The Economist
Isabel Díaz Ayuso, la nueva esperanza de la derecha española
¿Dónde irá ahora la líder madrileña?
Cuando los propietarios de cafés y bares de Madrid quisieron homenajear a la jefa regional, Isabel Díaz Ayuso, una vez pasados los meses más duros de la pandemia, varios ofrecieron platos a lo Ayuso, con dos huevos; una referencia al otro significado de la expresión: “Con un par de huevos”.
Ayuso está en la cresta de la ola. En 2019 fue elegida presidenta de la Comunidad de Madrid (que incluye la ciudad y los pueblos de alrededor, con 6,6 millones de habitantes), en representación del Partido Popular (pp), de centro derecha. Apenas un año después se enfrentó a una brutal primera oleada del coronavirus, y a fuertes críticas por su incidencia en Madrid. Sin embargo, durante el año siguiente luchó por mantener abiertos los comercios de la región, ganándose la gratitud de madrileños como los dueños de los bares. Hoy su rostro adorna los carteles de los comercios (“Todos somos Ayuso”), e incluso los calcetines que la representan como una santa católica.
Y lo que es más importante, en unas elecciones anticipadas celebradas en mayo (tras un desencuentro con su socio de coalición), consiguió una segunda victoria. Los socialistas, que lideran el gobierno nacional, quedaron en tercer lugar. Pablo Iglesias, el líder de Podemos, un partido de izquierda radical que gobierna con los socialistas a nivel nacional, se arriesgó y dejó el gabinete para luchar en las elecciones de Madrid. Su quinto puesto le llevó a dejar la política.
La victoria de Ayuso llegó con un eslogan sencillo hasta la crudeza: “Libertad o comunismo”. Pero la libertad es una nota que suena una y otra vez. “Madrid es libertad o no es Madrid”, dice a “The Economist”, volviendo al tema sin importar lo que se le pregunte. Madrid prospera cuando se deja a la gente en paz para que dirija sus negocios, haga lo que quiera con sus propiedades y viva como quiera. A la pregunta de qué puede hacer el gobierno además de quitarse de en medio, su respuesta es dar a la gente más libertad de elección, por ejemplo en los horarios de trabajo.
Esto se refleja en su política económica. Su principal asesor económico, Javier Fernández-Lasquetty, atribuye a los recortes fiscales por valor de 53.000 millones de euros desde 2004 el mérito de haber contribuido a que la tasa de crecimiento de Madrid, antaño débil, se sitúe por encima de la media nacional. Madrid tiene ahora la mayor economía regional de España, por delante de la de Cataluña. A principios de septiembre suprimió el último impuesto autónomo de la región, convirtiéndola en la única región que carece de este tipo de gravámenes con arreglo a las disposiciones fiscales habituales de España. Alaba la rivalidad económica entre las regiones españolas: “¿Cuándo ha sido mala la competencia?”.
Esto ha provocado críticas. Ximo Puig, el presidente socialista de Valencia, se quejó recientemente de que la posición de Madrid como capital traía consigo puestos de trabajo que su gobierno había hecho poco por ganar, lo que le permitía hacer “dumping fiscal”. Ayuso replica que “éste es el discurso de los políticos que se cruzan de brazos y no hacen nada”. Los observadores neutrales señalan que Madrid es la capital desde el siglo XVI; su ascenso económico es mucho más reciente.
El partido ha parecido no estar seguro de cómo manejar a su estrella emergente. Cuando dijo que se presentaría a la presidencia del PP en Madrid, la dirección se sobresaltó, diciendo que el partido regional debía ser dirigido por alguien que no dirigiera también un gobierno. Ayuso bromeó: “Soy una mujer y puedo hacer dos cosas a la vez”. (En todas las demás regiones que gobierna el PP, los puestos los ocupa la misma persona.) La prensa la enfrentó a Pablo Casado, líder nacional del PP, en una trivialidad que duró semanas.
Los ataques de Casado a Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, son cansinamente previsibles. Su partido lidera muchas encuestas (véase el gráfico), pero las valoraciones del propio Casado son pobres. Por el contrario, Ayuso es espontánea y genuina, lo que significa que da lugar a titulares, aunque también a meteduras de pata. Cuando se le preguntó si apoyaba la propuesta de Sánchez de prohibir la prostitución, su crítica al Gobierno incluyó la frase “Sólo quieren destruir empleo”. Pero su momento de protagonismo ha hecho que se especule con un futuro nacional. Durante un tiempo no hizo mucho por desanimarla. Abrió una oficina en Madrid encargada de explotar la posición global del español para impulsar los negocios, algo más propio del gobierno nacional. Sus repetidas incursiones en temas que van más allá de las atribuciones de un líder regional -y un viaje a Washington y Nueva York para reunirse con políticos y grupos de reflexión en el momento álgido de la contienda interna del PP- alimentaron las conversaciones sobre sus ambiciones.
Sin embargo, en el reciente congreso del partido en Valencia, agradeció de forma muy directa a Casado por ayudarle en su carrera, y señaló: “Mi lugar es Madrid”. Esto no acabará con las especulaciones. A diferencia de algunos barones del partido, ella procede de la clase media y ha llegado lejos. Los críticos que dicen que no es una intelectual reconocen, sin embargo, su astucia. Otros aseveran que tuvo la suerte, más que la brillantez, de compartir el deseo de los madrileños de que no se les ordenase quedarse en casa durante la pandemia. Con sólo 43 años, sin hijos, sin iglesia, soltera (por lo que “se puede decir que el mercado está fatal”, ha bromeado) e incluso con un tatuaje en el antebrazo, no es una líder evidente del tradicional partido conservador español. Pero se declara con orgullo liberal, no conservadora, y dice que en el PPhay sitio para ambos. Por ahora, Madrid es su lugar. Pero los españoles están pendientes de si su estilo tiene espacio para crecer.
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