Sahel
El Gobierno de Malí bloquea las misiones de entrenamiento y de asesoría de la Unión Europea
Los militares europeos viven aislados del resto del país, encerrados en sus bases por órdenes de Bamako, mientras la amenaza yihadista se extiende por la región a niveles alarmantes
“El próximo mando rotativo de la misión de la EUTM Malí lo sostendrá un general español y, si somos sinceros, no lo va a tener nada fácil para lidiar con los malienses. Eso, si le queda algo con lo que lidiar”. Este comentario, hecho en una conversación informal por un militar español recientemente enviado a Malí, tenía algo de pesimismo pero también algo de premonición. Ya decía Mario Benedetti que el pesimista es un optimista bien informado. Los meses avanzan devorándose los unos a los otros en Malí, atribulados por las trifulcas políticas, los ataques terroristas, las crisis diplomáticas que nacen de nimios malentendidos capaces de condenar a millones de corrido. Desde que Rusia entró en el país de la mano del Grupo Wagner, la estrecha colaboración que mantenían desde hacía casi una década los europeos y los malienses ha ido sufriendo un deterioro tan despiadado como el paso del tiempo y, según parece, igual de inevitable.
Un repaso rápido a lo sucedido en los últimos tres meses: las rotaciones de cascos azules desplegados en el marco de la operación MINUSMA fue cancelada por el presidente maliense, el coronel Assimi Goita, a mediados de julio (aunque estas se reanudaron hace dos semanas); el portavoz de la ONU en el país fue expulsado de Malí el 20 de julio; las últimas tropas francesas desplegadas desde 2013 en el marco de la operación Barkhane se retiraron a Níger el 16 de agosto; dos días después, el Gobierno maliense acusó a Francia de armar a terroristas y de pasarles información que facilitase los atentados. Ahora llegan noticias de que las misiones europeas de asesoría y de entrenamiento han sido bloqueadas por el Gobierno provisional. A esto se le suma la decisión pasada de la Unión Europea de paralizar (que no cancelar) las misiones de entrenamiento (que no de asesoría) a militares malienses.
Misiones bloqueadas y militares europeos aislados
Hace meses que la permanencia de la Unión Europea en Malí se pasea por un hilo de un aspecto tan incómodo como quebradizo. Al desinterés de la población europea por lo que ocurra en el Sahel, se le añaden los intrincados movimientos realizados por el Gobierno de Goita, jaleado como está por una población civil cada vez más antieuropea, que a su vez se manifiesta impulsada por las estrategias de desinformación promovidas desde Moscú.
Hace dos semanas que los pilotos de los tres helicópteros NH90 españoles desplegados en el Aeropuerto Internacional de Bamako, cuya labor resulta fundamental para tareas de logística y transporte de tropas, recibieron la orden del Gobierno maliense de abandonar sus barracones y de instalarse en un hotel de la capital, alejados de las aeronaves y absolutamente aislados del exterior. Aunque los helicópteros siguen comiendo polvo en los hangares del aeropuerto, se espera que regresen a España en los próximos días o semanas, tras poco más de un año de operaciones exitosas en el país africano. Ruina y silencio. Es la cooperación entre Europa y Malí que se derrumba bajo el silencio mediático: de los 600 soldados españoles que estuvieron destinados en diciembre de 2021 en el territorio maliense, hoy son 400 efectivos desplegados, mientras se espera que la próxima rotación que se hará en noviembre estará limitada a 200 efectivos.
¿La consecuencia inmediata? El yihadismo maliense ya se ha extendido hasta contagiar a los países vecinos de Burkina Faso, Níger, Benín, Togo, Guinea Conakry y Costa de Marfil, mientras los expertos temen que durante los próximos años la situación se vuelva insostenible en el Golfo de Guinea. La consecuencia inmediata, once ataques terroristas diseminados por todo el país a lo largo del mes de julio, incluyendo un ataque con explosivos en la residencia presidencial del cuartel de Kidal, a 15 kilómetros de la capital. Casi 20.000 desplazados internos en la región de Mopti, una de las más afectadas por el yihadismo, a lo largo del primer semestre de 2022. Rumores por confirmar que hablan de 2.000-2.500 civiles asesinados en el norte del país entre marzo y agosto de este año. Una masacre de 300 personas en Moura, a las orillas del Níger, perpetrada el 31 de marzo por miembros de las Fuerzas Armadas malienses en compañía de mercenarios Wagner, y otra matanza de 33 civiles (la mayoría mauritanos) llevada a cabo por los mismos sospechosos muy cerca de la frontera con Mauritania. Según confirma la página de análisis y recopilación de datos ACLED, en Malí se han registrado durante el mes de julio 32 batallas, 5 revueltas ciudadanas, 15 explosiones remotas y 44 actos de violencia contra civiles. Al menos cinco de estos actos de violencia contra civiles se atribuyen a las FAMA.
Una amistad peligrosa e intermitente
Esta ruptura con Europa nace de la nueva unión entre Moscú y Bamako, escenificada por las banderitas rusas que hoy ondean en algunos puestos de vendedores de la capital. Pero un análisis preliminar de la situación de los mercenarios Wagner radicados en el país desde octubre de 2021, sin embargo, denota que lo que el Gobierno de Goita vende como “un éxito contra el neocolonialismo francés” se trata en realidad de una amistad peligrosa que se desarrolla a trancas y barrancas y según sople el viento.
El Kremlin ha proveído a Malí con cuatro nuevos aviones de combate del tipo L39 Albatros y otros tantos del tipo Su-25, además de helicópteros de ataque tipo MI24-P y MI-8, todos ellos fabricados por la Unión Soviética entre 1960 y finales de la década de los 80. Lejos de valorar la antigüedad de los aparatos, conviene saber que las Fuerzas Aéreas malienses no cuentan con pilotos adiestrados para operar este tipo de aeronaves, que realmente manejan pilotos rusos. Resulta difícil creer que los aviones rusos pilotados por rusos desde las bases de Gao y el centro del país se tratan en realidad de aviones malienses pilotados por malienses, pero el Gobierno de Goita dice y el pueblo cree, de momento. Lo que Bamako pretende vender como un refuerzo de sus propias Fuerzas Armadas (El jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire, el general de brigada Aly Boï Diarra, afirmó durante el acto de presentación de las aeronaves que “no estamos construyendo un ejército de desfile. Tenemos la ambición de construir un ejército de acción, operativo, capaz de combatir y decisivo en el momento adecuado”) no es otra cosa que una réplica barata de lo que ya hacía Francia y sin rodeos con sus modernos cazabombarderos Dassault.
De la misma manera, se han reportado incidentes entre las FAMA (Fuerzas Armadas de Malí) y los mercenarios Wagner. Ciertos sectores de las poblaciones civiles de Sevaré y Mopti han criticado los métodos violentos de Wagner y ya se rumorea su descontento. Efectivos de baja graduación de las FAMA se han quejado en Gossi de que su comandante beneficia a los mercenarios por encima de ellos, en lo relativo a una disputa por falta de agua corriente en la base que comparten ambos contingentes. Incluso llegó a suceder que un grupo de las FAMA abandonó a sus acompañantes de Wagner hace escasos días en la carretera RN20, que lleva de Gao a Menaka, después de protagonizar una fuerte discusión por motivos desconocidos. El grupo yihadista JNIM ha declarado recientemente que asesinó a 4 mercenarios el pasado 13 de agosto, en la localidad de Bandiagara.
Según el Comandante del Comando África de los Estados Unidos. el General Stephen Townsend, el Gobierno maliense “debe pagar unos 10 millones de dólares mensuales al grupo Wagner”. La falta de efectivo con que cuenta el país ha llevado a que un elevado número de acciones de la minera maliense Marena Gold hayan sido traspasadas a los directivos de Wagner, de manera que queda patente que la ayuda militar del Kremlin, al contrario que la europea, cuesta un alto precio a los malienses. Tanto en vidas humanas, como en relaciones internacionales, como en el preciado oro que en un primer lugar impulsó la retirada francesa del país.
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