Alemania

Las razones de Olaf Scholz tras sus dudas sobre el envío de tanques y aviones a Ucrania

Alemania deja atrás el pacifismo de las últimas décadas con su decisión de enviar Leopard a Ucrania, pero los titubeos del canciller erosionan los vínculos con algunos de sus vecinos

El canciller Olaf Scholz ante un tanque alemán Leopard
El canciller Olaf Scholz ante un tanque alemán LeopardMoritz FrankenbergAgencia AP

La pequeña ciudad de Goslar, en el centro de Alemania, no se caracteriza por salir en los titulares de prensa. Sin embargo, algunos periódicos alemanes han rescatado estos días la relevancia que tomó esta localidad cuando el 21 de enero de 2003, el entonces canciller Gerhard Schröderaseguró desde su plaza del mercado que Alemania nunca tomaría parte de una guerra contra Irak, ni siquiera con un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU.

El gobierno federal se desvinculó de los Estados que lucharon contra el “eje del mal” y algunos políticos, como la entonces líder de la oposición Angela Merkel, criticaron la decisión ante la posibilidad de que se creara una ruptura con la Casa Blanca. Veinte años después algunos ven en esa historia una analogía con el comportamiento del actual canciller. ¿Qué postura tiene Olaf Scholz con la guerra en Ucrania?

Después de Estados Unidos y Gran Bretaña, Alemania es el país que más está ayudando a Ucrania en términos materiales; desde el comienzo del conflicto, Berlín ha suministrado armas, sistema antiaéreos, municiones e incluso está atendiendo a casi un millón de refugiados. Sin embargo, y a pesar de que el canciller haya dado esta semana su visto bueno al envío de tanques Leopard,su comportamiento está arrojando a Alemania a una situación que está siendo criticada más allá de sus fronteras o, como dijo un politólogo a un periódico alemán, Berlín se está comportando como alguien “que lanza un salvavidas a una persona que se está ahogando, pero que después no la saca del agua porque no lleva una máscara FFP2″.

El titubeo del canciller Scholz con Ucrania

El titubeo del canciller sobre el envío de los carros de combate no solo ha perjudicado a su ejecutivo, con los sonados enfrentamientos por este tema con sus socios de coalición, sino que también ha dinamitado la debilitada industria armamentística de su país o el vínculo con algunos de sus vecinos. Por de pronto, el gobierno polaco ya ha recibido el primer envío de tanques y cañones desde Corea del Sur por valor de unos 5.900 millones de euros y se prevé que otros países del este europeo sigan el mismo camino en su objetivo de desmantelar sus viejos tanques soviéticos. Mientras tanto, y a pesar que el año pasado el gobierno alemán destinó 2.000 millones de euros a su fondo de “desarrollo de la capacidad de seguridad”, Rheinmetall -el fabricante de los Leopard y conglomerado de defensa más grande del país-, todavía no ha recibido ni un solo pedido proveniente de ese capital y, a pesar de que sus acciones han subido desde el inicio del conflicto, sus ingresos no concuerdan con el actual escenario bélico.

Para algunos analistas, Scholz ha hecho de la procrastinación y la vacilación un estilo político que se ha alargado demasiado en el tiempo y de ahí que muchos, desde las propias filas del Partido Socialdemócrata (SPD), hayan tomado su propio camino en una suerte de ideario que va desde la comisiones de los acuerdos de Gazprom, al credo que sitúa a Rusia como heredera legítima de la Unión Soviética.

Sus socios incluso van un paso más allá. “Estamos librando una guerra contra Rusia y no entre nosotros”, aseguró hace unos días la ministra federal de Asuntos Exteriores y colíder del partido de Los Verdes, Annalena Baerbock, en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Unas palabras que tuvo que matizar poco después pero que dejan claro la deriva que desde el pacifismo al militarismo ha experimentado este partido en las cuatro décadas de su existencia.

De hecho, hace solo un par de semanas, Baerbock se convirtió en el primer político europeo de alto rango en viajar a Jarkov, una ciudad ucraniana que se encuentra a solo 25 kilómetros de la frontera rusa. Fue su quinta visita a Ucrania como ministra. Un viaje peligroso, junto con su homólogo ucraniano Dmytro Kuleba, que según muchos analistas tuvo una finalidad meramente propagandística: intensificar la guerra y suministrar más armas pesadas.

También los socios liberales de Scholz dieron su beneplácito a la entrega de los tanques. Marie-Agnes Strack-Zimmermann, miembro del FDP y presidenta de la comisión parlamentaria de Defensa, dijo que la noticia era “un alivio para una maltratada y valiente Ucrania”. Unas palabras que levantaron ciertas suspicacias en algunos entornos. No en vano, Strack-Zimmermann participó activamente en la política local en Düsseldorf antes de ingresar al Bundestag con el FDP y es en esa misma ciudad donde tiene su sede social la armamentística Rheinmetall, lo cual podría tener una correlación; más si se tiene en cuenta que la política liberal también es miembro de dos organizaciones vinculadas con el lobby de la industria armamentística: el Förderkreis Deutsches Heer y el Deutsche Wehrtechnische Gesellschaft o, que hace solo unos días, visitó Taiwán desde donde hizo un símil entre el conflicto de esa isla asiática con Ucrania.

“Estamos en una confrontación sistémica entre estados democráticos y autocráticos”, declaró. Algo que muchos vieron como una provocación, en línea con lo que sucedió con la visita de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi.

En paralelo, para el ejecutivo de Berlín tampoco pasa por desapercibido la factura electoral que pudiera representar a futuro la postura alemana frente a la guerra. Esta semana, tras el visto bueno a la entrega de carros de combate, el canciller dibujó unas líneas rojas y dejó claro que no habrá participación directa de soldados de la OTAN en la guerra en Ucrania y que el despliegue de tropas terrestres está fuera de toda discusión. “Todos pueden confiar en eso”, enfatizó Scholz, refiriéndose a las preocupaciones de muchas personas en Alemania que comparten la incertidumbre de verse arrastrados a la guerra.

De hecho, y según una encuesta para la televisión pública ARD, solo un 46% de los encuestados está a favor de la entrega de los tanques. En el este de Alemania, el rechazo asciende hasta 59%, mientras los conservadores de la CDU-CSU lideran actualmente las encuestas de intención de voto a nivel federal. Motivo de peso para que, desde la bancada socialdemócrata, se descarte por ahora el envío de cazas de combate que reclama Ucrania. En una entrevista publicada este sábado por el periódico “Suddeutsche Zeitung”, el recién nombrado ministro alemán de Defensa, Boris Pistorius, negó la provisión de cazas a Kiev. “Los aviones de combate son sistemas mucho más complejos que los tanques de batalla y tienen un alcance y una potencia de fuego completamente diferentes. Nos aventuraríamos en dimensiones contra las que nadie actualmente advertiría”, aseguró el ministro.

Mientras tanto, ya están en Alemania los primeros soldados ucranianos que han llegado al país para entrenarse en los vehículos de combate de infantería Marder que Berlín ha acordado proporcionar a Kiev y en los próximos tres meses enviará una compañía compuesta por 14 tanques Leopard 2 a Ucrania, provenientes de las existencias de la Bundeswehr, el ejército federal. En un segundo paso, y según el ministro de Defensa, Boris Pistorius, se formará un segundo batallón a partir de tanques Leopard más antiguos. Eso sí, siempre al ritmo que marque el canciller Olaf Scholz.