Acuerdo comercial
TikTok, Taiwán y Ucrania: la lista de grietas tras la segunda conversación oficial del año entre Xi y Trump
“Acabo de tener una conversación telefónica muy productiva con el presidente Xi de China", ha afirmado el presidente estadounidense, quien ha afirmado que visitará China a principios de 2026
Washington y Pekín buscan oxígeno estratégico entre sospechas cruzadas y rivalidad tecnológica. El secretario general del Partido Comunista de China, Xi Jinping, sostuvo este viernes su segunda conversación telefónica del año con Donald Trump, un movimiento que pone de relieve la intención de mantener abiertos los canales de contacto pese a una atmósfera cada vez más enrarecida entre las dos mayores potencias económicas del planeta. Ambas capitales describieron el diálogo como un “intercambio sincero y exhaustivo” que, según la terminología oficial, habría proporcionado “directrices estratégicas” para encauzar la relación en la siguiente fase. La elección de cada palabra deja ver tanto la distancia como la constatación de que el contacto directo resulta insustituible. Se trata de un respiro táctico en un pulso sin un final claro.
En su intervención, Xi apeló a la memoria compartida para recordar que, en el pasado, “chinos y estadounidenses lucharon hombro con hombro contra el fascismo”. No en vano, Pekín organizó recientemente un homenaje en Tiananmen con veteranos de los Flying Tigers, concebido como recordatorio del valor simbólico de aquella alianza. Bajo el lema implícito de “aprender de la historia para edificar el porvenir”, el dirigente sostuvo que las dos potencias pueden desarrollarse de manera conjunta si apuestan por la coexistencia pacífica, la cooperación y el respeto mutuo.
El escollo inmediato volvió a ser la red social TikTok. China reiteró públicamente que la aplicación no debe convertirse en moneda de cambio de decisiones unilaterales tomadas en Washington, obviando rondas enteras de discusiones. Su discurso insiste en un marco regulatorio que respete las leyes nacionales y garantice condiciones equilibradas, mientras pide a Washinton un entorno “transparente, equitativo y sin discriminación” para las inversiones de compañías chinas en suelo americano.
Según la nota difundida por Pekín, Trump subrayó la relevancia del vínculo bilateral. En un gesto más simbólico que pragmático, elogió la espectacularidad del colosal desfile militar con motivo del aniversario conmemorativo celebrado en la capital china y describió la relación con Pekín como “la más determinante del planeta”. Además, declaró su disposición a ampliar la cooperación económica y dar margen a las conversaciones técnicas sobre TikTok con el fin de asegurar un mínimo de estabilidad en una relación marcada por los sobresaltos.
Detrás del lenguaje diplomático afloran dos ideas. La primera, dirigida a Trump: Pekín no está dispuesto a conceder fácilmente en la batalla por TikTok. La segunda, de cara a la comunidad internacional: la solidez del vínculo dependerá de que Washington no altere las reglas que, según el gigante asiático, deben regir el comercio mundial.
Trump, a su vez, se apresuró a difundir en su red social un mensaje triunfalista sobre la “llamada muy productiva”. Según su versión, se avanzó en asuntos clave: comercio, la epidemia del fentanilo, la guerra en Ucrania y, en un lugar central, el llamado “acuerdo TikTok”, erigido en símbolo de la rivalidad tecnológica. El republicano aseguró haber cerrado con Xi un calendario de contactos presenciales: ambos se verán en la cumbre del APEC y, si se cumplen las previsiones, él mismo viajará a China a comienzos del año que viene, mientras Xi devolvería la visita cuando se considere oportuno. El magnate calificó el diálogo como “excelente” y anunció nuevos contactos telefónicos en un futuro cercano. El tono autosuficiente que acompañó el texto refleja la intención de ambos gobiernos de mantener vivo el canal diplomático, aunque los grandes temas en la agenda -de Ucrania a TikTok-sigan siendo motivo de fricción más que de acuerdo.
Aunque la conversación no vino acompañada de una transcripción detallada, el gesto en sí ya es significativo. En un contexto en el que los desacuerdos se amplifican a la velocidad de un tuit y cualquier malentendido puede escalar en cuestión de segundos, la decisión de levantar el teléfono adquiere un valor propio. Escuchar la voz del otro lado no garantiza acuerdos, pero sí reduce el riesgo de errores de cálculo en una relación marcada por la desconfianza.
Esta charla sugiere un alto el fuego táctico, una tregua provisional que podría allanar el camino hacia un diálogo más profundo. Hay una palpable expectación por un encuentro cara a cara, el primero desde que el líder estadounidense retornó a la Casa Blanca. Se anticipa que la cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que se celebrará en Corea del Sur del 31 de octubre al 1 de noviembre, será el escenario ideal para este esperado diálogo. Los preparativos están en marcha, avanzando hacia su fase final. Se vislumbran acuerdos significativos, incluidos contratos de compra al por mayor que abarcan desde aviones Boeing hasta soja, según un informe del South China Morning Post. A pesar de la clara intención de ambas partes por estabilizar las relaciones, persisten desacuerdos en una serie de cuestiones espinosas. Entre ellas se encuentran la guerra arancelaria, la industria de semiconductores, las disputas en el mar de China Meridional, la situación de Taiwán y la invasión de Ucrania por parte de Rusia.
En el delicado equilibrio de la actual tregua, ambos mandatarios han comenzado a mostrar signos de concesiones estratégicas. Según informes del Washington Post, Trump ha optado por no liberar más de 400 millones de dólares en asistencia militar a Taiwán. Esta decisión, que podría ser revisada en un futuro cercano, marca un cambio notable en la postura hacia la “isla rebelde”, que China considera parte de su territorio y está dispuesta a recuperar por la fuerza si es necesario. Este enfoque es coherente con la tendencia de Trump a condicionar la asistencia militar, como se ha visto en su política hacia Ucrania.
Fuentes anónimas citadas por el Washington Post indican que este paquete militar habría incluido armamento de mayor capacidad letal que las ayudas previas, incorporando municiones avanzadas y drones autónomos. Si se confirma, este tipo de gesto es precisamente lo que el régimen de Xi anhela para suavizar las tensiones. En contraposición, el intento de la Casa Blanca de recuperar el acceso a la base aérea de Bagram en Afganistán representa una estrategia diametralmente opuesta, un movimiento que Trump mencionó en su reciente rueda de prensa con el primer ministro Starmer tras pasearse en carruajes dorados, esplendor militar y un opulento banquete. Destacó que la base se encuentra a solo una hora de vuelo de las instalaciones donde China desarrolla su capacidad nuclear.
Desde que Trump reconquistó el Despacho Oval, la comunicación con Pekín ha sido casi testimonial. Apenas una hora larga de conversación en junio, que el magnate calificó con entusiasmo como “fantástica”. La respuesta china fue mucho más contenida: un comunicado breve, cuidadosamente neutro. El presidente republicano, entre tanto, ha oscilado en redes entre los elogios personales a Xi y la frustración por la dificultad de alcanzar un pacto, dejando entrever que las simpatías no diluyen las divergencias estructurales.
Después de aquel contacto, silencio diplomático, con una candente agenda cargada de frentes abiertos. El vínculo bilateral ha atravesado uno de sus momentos más fríos: recrudecimiento del pulso comercial con amenazas de nuevos aranceles y restricciones a la exportación; competencia feroz en semiconductores e inteligencia artificial; y sospechas sobre el papel de China en el financiamiento indirecto de la guerra rusa en Ucrania, reforzadas tras la última visita relámpago de Vladimir Putin a Pekín. Al mismo tiempo, la política de proyección militar china en el Pacífico inquieta a vecinos como Filipinas y eleva la tensión en torno a Taiwán.
El plato fuerte es, sin duda, es TikTok, convertida en símbolo de la desconfianza mutua. Con 170 millones de usuarios en Estados Unidos, la legislación impulsada por la anterior administración demócrata obliga a ByteDance a vender su filial para evitar un veto total. Trump prorrogó los plazos, pero esta semana vencía el ultimátum. Tan solo unas horas antes del ‘black out’, los equipos negociadores de ambos lados se reunían discretamente en Madrid y esbozaban un difuso “marco de entendimiento” que todavía debe concretarse.