Opinión

Cuando Lula compara a Angela Merkel con Daniel Ortega

El ex presidente de Brasil se pregunta por qué la canciller alemana puede estar 16 años en el poder y el mandatario sandinista no

Encuentro con el ex presidente de Brasil Lula Da Silva, organizado por Podemos y con la asistencia entre otros de Pablo Iglesias y la ministra Ione Belarra.
Encuentro con el ex presidente de Brasil Lula Da Silva, organizado por Podemos y con la asistencia entre otros de Pablo Iglesias y la ministra Ione Belarra.Jesús G. FeriaLa Razon

Aunque su ignorancia es fingida y cínica, la pregunta que hizo recientemente Luiz Inácio Lula Da Silva en Madrid amerita una respuesta didáctica, más allá de comparaciones personales y análisis subjetivos. “¿Por qué Angela Merkel puede estar 16 años en el poder y (Daniel) Ortega no?”, dejó caer Lula en una entrevista para un diario español, con la tranquilidad de tener esa impunidad ideológica con la que no contaría alguien que se atreva a comparar a Franco con Charles de Gaulle, por ejemplo.

Según Lula el poder se ejerce igual en Nicaragua que en Alemania, por lo que la continuidad indefinida de los mandatarios en ambos países tendrían las mismas consecuencias. La respuesta fácil sería enumerar las diferencias entre Merkel y Ortega, pero el análisis necesario nos lleva a comparar lo que son en el fondo dos modelos antagónicos, el de una democracia parlamentaria y una tiranía presidencialista. De aquí se desprenden dos ejes de antagonismo, la democracia y la tiranía por un lado, y el parlamentarismo y el presidencialismo por otro.

Empecemos por el segundo, que es quizás el más olvidado en cualquier análisis o debate. La continuidad indefinida no es igual dentro de un sistema parlamentario que dentro de un sistema presidencialista. En el primer caso el poder es indirecto y emana del Parlamento y su mayoría, la cual puede cambiar en cualquier momento, además de que se ejerce de forma constante un control legislativo al que se somete el mandatario de turno, siempre prescindible. También cabe recordar que en el caso de Alemania el jefe de Gobierno no es el mismo que el jefe del Estado, lo que profundiza aún más la separación de poderes. Por su parte, en las repúblicas presidencialistas se elige directamente a la persona que concentra de forma autónoma y al margen del Parlamento ambas jefaturas, de Gobierno y de Estado, por lo que su perpetuidad deriva siempre en un absolutismo sin contrapesos. A más poder menor duración en el cargo, decían los griegos desde los orígenes de la democracia, mientras que Montesquieu advertía que solo el poder detiene al poder. En el caso de las monarquías parlamentarias europeas, son democráticas porque el monarca no ejerce casi poder más allá de representar al Estado y no incide ni en el debate político ni en la gestión de gobierno. Son jefaturas de Estado vitalicias pero sin poder real.

La reelección indefinida de Chávez, copiada hasta la saciedad

El dato es que dentro de un sistema parlamentario el poder principal reside en el Parlamento, lo que lo hace colectivo y plural en esencia, mientras que dentro de un sistema presidencialista el poder principal lo ejerce el presidente de forma personal y autónoma. Decepciona que nadie haya tenido esto en cuenta cuando Hugo Chávez patentó su fórmula de reelección indefinida, copiada luego por otros mandatarios latinoamericanos como Ortega, en perjuicio del principio de alternancia y límites al poder. Puede que aburra la teoría pero de vez en cuando hay que refrescar los conceptos para no desvirtuarlos mediante la práctica acomodaticia. Esta diferencia aplicaría incluso en el supuesto de que ambos sistemas fueran democráticos, pero en el caso de marras es aún mucho más dramático, toda vez que en Nicaragua no hay democracia sino una tiranía donde no existe ni separación de poderes ni estado de derecho. Se trata de una república absoluta y totalitaria que oprime a los ciudadanos, carentes de libertades y derechos fundamentales.

Comparar una democracia parlamentaria con una tiranía presidencialista es, además de ocioso, irrespetuoso, al menos con la inteligencia de los demás. El poder que realmente tuvo Angela Merkel durante sus dieciséis años de Canciller no equivalen ni a un día de Daniel Ortega y su consorte. Lo que está claro es que Lula quiere volver al poder en Brasil para no dejarlo y ejercerlo de la misma forma que lo hacen sus defendidos Ortega y Maduro.