Cooperación

EE UU y Corea del Sur presionan a Pyongyang con maniobras militares

Washington y Seúl iniciaron una vez más y con efecto sorpresa sus últimos ejercicios conjuntos, en medio de las crecientes tensiones con China y Corea del Norte

Las maniobras en cuestión de cinco días de duración, movilizarán unos 100 aviones de ambas partes, incluidos los jets F-15K y KF-16 de Corea del Sur, y los F-16 de Estados Unidos
Las maniobras en cuestión de cinco días de duración, movilizarán unos 100 aviones de ambas partes, incluidos los jets F-15K y KF-16 de Corea del Sur, y los F-16 de Estados UnidosGiannis PapanikosAP

Washington y Seúl iniciaron el lunes una vez más y con efecto sorpresa sus últimos ejercicios militares conjuntos, en medio de las crecientes tensiones con su eterno enemigo y a pesar de las advertencias de Corea del Norte, que ve estas maniobras como un “ensayo de guerra”.

Unidades aéreas de Corea del Sur y Estados Unidos se desplegaron para participar en unos ejercicios de guerra reducidos, después de que Corea del Norte disparara un misil balístico lanzado desde un submarino a mediados de octubre, según un funcionario militar de Seúl.

Los ejercicios, anteriormente denominados “Vigilant Ace”, comenzaron sin ningún anuncio previo oficial. La agencia de noticias surcoreana Yonhap, aseguró que las maniobras en cuestión de cinco días de duración, movilizarán unos 100 aviones de ambas partes, incluidos los jets F-15K y KF-16 de Corea del Sur, y los F-16 de Estados Unidos. Sin embargo en esta ocasión no se han desplegado vehículos militares desde el territorio estadounidense.

La Fuerza Aérea de Corea del Sur se ha negado a dar detalles públicamente sobre las maniobras, señalando que los ejercicios aliados se llevan a cabo de manera “equilibrada” en el marco del plan anual. “No podemos comentar nada, ya que no está previsto que se divulgue a los medios de comunicación”, señaló un funcionario a la agencia de noticias Yonhap.

Los ensayos se desarrollaron después de que Corea del Norte confirmara a mediados de octubre que había ensayado con éxito un nuevo misil balístico lanzado desde un submarino, señalando que el misil contaba con “tecnologías avanzadas de guiado de control”, que lo hacían más difícil de seguir. Por ello, este mismo lunes, Corea del Sur anunció que ha aprobado el desarrollo de torpedos ligeros autóctonos hasta 2028 y un paquete de bombas guiadas por GPS, para así mejorar las capacidades de la armada ante la necesidad de redoblar sus capacidades de defensa submarinas.

El Norte ha denunciado los ejercicios de esta semana y ha amenazado con tomar medidas al respecto. Sung Kim, enviado de EE.UU. para el Norte, aseguró que las pruebas eran “preocupantes y contraproducentes”, y pidió al gobierno de Kim que aceptara la oferta de conversaciones.

Pyongyang ha reivindicado que los simulacros conjuntos realizados con anterioridad por parte de su vecino, eran ensayos para la invasión de Corea del Norte, e incluso llegó a cortar las líneas directas intercoreanas en agosto acusando a su enemigo del sur de “comportamiento pérfido”, mientras Seúl y Washington realizaban los entrenamientos habituales del verano.

En años anteriores, las maniobras conjuntas han contado con decenas de miles de soldados, así como con cientos de cazas, bombarderos y otros aviones de guerra. Sin embargo, estas se redujeron en 2017 para permitir las conversaciones con Pyongyang. El ex presidente estadounidense Donald Trump se reunió con Kim Jong-un en Singapur, y Washington presionó para que Pyongyang abandonara sus programas nucleares y de misiles a cambio de un alivio de las sanciones.

No obstante, los dos estados restablecieron la línea directa de comunicación hace menos de un mes y tras un periodo en que la tensión militar ha ido en aumento. Las conversaciones tuvieron como principal objetivo desmantelar los programas nucleares y de misiles de Corea del Norte a cambio de las sanciones que Estados Unidos ha impuesto sobre este país.

Estos últimos ejercicios se producen apenas una semana después de que el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, reafirmara el deseo de Seúl de proseguir las conversaciones de paz con Pyongyang a pesar del aumento de las tensiones este año.

La premisa más importante para una declaración de fin de la guerra es la sólida confianza en la promesa de Corea del Norte de no amenazar a Corea del Sur. En el centro de esa promesa se encuentra la desnuclearización.

Moon se reunió el pasado viernes con el Papa Francisco en Roma al margen de la Cumbre del G20, e instó al pontífice a visitar Corea del Norte para impulsar la iniciativa de paz. En su encuentro, el líder surcoreano regaló al Papa una de las 136 cruces creadas con alambre de espino de una valla en la zona desmilitarizada, la división que atraviesa la península desde hace 68 años.

En Corea del Sur hay 5,9 millones de católicos, según la Conferencia Episcopal del país, lo que supone uno de cada nueve habitantes. Sin embargo en el Norte, la libertad religiosa está consagrada en la Constitución, pero toda actividad religiosa está completamente prohibida fuera de las instituciones sancionadas por el Estado. A principios del siglo XX, Pyongyang era un centro misionero regional con decenas de iglesias y una próspera comunidad cristiana que le valió el título de “Jerusalén del Este”.

Moon aseguró que el Papa estaría dispuesto a visitar Corea del Norte si fuera invitado por Pyongyang.

El lunes, el gobierno surcoreano pidió a Corea del Norte que “responda positivamente” a la propuesta, reiterando que una visita del Papa Francisco reforzará “la esperanza de progreso en los esfuerzos para promover la paz regional”.