Aviación

"Dorito Volador": así el caza fantasma de EE UU que pudo cambiar la guerra aérea

Capaz de alcanzar velocidades de hasta 930 kilómetros por hora, el A-12 Avenger II ofrecía un gran potencial, pero su diseño y coste eran prohibitivos

El A-12 Avenger II se presentó como un proyecto prometedor en la década de 1980
El A-12 Avenger II se presentó como un proyecto prometedor en la década de 1980La Razón

El A-12 Avenger II fue un proyecto de aeronave furtivo llevado a cabo por Estados Unidos por las compañías McDonnell Douglas y General Dynamics, que buscaban crear un bombardero futurista destinado a reemplazar los aviones A-6 Intruder de la Armada y del Cuerpo de Marines estadounidense.

Conocido como el “Dorito volador” por su forma inconfundible, el A-12 Avenger II se presentó como un proyecto prometedor en la década de 1980 y pretendía suceder al Intruder en funciones, pero se encontró con dificultades para cumplir con su rol diseñado, fusionando atributos de bombardero con capacidades de combate aire-aire en una combinación que resultó ser problemática.

A pesar de las expectativas y el interés demostrado por diversas divisiones de las fuerzas armadas, el programa del A-12 fue cancelado en 1991 por el secretario de Defensa, Dick Cheney, tras haber absorbido ingentes recursos financieros sin lograr alcanzar la capacidad operativa.

Este hecho precipitó significativas disputas legales y emergió como una lección cautelar dentro del ámbito de adquisiciones de defensa en Estados Unidos, moldeando indirectamente el desarrollo de futuras iniciativas como el F-35 Lightning II, que se benefició de los errores cometidos durante la gestión del A-12.

Su diseño incorporaba tecnologías de sigilo avanzadas, empleando costosos materiales compuestos para conformar su distintiva silueta triangular. Sin embargo, el “Dorito volador” jamás cumplió con las altas expectativas puestas en él.

El A-12 pasó de ser considerado la vanguardia aérea del futuro a convertirse en un caso de estudio sobre el derroche gubernamental, la ineficiencia en los sistemas de adquisición, la falta de comprensión del panorama estratégico y, como es habitual, la influencia perniciosa de la política.

De haberse evolucionado según lo previsto, el A-12 podría haber consumido hasta el 70% del presupuesto de la Armada estadounidense en apenas tres años. Se esperaba que el "Dorito volador" fuera un bombardero robusto.

Sin embargo, su capacidad para transportar munición se limitaba a solo a casi 2.300 kilos. En comparación, el Intruder, el modelo al que estaba destinado a reemplazar dentro de la Armada, podía llevar más de 8.000 kilos de carga bélica.

Pese a su diseño primordial como bombardero, el “Dorito volador” estaba equipado con bahías de misiles internas diseñadas para misiles aire-aire, evidenciando un intento de multifuncionalidad en sus operaciones.

Capaz de alcanzar velocidades de hasta 930 kilómetros por hora y un alcance operativo aproximado de 800 kilómetros, el A-12 tenía potencial, pero su diseño y coste eran prohibitivos.

Su envergadura reducida facilitaba la alineación y almacenamiento en los estrechos hangares de los portaaviones, pero fallaba en cumplir con las expectativas militares establecidas. El A-12 ocupaba un espacio ambiguo entre ser un caza de superioridad aérea y un bombardero convencional, lo que lo relegaba a una posición incómoda dentro del arsenal de la Armada.

A pesar de sus deficiencias, el desarrollo del A-12 fue crucial como eslabón de transición entre el bombardero furtivo F-117A de la Fuerza Aérea y el más avanzado F-35 Lightning II, que posteriormente fue adoptado por la Armada, la Fuerza Aérea y el Cuerpo de Marines.

No obstante, el "Dorito volador" fue conceptualizado para un conflicto que nunca llegó a materializarse, y después de años sin resultados tangibles ni la capacidad para sustituir efectivamente al Intruder, el programa fue finalmente cancelado.