Drogas

Cruzada nacional contra los opiáceos en EEUU

Las autoridades se movilizan ante el récord de muertes por sobredosis al mezclar medicamentos y drogas

Paramédicos atienden a una de las 100 víctimas por la sobredosis masiva por tres drogas distintas en New Haven Green, en Connecticut, esta semana / Ap
Paramédicos atienden a una de las 100 víctimas por la sobredosis masiva por tres drogas distintas en New Haven Green, en Connecticut, esta semana / Aplarazon

Las autoridades se movilizan ante el récord de muertes por sobredosis al mezclar medicamentos y drogas.

Estados Unidos representa el 5% de la población mundial, pero consume el 80% de los opioides del mundo. Una grave crisis nacional declarada “emergencia de salud pública” por la Administración Trump en octubre del año pasado y que produce más muertes por esta causa que por tiroteos, accidentes de tráfico o VIH cada año. Y es que las cifras son escalofriantes. Sólo en 2017 murieron 72.287 personas de sobredosis por adicción a estupefacientes, según el Centro para el Control de las Enfermedades (CDC). Una media de 200 muertes al día.

Cifras que suponen un récord nunca antes registrado en el país y que tienen nombre y apellido. Como el de Christopher Schildt, un joven del condado de Frederick que murió de sobredosis con tan sólo 25 años. Graduado con honores, muy deportista y el mayor de dos hermanos de una familia de clase media, no había mostrado síntomas de su adicción hasta que fue demasiado tarde. Su madre asegura que no estaban al tanto del problema y nunca pensaron que su “niño” sería adicto. "No conocíamos las señales, así que tal vez le podíamos haber ayudarlo antes. Nunca vimos nada extraño, tenía trabajo, novia, una vida normal”, afirma Karen Schildt, aferrándose con fuerza a su álbum de fotos que mantiene de recuerdo.

Al parecer, la adicción de su hijo empezó dos años antes de su muerte, con una simple receta médica para el dolor al romperse un brazo y dislocarse el hombro jugando a futbol. Estuvo unos días ingresado en el hospital, donde los médicos le recetaron fuertes calmantes, cuyo consumo prolongó más allá de su dolencia. “Algunos de los cambios que empezamos a notar es que venía a visitarnos con menos frecuencia, empezó a manipular a la gente de su alrededor para conseguir dinero, dormía bastante, sudaba mucho... así que al final unimos todas las piezas que no encajaban”.

Estos padres ya no pueden recuperar lo que tan rápidamente perdieron. “La adicción a las pastillas para el dolor se convirtió en adicción a la heroína, cuya compra es mucho más barata y letal, causando la muerte de manera casi inmediata, como en el caso de nuestro hijo”, susurra entre rabia contenida e impotencia el padre de Christopher, Edward Schildt. Ahora se consuelan cuidando de su nieta y ayudando a otras familias que pasan por una situación similar. Para ello, recorren cada rincón del condado entre charlas, consejos y abrazos de apoyo.

Esta zona del país, situada en la Virginia Occidental, es una de las más afectadas por la epidemia de opiáceos. “La particularidad del condado de Frederick es su localización, ya que muchas carreteras principales convergen en esta área. Este hecho, y el alto poder adquisitivo de la zona, lo convierten en un lugar especialmente atractivo para los traficantes de drogas”. Entre esas vías de entrada, destaca la carretera Interestatal 70, procedente del puerto de Baltimore, por donde se produce una de las mayores entradas de heroína y cocaína al país. La llaman la autopista de la droga y confluye hasta esta pequeña población causando, en la última década, “una dinámica nunca antes vista”, según el sheriff Chuck Jenkins. “Podemos atribuir probablemente el 80% de todo el crimen de esta zona al problema de drogas”, asegura el sheriff, cuyo hijo era también compañero de colegio y amigo de Christopher.

El suyo no es un caso aislado. Son cada vez más los dependientes de opiáceos que comienzan a través de una prescripción médica. Y es que “los opioides son medicamentos que se recetan para quitar el dolor, pero tienen un alto grado de adicción y dependencia”, afirma Madhu Ramaswamy, médico de cuidados intensivos en Washington. “Es importante recordar que por cada muerte hay otros tantos pacientes adictos que sobreviven, lo que supone un gran desafío para el sistema sanitario del país y sus recursos”. Tal vez por eso el presidente Donald Trump se vio obligado a impulsar una iniciativa a nivel nacional para combatir esta epidemia, careciendo de un sistema de salud pública con capacidad para hacer frente a esta creciente problemática. Para combatirla, 30 de los 50 estados afectados en el país recurrieron a un programa de subsidios valorado en mil millones de dólares.

“Esto no es sólo un problema médico y la solución deberá abordar asuntos culturales, sociales y políticos”, recalca Ramaswamy. Las farmacéuticas también están en el ojo del huracán. Así se puso de manifiesto cuando hace unos meses cerca de 400 organizaciones, condados e instituciones estadounidenses impulsaron una demanda conjunta contra ellas por comercializan con derivados del opio, como potentes analgésicos. Los demandantes alegaron que la industria farmacéutica miente sobre lo adictivos que son estos fármacos.

La oxicodona o el fentanilo, que mató a más de 29.000 personas en 2017, son los analgésicos más recetados. El segundo es una droga procedente de China, cincuenta veces más fuerte que la heroína. Reemplaza en la actualidad a otras drogas como la cocaína, la heroína, las metanfetaminas o los medicamentos con efectos sedantes o ansiolíticos, conocidos como benzodiacepinas.

Pero no es la única droga que ha acrecentado la crisis nacional. Esta misma semana hubo un sorprendente caso de contaminación masiva por consumo de marihuana sintética en Connecticut. El narcótico, conocido como K2, es cien veces más potente que la marihuana y ha disparado todas las alarmas por su alta toxicidad, que puede llegar a ser mortal. Esta droga de diseño no es nueva, pero su bajo coste la hace muy popular, especialmente entre personas que viven en la calle. Más de cien de ellas tuvieron que ser atendidas en tan sólo unas horas en New Haven Green, un céntrico parque situado junto a la Universidad de Yale.

El nivel de muertes por sobredosis es más alto que nunca en Estados Unidos, motivado por opioides prescritos e ilícitos, que se distribuyen ilegalmente mezclados con otras drogas. Las sobredosis se dispararon un 30% en un total de 16 estados del país, entre julio de 2016 y septiembre de 2017. La cifra récord de muertes por sobredosis en 2017, que afecta a todos los grupos de edad, representa un incremento del 10% respecto al año anterior. Aunque un estudio reciente asegura que esa cifra podría ser, incluso, un 35% superior. Sin embargo, las muertes han empezado a disminuir en aquellos estados donde se han impulsado fuertes campañas de concienciación y tratamientos para curar las adicciones.