Castigo
Macron se desmarca de la debacle en las elecciones regionales
El presidente francés trata de distanciarse del pinchazo de su partido en la primera vuelta. El tradicional bipartidismo recibe un balón de oxígeno para las presidenciales de 2022
La resaca de la primera vuelta de las elecciones regionales en Francia se ha traducido en sendas crisis internas para los dos favoritos a llegar al Elíseo el año que viene: Emmanuel Macron y Marine Le Pen. Y para que la paradoja sea ya completa, los partidos tradicionales, que vienen atravesando una larga travesía por el desierto desde la llegada de Macron al poder en 2017, han tomado su balón de oxígeno con unos resultados que muy probablemente les permitirán, tanto a la derecha clásica como a los socialistas, mantener sus feudos regionales históricos en la segunda vuelta del próximo domingo y, ya de paso, consolidar el liderazgo de muchos de sus barones regionales que podrían ser eventuales candidatos a romper la dinámica Macron-Le Pen en las presidenciales del próximo año.
“La derecha desafloja la pinza Macron-Le Pen”, titulaba en una de sus tribunas “Le Figaro” este lunes apuntando a esa difícil tarea, convertida en crisis de identidad, de abrirse un espacio entre la ultraderecha y el macronismo en la que Los Republicanos (LR) llevan cuatro años sumergidos. “Un escrutinio que desordena el mapa político antes de las presidenciales”, afirmaba por su parte “Le Monde” haciendo hincapié en esos rumbos de crisis cruzadas entre formaciones políticas francesas.
La prensa gala y los analistas políticos intentaban este lunes dar respuestas, a veces a duras penas, a dos cuestiones que han marcado esta primera vuelta de los comicios regionales: el batacazo que se han dado los sondeos, que proyectaban poco menos que una ola ultraderechista en el mapa territorial francés, y el histórico dato de abstención del 66,7%.
Lo cierto es que la demoscopia sí vaticinaba poca participación, pero no hasta tal punto y muchos analistas subrayaban que la ultraderecha, en principio más movilizada que los otros partidos, podría sacar tajada de ello. Pero pasó justo al revés. Los pocos franceses que fueron a votar lo hicieron para plebiscitar a quien ya estaba en el poder.
Jean-Daniel Lévy, director de la demoscópica Harris Interactive, entonaba su mea culpa en la emisora RTL: “La abstención ha tenido una incidencia fuerte en que los sondeos no se cumplieran (...) Pero eso no nos exonera de nuestras responsabilidades”.
Isabelle Veyrat-Masson, directora del laboratorio político de una de las instituciones más respetadas de Francia, el Centro Nacional de Investigaciones, ha explicado en la cadena BFM dos claves importantes: los franceses han premiado en la final de la desescalada a sus presidentes regionales, un efecto de “salida de crisis” que se habría cruzado en su camino con con otro fenómeno. “Los jóvenes del Reagrupamiento Nacional no han ido a votar y esperan su momento en las presidenciales”, dice Veyrat-Masson, haciendo referencia a cómo esta circunstancia podría cambiar en la carrera por el Elíseo.
Le Pen se ha convertido en la opción principal de una juventud que no veía el interés en estos comicios regionales. En esa gran bolsa de abstencionismo joven se encuentra el gran incremento de votantes de RN durante los últimos años y ese aspecto pasa completamente inadvertido en unas elecciones de esta naturaleza. Es por ello que muchos analistas desconfían de extrapolar estos resultados a lo que pueda ocurrir dentro de unos meses.
Algo similar, pero por razones muy distintas, pasa con La República en Marcha (LREM) de Macron. Un partido creado a pasos acelerados con un objetivo: llegar al Elíseo en tiempo récord, pero con poca implantación territorial y sin la maquinaria ni de la derecha clásica ni de los socialistas. Macron lleva meses intentando hacer guiños y acercarse a regiones de Francia que siguen viendo con recelo a un presidente salido de las élites parisinas, pero los múltiples esfuerzos de su partido por enviar a ministros de renombre y secretarios de estado a pelear por regiones -en esta ocasión había hasta 15 miembros del gobierno implicados- se siguen percibiendo como “paracaidistas” aterrizados desde el Elíseo. Y los franceses no lo respaldan.
Todo lo contrario ha sucedido, al menos tras la primera vuelta, con los grandes barones de la derecha clásica. Para algunos de ellos, sus buenos resultados son el mejor credencial para luchar por el Elíseo en tiempos en que la derecha busca un liderazgo que se abra paso entre Macron y Le Pen. Destaca el resultado de Xavier Bertrand, presidente regional de Altos de Francia con un 41%, que ya presentó su candidatura para 2022 y el de Valérie Pécresse, presidenta de la región parisina, que se impuso con casi el 36% y se consolida como uno de los valores al alza de la derecha. Entre sus nombres podría estar ese líder que tanto persigue la familia conservadora.
En la izquierda, destaca un nombre claramente: el de la presidenta de la región de Occitania, Carole Delga, que con casi el 40% de los votos arrasa a sus rivales y consigue el mejor resultado de todos los candidatos socialistas en liza.
En todos estos casos, se trata de presidentes que ya estaban en sus puestos y que la crisis sanitaria ha reafirmado. El escenario probable para el próximo domingo es que poco cambie el mapa regional francés y que esta antesala de las presidenciales se convierta en un buen escaparate para barones de los partidos tradicionales.
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