Sahel
Los secesionistas tuareg en Malí amenazan con “reconquistar” el territorio perdido en 2012
La debilidad del Gobierno de Bamako y la escasa presencia de Fuerzas Armadas Malienses en el norte del país ha abierto la puerta a que grupos tuareg se unifiquen nuevamente para reivindicar sus deseos de independencia
Si podemos decir que Malí comenzó a caer por un abismo en el año 2012, casi podría decirse hoy que el abismo sigue sin tocar fondo, y que, por cada día que pasa sin aparecer el fondo, más doloroso será el golpe final. Nuevos quebraderos de cabeza se suman a cada semana que transcurre, mientras las fuerzas yihadistas cercan la ciudad de Ménaka (además de multiplicar sus ataques en otras ciudades importantes) y los rebeldes tuareg asentados en las regiones del norte sacan músculo frente a la debilidad del Gobierno central. Citando a Ortega y Gasset, las “partes del todo” hace tiempo que conforman un “todos aparte”, y la única manera de conseguir comunicar de forma efectiva los últimos movimientos de los tres grupos de mayor importancia en el país pasa por dividirlos en tres apartados diferentes. Las tres partes implicadas tienen sin embargo una actitud dinámica dentro de su aparente rigidez; así, “los todos aparte” interactúan entre sí en unas ocasiones, se enfrentan en otras, fingen indiferencia cuando la ocasión lo requiere.
Gobierno de Bamako
Tras expulsar al Ejército francés de su territorio, el coronel Assimi Goita (presidente interino de Malí tras perpetrar un golpe de Estado exitoso en 2021) inició un partenariado con el grupo mercenario Wagner para combatir a la amenaza yihadista. A finales de marzo de 2022 se difundió el rumor de que “elementos de las Fuerzas Armadas malienses acompañados por soldados blancos” asesinaron a 300 personas en la localidad de Moura, en el centro del país, entre el 27 y el 31 de ese mismo mes. El Gobierno maliense calificó la operación de un éxito y anunció que 203 yihadistas habían sido neutralizados en Moura. Francia solicitó el 10 de abril que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas iniciase una investigación sobre lo ocurrido en Moura, una solicitud que inicialmente fue vetada por Rusia y China al considerarla “prematura” y producto de la “desinformación” occidental. Finalmente, la solicitud siguió adelante mediante colaboración de la ONU con Human Rights Watch y este miércoles se han hecho públicas las primeras declaraciones de los supervivientes.
Moctar, un joven local de 22 años, indicó que “todos los que llevaban barba fueron ejecutados por ser considerados yihadistas. Yo estaba hablando con mi hermano y al siguiente momento fue llamado para su ejecución. Le dispararon en la espalda delante de mí”.Afissat, una joven de 19 años, confirmó la presencia de soldados blancos en la operación al comunicar que “mañana, tarde y noche nos quedamos en la misma esquina. No nos movimos. Las armas nos apuntaban. Vinieron con hombres blancos que vestían como soldados malienses”. Aseguró que fueron “violadas en repetidas ocasiones” y que también dijeron “que no debíamos decir nada a los periodistas, a nadie, o volverían para violarnos de nuevo o para matarnos. Teníamos miedo”.
Por otro lado, recientemente se hizo público un informe de la ONU que indicaba que otros 50 civiles de la etnia fula fueron asesinados por las FAMA y mercenarios rusos en Douentza, a escasos kilómetros de la frontera entre Malí y Burkina Faso. La brutalidad de las operaciones de las FAMA desde la entrada del grupo Wagner en el país (en algunos casos han llegado a quemar vivos a civiles de la etnia fula) ha generado un clima de terror que afecta en especial a los individuos pertenecientes a la etnia fula, radicalizando así a la población más joven que, según los fula entrevistados, acuden a las filas yihadistas como única manera de defender sus poblados de las FAMA.
Yihadistas
Este mapa interactivo permite conocer las zonas de influencia de los grupos terroristas en el país. Aunque se encuentra ligeramente desactualizado (las áreas de influencia del JNIM y del EIGS han aumentado notablemente en los últimos meses, tanto en la región de Kayes como en las cercanías de Bamako), permite conocer más estrechamente las zonas donde operan los grupos yihadistas en Malí. El empujón yihadista frente a la incapacidad de las FAMA para hacerles frente está generando nuevas luchas de poder dentro del propio ámbito yihadista. Cabe a recordar que Malí es un punto de paso fundamental para el tráfico de drogas y de inmigrantes, dos fuentes de ingreso fundamentales para los terroristas de la región. Así, tal y como han confirmado numerosos yihadistas arrepentidos en los últimos años, quién controle más zonas del país, una mayor tajada de los beneficios de la economía criminal se llevará al bolsillo.
A lo largo del martes se sucedieron combates entre elementos del JNIM (filial de Al Qaeda en Malí) y del EIGS (Estado Islámico del Gran Sáhara) en la localidad oriental de Talatayt. Tras varias horas de intensos tiroteos, los militantes del JNIM , que luchaban codo con codo con militantes del grupo separatista tuareg conocido como el Movimiento por la Salvación de Azawad (MSA) se vieron obligados a dar por vencida la localidad y entregarla a los elementos del EIGS. Las luchas entre el JNIM y el EIGS son bastante comunes en Malí, y habitualmente suelen saldarse con varios civiles asesinados. Un ejemplo ocurrió en junio de este mismo año, cuando 130 civiles fueron asesinados a lo largo de tres días en tres localidades diferentes del centro del país, en el marco de una serie de enfrentamientos entre ambos grupos yihadistas.
Tuareg
En el último siglo se han contabilizado seis rebeliones tuareg. Mientras las primeras se centraron en expulsar a las autoridades coloniales francesas del territorio, desde la independencia de Malí se han ocupado en la creación de un Estado tuareg denominado “Azawad”, ubicado en el norte del país y que permita a los tuareg vivir según su estilo de vida típicamente nómada y desligado a las normas de derecho de corte Occidental. Entre sus quejas entra el desinterés de Bamako, controlado por etnias negras, por trabajar en el desarrollo de la zona; asimismo, aseguran que los sucesivos gobiernos malienses han presionado a los tuareg para que abandonen su estilo de vida nómada, obligándoles (en ocasiones a través de la fuerza) a asentarse en poblaciones permanentes. La última rebelión tuareg, iniciada en 2012, terminó con la toma de poder de los yihadistas en amplias zonas del país y finalmente derivó en la situación actual.
Las diferentes facciones tuareg se encuentran divididas en un caótico amalgama de grupos y subgrupos. Por ejemplo, el grupo secesionista tuareg con más poder es el Movimiento Nacional por la Liberación de Azawad (MNLA), creado en la ciudad norteña de Kidal en octubre de 2011 y dividido a su vez en cuatro subgrupos diferentes (MPA, PIAA,FPLA,ARLA) que se inclinan hacia direcciones más o menos islamistas y más o menos nacionalistas. Otros grupos importantes son el HCUA o el MAA, el MSA, el CPA... Hay casi más grupos que tuareg. Mientras unos grupos siguen un corte más islamista que otros, o más secesionista que otros, el único objetivo que puede unirlos bajo una bandera común es la consecución de Azawad como entidad independiente al Gobierno de Bamako.
La mayoría de estos grupos se reúnen a su vez bajo un organismo común, la Coordinación de Movimientos de Azawad (CMA). El asunto es mucho más complejo, pero basta con conocer estos datos para comprender en la medida de lo posible lo sucedido la semana pasada, cuando se celebró en la ciudad de Kidal un congreso tuareg organizado por el MNLA y el CMA.
La noticia, finalmente: por primera vez desde 2012, los grupos tuareg calibraron la posibilidad de volver a unirse bajo una única bandera con la que expresar sus exigencias a Bamako. En lo que los medios de comunicación de Bamako calificaron de una “provocación”, sustituyeron la bandera de Malí en la localidad de Kidal por la de Azawad, mientras el portavoz del MCA, Mohamed Elamouloud Ramadane, aseguró que “responderían” al Gobierno de Bamako con las medidas “pertinentes” si rompían con lo pactado en los Acuerdos de Argel, rubricados en 2015. El periodista francés Gauthier Pasquet ha asegurado que fuentes fiables le han comunicado que los líderes de Azawad están considerando “muy seriamente” reconquistar su territorio. Los tuareg (y los franceses y la ONU y los periodistas europeos y los expertos en el Sahel) saben que Assimi Goita está acorralado por la amenaza yihadista y que la retirada francesa del país ha abierto la puerta a un nuevo intento de independencia.
El norte de Malí lo defienden hoy, casi en exclusiva, militantes tuareg, a falta de una presencia efectiva de las FAMA. El último intento de Goita de integrar a los tuareg dentro de las FAMA ha resultado en un fiasco por la reticencia de los soldados de etnias negras a la hora de combatir con los tuareg. La oportunidad que tienen los tuareg de crear un Estado independiente es evidente. Si Goita fuera atacado por dos frentes (tuareg y yihadistas), pocos tienen dudas de que Bamako caería definitivamente en manos del JNIM.
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