Regreso al futuro
Una amenaza no vista desde la Segunda Guerra Mundial: las flotas, ante el desafío de los drones marítimos
Los drones suicidas de Ucrania han resucitado un fantasma de la Segunda Guerra Mundial, demostrando que las armadas más modernas vuelven a ser vulnerables en la aparente seguridad de sus puertos
Parece una ironía de la historia, pero las armadas más sofisticadas del planeta se enfrentan a un fantasma que creían enterrado desde la Segunda Guerra Mundial. La guerra en Ucrania ha demostrado con una contundencia abrumadora que la vulnerabilidad de los buques en puerto vuelve a ser el principal quebradero de cabeza para los estrategas navales. Lo que antes requería audaces incursiones de submarinos o comandos, ahora lo consigue un enjambre de drones marítimos de bajo coste, eficaces y difíciles de detectar.
De hecho, la respuesta de las grandes potencias occidentales a esta amenaza emergente resulta, como mínimo, cautelosa. Mientras Kiev despliega con éxito vehículos de superficie no tripulados (USV) con fines ofensivos, armadas como la estadounidense, la británica o la francesa avanzan con pies de plomo. Sus inversiones se orientan a desarrollar sistemas no tripulados, pero con un enfoque centrado en el apoyo, destinándolos a tareas secundarias como la vigilancia o la desactivación de minas. Mientras tanto, adversarios como Rusia no se quedan atrás, pues ya utilizan herramientas de IA para equipar sus nuevos drones con capacidad ofensiva, lo que aumenta la presión sobre la necesidad de adaptación occidental.
En este sentido, el caso de la Marina de Estados Unidos es especialmente revelador, pues a día de hoy carece de programas formales para drones suicidas de un solo uso, una situación que analiza Business Insider. Esta carencia contrasta de forma llamativa con la cruda realidad que se vive en el mar Negro, donde estas armas han redefinido el equilibrio de poder naval. Esta falta de programas específicos de ataque se suma a la incertidumbre general, ya que la Armada de Estados Unidos guarda con secretismo cuántos de sus barcos están realmente operativos, lo que plantea dudas sobre su verdadera capacidad de respuesta.
La doctrina frente a la realidad del campo de batalla
Por si fuera poco, el proyecto más avanzado de Washington con capacidad ofensiva, el submarino no tripulado Orca, ilustra a la perfección esta desconexión estratégica. No solo acumula importantes retrasos en su desarrollo, sino que su precio por unidad, que asciende a 110 millones de dólares, lo convierte en un arma del todo inviable para ser utilizada de forma desechable en misiones de ataque.
Asimismo, aunque sobre el papel existen planes para incorporar cientos de drones a la flota estadounidense, la ambición choca con la realidad presupuestaria. Los fondos que el Pentágono ha asignado hasta la fecha y la propia estructura de los programas sugieren que se trata de una transición todavía muy incipiente, muy alejada del ritmo vertiginoso que imponen los nuevos escenarios bélicos. La lección del conflicto ucraniano es clara: la amenaza ya está aquí y pone a prueba no solo la tecnología, sino la capacidad de las armadas tradicionales para adaptarse a una nueva era de guerra asimétrica.