Exhibición
Una tortuga de tres patas recorre el mundo
La especie está en peligro de extinción. Llegó a Hong-Kong en una maleta con el objetivo de venderse en el mercado negro
En un itinerario que probablemente no provocaría la envidia de los hongkoneses que llevan meses atrapados consecuencia de la política de tolerancia Cero Covid, una tortuga reja de arado fue arrebatada de su territorio en un rincón remoto de Madagascar, fue llevada de contrabando en barco y avión a Etiopía, envuelta en cinta plástica y transportada en un vuelo a Hong Kong metida en una maleta con otras 56 tortugas en peligro de extinción.
Probablemente nadie se cambiaría para viajar y pasar por esta peregrinación, aunque a la viajera le hubiera supuesto el cúmulo de millas aéreas al haber recorrido más de 20.000 km en los últimos 30 meses. Esta carrera resulta aún más impresionante si se tiene en cuenta que se trata de una tortuga de tres patas que no puede alcanzar una velocidad de más de 1 Km/h.
Otra tortuga Angonoka que padeció el viaje con ella, pereció tras ser descubierta por los funcionarios de aduanas hongkoneses en septiembre de 2019. Entre tanto, Shelley (apodo que recibió al llegar al centro financiero) fue mantenida bajo estrecha vigilancia en la Granja y Jardín Botánico de Kadoorie, y se le asistió colocándole una pequeñas ruedas.
Tan sólo quedan unos pocos centenares de estos animales en el mundo, con sus llamativos caparazones dorados y en forma de cúpula, ya sea en la naturaleza o en cautividad, y se venden en el mercado negro por hasta 50.000 dólares cada uno. La historia de Shelley es por desgracia frecuente. «Tuvimos nuestra primera confiscación de tortugas de arado allá por 2009: era un grupo de cinco y me dejó boquiabierto», asegura Paul Crow, responsable de conservación de la granja Kadoorie. «No pensé que jamás tendría en mis manos esta especie y la experiencia de cuidarla. Pero desde entonces, hemos acabado con 43 que han pasado por nuestro centro de rescate».
Esos 43 reptiles en peligro crítico, representan casi la mitad de las 88 tortugas de tierra que se conocen actualmente fuera de su Madagascar natal, y la razón por la que aparecieron en la ex colonia británica fue para alimentar una insaciable demanda de mascotas exóticas para los coleccionistas en la China continental.
En Hong Kong, Crow y sus colegas están presionando para que se endurezcan las penas contra los traficantes, a raíz de un catálogo de sanciones inadecuadas. Un ciudadano filipino al que se le impuso una multa de 7.000 dólares hongkoneses por contrabando de tortugas raras, regresó cuatro meses después con el doble de ejemplares de la misma especie en su maleta. «El valor de los animales en su maleta era 10 o 20 veces superior a la cantidad que le habían multado, así que volvió a casa y compró más», aseguró Crow.
Se ha invitado a jueces y magistrados a la granja de Kadoorie para que conozcan mejor las repercusiones del comercio de fauna silvestre en las especies amenazadas y el coste de tratar y rehabilitar a los animales de contrabando. Se han preparado escritos de acusación como los de los contrabandistas de drogas para que los tribunales puedan dictar sentencias disuasorias. Al menos en el caso de Shelley, el mensaje parece haber calado. Al menos en el caso de Shelley, el mensaje parece haber calado. El hombre de 47 años que la introdujo de contrabando junto con otras 56 tortugas fue declarado culpable de crueldad y de traficar con especies en peligro de extinción en 2020 y fue encarcelado 32 meses.
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