Brexit

La UE confía en que el sucesor de Johnson aplique el Protocolo de Irlanda

Bruselas se despide de un primer ministro que daba por amortizado desde hace meses

Un activista pro Unión Europea se manifiestan a las puertas del Parlamento en Westminster
Un activista pro Unión Europea se manifiestan a las puertas del Parlamento en WestminsterANDY RAINAgencia EFE

Boris Johnson ha pasado a engrosar la lista de políticos achicharrados desde que el Brexit abriera un periodo de incertidumbre en la política británica en el año 2016, uniéndose a los nombres de los ex primeros ministros David Cameron y Theresa May. Nadie en la capital comunitaria llorará a la «ambición rubia», quizás porque ejemplificaba como nadie lo que los diplomáticos europeos aborrecen: imprevisibilidad, bravuconería, irresponsabilidad, gusto por los golpes de efecto y una ausencia total de obediencia a las normas que rigen la política internacional y que tan útiles resultan en periodos de zozobra. La excentricidad británica que puede ser entretenida siempre y cuando no viva en Downing Street y no se siente a negociar en la misma mesa.

En Bruselas están acostumbrados a los bailes de nombres y las luchas intestinas en Westminster, envueltas en una extraña mezcla de sainete y drama shakesperiano. Pero mientras los políticos pasan, el Brexit permanece. El gran interrogante reside en si el nuevo sustituto o sustituta de Boris Johnson dejará de jugar con juego y se mostrará dispuesto a aplicar el Protocolo de Irlanda que tanto costó negociar. El primer ministro irlandés, Michéal Martin, aprovechó ayer la dimisión del primer ministro para pedir al Gobierno británico que abandone las «acciones unilaterales» y retome la vía diplomática, en lo que supone un resumen perfecto de sentir del resto de los miembros del club para los que el Brexit ha consumido demasiados desvelos y preocupaciones inútiles.

Lidiar con un cadáver político

Mientras Bruselas espera al nuevo inquilino de Downing Street, lo cierto es que la figura de Johnson aparecía amortizada desde hace meses mientras los escándalos se acumulaban por doquier. Nadie pierde el tiempo con un cadáver político y por eso, en la capital comunitaria, el Brexit se había convertido en un tema secundario no sólo por la emergencia de la guerra en Ucrania y las altas tasas de inflación.

A pesar de la amenaza de cambios unilaterales en el Protocolo del Irlanda había vuelto a la palestra, la Comisión Europea se ha limitado a reaccionar con cierta frialdad y a retomar el procedimiento de infracción abierto desde hace meses, sin grandes gestos ni de amenazas ni de mano tendida. Una actitud que dista de la de octubre del año pasado, cuándo Bruselas decidió enseñar los dientes y anunció que estaba preparando represalias comerciales si Reino Unido de manera unilateral decidía por sorpresa dejar de aplicar el Protocolo de Irlanda. Un opción que parecía posible tras la celebración de la cumbre de Glasgow en Reino Unido en el mes de noviembre y antes de las Navidades, en medio de la crisis de desabastecimiento post- pandemia.

Pero una vez esa amenaza no se cumplió y tras el enésimo cambio de negociador debido a la dimisión de David Frost en diciembre, Bruselas ha visto con cierto placer malsano a un primer ministro envuelto en el Partygate que han supuesto una agonía lenta, pero irreversible. Para ser justos, hubo un pequeño idilio fugaz entre los Veintisiete y Johnson, después de que la falta de claridad de Theresa May en su partido hiciera que los líderes europeos perdieran la paciencia con la antigua primera ministra, una política poco dada a los fuegos de artificio de su sustituto, pero fiable y responsable.

Johnson, sin embargo, consiguió en un tiempo récord llegar a un nuevo acuerdo sobre el Protocolo de Irlanda en octubre de 2019. Posteriormente utilizó su olfato político para convocar unas elecciones en las que consiguió una mayoría absoluta que los tories no vivían desde la época de Margareth Thatcher. Todos salían ganando. Bruselas tenía por fin en Downing Street a un líder fuerte que podía negociar en nombre de Westminster y Johnson había cumplido la promesa realizada a los británicos de abandonar el bloque. Pero pronto empezaron a torcerse las cosas.

Pero lo que Bruselas no sospechaba era que Johnson había conseguido desatascar el acuerdo sobre el Protocolo de Irlanda con esta celeridad porque quizás nunca tuvo demasiadas intenciones de aplicarlo y que la tentación de utilizar el Brexit como cortina de humo para tapar otros problemas siempre ha sido muy tentadora para el ex alcalde de Londres. La pregunta ahora es si el sucesor de Johnson querrá, al igual que Bruselas, dejar el Brexit atrás.