Elecciones

Alemania: una locomotora a dos velocidades

El bipartidismo gana en la zona occidental y los extremos, la Izquierda y AfD, en la oriental. Esta correlación de fuerzas es proporcional al nivel de ingresos

Las banderas de Alemania y de la Unión Europea
Las banderas de Alemania y de la Unión Europealarazon

Setenta años después de que el diario británico “The Times” utilizara por primera vez la alusión “locomotora europea” para describir el crecimiento económico de la Alemania occidental tras la Segunda Guerra Mundial, el motor de esa coyuntura sigue a pleno funcionamiento aunque sufriendo los frenazos que le acarrean que, más de 30 años después de la reunificación, todavía persistan diferencias entre el este y el oeste del país. Una circunstancia que estará presente en las próximas elecciones federales.

Mientras que los partidos tradicionales obtendrán la mayor parte de su apoyo en el lado occidental, opciones más extremas -como la izquierda de Die Linke o los populistas de Alternativa para Alemania (AfD)- verán campar a sus anchas en las urnas de la antigua República Democrática comunista. Un apoyo que es directamente proporcional al nivel de ingresos. Mientras que los votantes de la Unión Cristianodemócrata (CDU) o del Partido Socialdemócrata (SPD) están generalmente por encima del ingreso medio, los partidarios de la izquierda y la AfD cobran generalmente menos que la media nacional y en su mayoría viven en la la Alemania Oriental o regiones que se han visto afectadas por la desindustrialización. Las diferencias siguen ahí.

De hecho, no sale a cuenta tener una carrera en el este de Alemania. La frase, dictada a modo de sentencia, es la conclusión a la que llegó el periodista Olaf Jacobs tras examinar a las élites alemanas e indagar dónde habían concluido sus estudios. Ya se trate de altos directivos o de ministros federales, los alemanes orientales apenas están representados hoy en día en los principales puestos de trabajo del país y las condiciones, al referirse a los tribunales o a los cargos en la universidad, adquieren una importancia que roza lo simbólico. La ecuación arroja asimismo una reveladora cifra: 6.500 euros brutos o, lo que es lo mismo, el promedio que gana de más un trabajador en el oeste comparado con uno del este. Ejemplos que, tres décadas después, dejan patente que las diferencias continúan en todos los ámbitos, pero sobre todo en el económico.

Como prueba, el PIB de las cinco regiones de la antigua República Democrática Alemana (RDA) que, en datos de 2020, solo representaba el 79,1% del nivel del oeste del país y eso que, desde 2010, esta diferencia se redujo gracias a un tejido de pequeñas y medianas empresas y al dinamismo que en los últimos años adquirieron ciudades como Leipzig, Dresde y sobre todo Berlín. No obstante, la mejora no compensa la ausencia de grandes empresas como Volkswagen, Siemens o Bayer, cuyas sedes están en el oeste, donde dan trabajo a decenas de miles de personas, o que ninguna empresa del Dax, el índice de los principales valores de la Bolsa de Fráncfort, tiene su sede en la parte oriental.

Treinta años después de la caída del Muro, los factores estructurales aún lastran la economía de la antigua Alemania oriental y, lejos de esperar una mejora, algunos analistas vaticinan que las diferencias podrían ahondar aún más en las próximas tres décadas. Entre los motivos de estas diferencias, la economista Kristina van Deuverden alude a un problema demográfico ocasionado por la intensa emigración hacia el oeste tras la reunificación en 1990. “El flujo de inversión y capitales que hubo hacia la antigua RDA fue inmenso. Pero las personas fueron en la otra dirección -explicó la experta-.

Los niños que deberían haber nacido allí ya no están”. De hecho, el consiguiente envejecimiento de la población forma parte de un círculo vicioso, puesto que no solamente afecta a los ingresos que fluyen hacia las arcas del estado, sino que reduce la mano de obra disponible, dificultando un desarrollo económico que, según los demógrafos, tendrá consecuencias durante varias décadas. “Es necesario atraer empresas, pero el problema es que no hay gente”, agregó Van Deuverden. Solo hay que darse una vuelta por el centro de algunas ciudades orientales que ofrecen como mayor reclamo el triste espectáculo de tiendas y edificios en venta. El dinamismo de ciudades como Dresde, Jena o Leipzig no ha conseguido ocultar el éxodo y el envejecimiento que azotan a estas regiones.

La circunstancia ha afectado asimismo al mercado laboral. En los últimos veinte años, el desempleo en los estados orientales se ha reducido hasta el 10%. Una cifra que sigue siendo elevada y que junto a otros factores ha sido el caldo de cultivo para que el este alemán sea el lugar perfecto para que germinen los sentimientos populistas con la AfD como mejor exponente. Creado en 2013, la formación xenófoba obtuvo sus mejores resultados en la zona oriental, donde ya recaba entre el 20 y el 30% de los votos, mientras que en el oeste saca, de media, un 10%. En esta línea, el comisionado del gobierno federal para los antiguos estados del este, Marco Wanderwitz, dijo que había observado un “escepticismo profundo y fundamental” hacia la política y la democracia en el este de Alemania.

“Tenemos que encontrar una manera de escapar de esta situación, y especialmente de vivir con miedo antes de cada elección estatal, temiendo el momento en que tengamos que mirar los resultados para ver cuántos puntos han ganado los extremos”, agregó. Con la excepción de Berlín, los alemanes del este muestran mayores preferencias por las opciones de extrema derecha, que superan con frecuencia el 20% del voto en los comicios. Nada raro en una región donde 14 millones de habitantes se acostumbraron durante 41 años a un sistema de partido único con elecciones regionales muy limitadas y una representación monopolizada por el Partido Socialista Unificado de Alemania (SED) y donde, según los politólogos, está vinculada la idea de que muchos alemanes orientales se siguen considerando “ciudadanos de segunda”. Así, según un sondeo reciente, el 74% considera que sigue habiendo “diferencias muy grandes” entre las dos partes del país.