Covid, Filomena y 4-M
Reconoce que le gusta vivir todo con «intensidad». Y, desde luego, el curso político que acaba esta próxima semana ha sido un territorio fértil para poner en práctica esa filosofía. Isabel Díaz Ayuso ha protagonizado toda una vida política en apenas 11 meses. Las sucesivas olas de la pandemia –de la segunda a la actual quinta, bajo su responsabilidad–, catástrofes naturales varias, desde incendios a la nevada del siglo, los efectos de la crisis económica, una guerra con Moncloa y una ruptura con su socio de Gobierno que acabó en una cita con las urnas que no hizo sino fortalecer su figura con una (casi) mayoría absoluta y una victoria en 177 de los 179 municipios.
Han sido éstos los principales retos a los que se ha tenido que enfrentar de puertas hacia dentro. En Madrid y también en España, porque su pulso con Pedro Sánchez en torno a los modelos de gestión opuestos que cada uno representa, ha consolidado a la periodista como referente de la política nacional. Y en el extranjero éste ha sido el curso en el que Ayuso ha dado el salto a la Prensa internacional.
Sólo en los últimos meses, reconocen en su equipo, ha concedido una treintena de entrevistas a medios de comunicación de otros países. A otras muchas peticiones no se ha podido dar salida por ahora. En ese «tour» por la Prensa internacional, Ayuso no se ha mordido la lengua al opinar del presidente del Gobierno: «Sánchez ha destrozado al socialismo español hasta hacerlo irreconocible para muchos de sus tradicionales votantes. Pactando con los herederos políticos de los terroristas, los independentistas o los comunistas, de los que tanto renegaba, ha radicalizado al PSOE con el único objetivo de perpetuarse en el poder, sea cual fuere el precio a pagar. No tiene un proyecto de país», aseguró durante una entrevista concedida a «El Mercurio» de Chile apenas dos semanas después de su victoria en los comicios regionales.
Ha sido rebautizada por «Le Figaro» como «La mujer que liberó Castilla». Para el «Financial Times», Ayuso es la «salvadora del centro derecha» en España. Aunque en ocasiones, con un relato trufado de los clásicos tópicos hispanos, la Prensa británica ha dado buena cuenta de cómo Madrid ha sido capaz en estos meses de lograr un mayor equilibrio entre salud y economía gracias al aperturismo y la mayor libertad impulsada desde la administración regional: «No estuvo de acuerdo con el criterio para el cierre de estos espacios, y ya durante la campaña electoral para su reelección aseguró que ‘donde hay toros, hay libertad’».
Más allá de su discurso y de la gestión liderada desde la Puerta del Sol, en los medios extranjeros han puesto el acento en la peculiaridad de la presidenta de Madrid: «A diferencia de muchos miembros de la elegante élite política española, Ayuso se define a sí misma como una inconformista de clase media que habla con franqueza. Su popularidad, que le aseguró la victoria en distritos obreros tradicionalmente socialistas como Fuenlabrada y Puente de Vallecas, ha provocado el pánico en la izquierda». Éste fue el retrato que hizo de ella«The Times», que en su titular la elevó a la categoría de «Dama de Hierro de Madrid».
«Casi libertaria», con un «conservadurismo liberal pro-mercado» bajo el brazo; una persona con una «creciente destreza política» frente a las voces que, desde la izquierda, han visto en ella a «una populista trumpista y una novata liviana», Ayuso fue preguntada por el diario inglés e torno a si ella misma se veía como una continuadora de Margaret Thatcher. «Me halaga. Defendió lo que creía hasta el final. Adoro a la gente que no se deja llevar por la corrección política, y eso no es populismo, es ser valiente y tener corazón. También vino de una clase sencilla y entró en una élite donde no siempre se admite gente. Estas historias de superación de desafíos me representan», respondió entonces.
De su discurso político, otro de los aspectos en el que los medios de comunicación extranjeros más atención han puesto ha sido el relativo a la reivindicación que hace Ayuso de la vida «a la madrileña». Varias publicaciones han llegado a plantear esta cuestión como el surgimiento de un debate identitario inexistente hasta la fecha en Madrid. Ella misma lo explicó en el argentino «Clarín»: «Ser madrileño es una forma de ser. Es una actitud hacia la vida que no la marca ni el apellido ni el origen sino el proyecto común. No hay una identidad que inventar. Eso lleva así cinco siglos. Madrid es capital de España desde Felipe II porque se buscaba una tierra que fuera de todo el mundo. Fabricarlo ahora como hacen los nacionalistas en Cataluña, fabricar una nueva identidad para fragmentar la de España, eso sí que es artificial. Lo mío es saber interpretar lo que ya es Madrid. Y aprovechar ese potencial».