Internacional
Asia Bibi deja Pakistán para reunirse con su familia en Canadá
La condena de Asia Bibi por fin ha terminado. Su libertad no vino cuando fue absuelta a finales de octubre del año pasado por el Supremo de Pakistán, ya que durante todos estos meses ha tenido que vivir oculta porque su vida seguía corriendo peligro. Ahora, después de ocho años en el corredor de la muerte, Bibi, podrá besar a sus hijas sin que haya una mampara de cristal por medio. Según la prensa paquistaní, Asia llegó a Canadá la pasada madrugada con su marido, que permaneció con ella hasta que el Gobierno paquistaní les permitió partir. «Tomó tiempo, pero finalmente está a salvo gracias a Dios», afirmó Saif Ul Malook, uno de los abogados de la ex condenada por blasfemia.
Una fuente diplomática del Ministerio de Exteriores explicó que Bibi es «una ciudadana libre que puede ir a donde quiera» y «abandonó Pakistán por voluntad propia y con el apoyo total del Gobierno». Sin embargo, las autoridades paquistaníes no lo han tenido nada fácil, ya que les ha tocado lidiar con una turba de islamistas encolerizados que exigían la anulación de la absolución y la muerte en la horca. Su liberación provocó violentas protestas de grupos extremistas religiosos y el arresto de miles de manifestantes.
Muchos han sido los países que se han ofrecido a dar asilo a Bibi y a su familia, entre ellos España, pero al final ha sido Canada el destino final. Las autoridades de Ottawa también han dado asilo a su abogado, Joseph Nadeem, que estuvo cuidando de la familia desde la condena y ha recibido amenazas de muerte. Bibi superó en enero el último escollo al que se enfrentaba para recuperar la libertad, cuando la máxima autoridad judicial del país desestimó una apelación contra su absolución del delito de blasfemia por supuestamente haber insultado a Mahoma.
Madre de 5 hijos y protestante, Asia fue condenada en 2010 por blasfemia después de que unas compañeras musulmanas aseguraran que había hecho comentarios denigrantes sobre el islam tras pedirle que no bebiera agua de su vaso por no ser musulmana. Ella siempre ha defendido que no cometió blasfemia alguna, pero le toco ser una víctima más de la despiadada ley de la Blasfemia y de la sinrazón de los islamistas.
El mensaje de los radicales es directo y claro: hay una ley que castiga a quien cometa blasfemia con la pena capital y el culpable debe pagar, al igual que aquel que defiende a un blasfemo. Se trata del artículo 295-C del Código Penal, por el que se castiga con la muerte si se a Mahoma.
El caso de Bibi trascendió el ámbito legal para convertirse en un pulso entre los radicales y el Gobierno de Pakistán. Todo aquel político que ha defendido su inocencia ha pagado con su vida. Su caso generó malestar entre los cristianos de todo el mundo y fue una fuente de división en Pakistán, donde dos políticos que mostraron su apoyo a Bibi fueron asesinados, a uno de ellos el gobernador de la región de Punjab, Salman Tasir, le mató su propio guardaespaldas.
La liberación de Bibi ha abierto de nuevo el debate sobre la polémica ley de la blasfemia en Pakistán. No obstante, las esperanzas de cambio son pocos, ya que la realidad política y social que impera en el país, sitiado por los extremistas, derribará cualquier intento de modificación. A los cristianos y otras minorías religiosas les queda un largo y espinoso camino por recorrer para que sus derechos sean respetados. La comunidad cristiana, que no suma más del 2% de los cerca de 190 millones de habitantes, vive en peligro amenazada de muerte constante y ha sido objeto de atentados suicidas.
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