado de repartir el mensaje que Diosdado Cabello convirtió en chiste esta semana: «El que no vota, no come».

«Es doloroso conocer gente que sufre el chantaje del régimen para obligarlos a votar. Están tristes y temerosos porque la dependencia miserable de la lista del CLAP y del carnet de la patria los hace esclavos. Y no te estoy hablando en frío, sino de familiares míos, directos, que no pueden hacer otra cosa sino bajar la cabeza».

No se trata solo de comida. A Julio González –nombre simulado para proteger su identidad a solicitud– le asignaron un apartamento de la Misión Vivienda en Trujillo hace un par de años. Esta semana él y sus vecinos han recibido mensajes de texto invitándolos a votar, recordándoles que deben ser agradecidos. La Misión Vivienda no entrega títulos de propiedad, y ya antes se han visto desalojos arbitrarios como castigos.

La estructura de Consejos Comunales y de los CLAP, instancias de organización social para la entrega de programas sociales, funcionan como células partidistas, particularmente en el estado Táchira, fronterizo con Colombia, donde el «jefe nacional de los CLAP» Freddy Bernal está postulado como candidato. En sus actos de campaña, como en los del partido en el resto del país, los integrantes de los CLAP han incluso servido de movilizadores y organizadores.

Mediante mensajes de texto SMS distribuidos por el Ministerio de Información, los integrantes de los CLAP y otros sistemas de organización comunitaria reciben instrucciones para acudir a los actos, como éste, que fue distribuido esta semana: «CIERRE DE CAMPAÑA. Se convoca al PSUV DIEGO IBARRA (UBCH, CLAP, SV, JPSUV, FFM, MILICIA, COMUNA, MM, CHJUV, GPP), acompañar a nuestro Gob Rafael Lacava Leonel Ruiz a recibir a Diosdado Cabello. Jueves 03/12/2020. Complejo Deportivo Batalla de Carabobo Hora: 9:00 AM». Para este evento, los CLAP fueron incorporados a la Red de Articulación y Acción Sociopolítica (RAAS), que busca coordinar a nivel local «las acciones entre el Estado y las organizaciones del Poder Popular en procura de la mayor suma de felicidad posible de sus pobladores». Allí también se incluyen las UBCH, unidades de batalla Bolívar-Chávez, otras células partidistas para control de las comunidades más humildes.

Y se puso en práctica. En el occidental estado Zulia, un integrante de una RAAS, denuncia a LA RAZÓN que una reunión convocada para entregar el CLAP «resultó que era el cierre de campaña del PSUV».

Estudios de opinión como de la encuestadora Datanálisis indican que apenas 8,6% de los venezolanos dicen estar muy dispuestos a participar el 6 de diciembre, mientras 25,4% sostiene estar algo dispuestos a hacerlo. El potencial de participación es, por tanto, menor a 34%.

Según Consultores 21, solo el 22% está dispuesto a participar en los comicios fraudulentos de hoy. En ambos casos, los dispuestos se conforman mayoritariamente por quienes se dicen chavistas.