Guerra en Ucrania

El drama de los fallecidos por la presa de Kajovka: «Nadie sabe nada, es una pesadilla»

58 días sin noticias. Los familiares buscan aún a sus seres queridos, pero en el territorio controlado por Rusia, las autoridades ponen todo tipo de impedimentos

La presa de Kajovka en una imagen de satélite
CORRECTION Russia Ukraine War Damaged DamMaxar Technologies

Los abuelos de Viktoria, Oleksiy Klymenko, de 83 años, y Maria Shcherbyna, de 84, se ahogaron en la inundación provocada por la destrucción de la represa Kajovka por parte de Rusia. Casi 60 días después, todavía no sabe dónde y si sus cuerpos están enterrados. Espera que las fuerzas ucranianas puedan liberar su ciudad natal y poner fin a la pesadilla que han vivido sus ciudadanos desde que las tropas del Kremlin la ocuparon hace 17 meses.

Viktoria recuerda que temía que algo malo pudiera pasar ya que durante meses se habían hecho advertencias sobre explosivos en la presa río arriba. Sin embargo, cuando habló con su abuela dos días antes de la catástrofe, esta última se negó a creer que les pudiera suceder algo. «Pensaron que habría poca agua y que se iría pronto. Sin embargo, cuando sucedió, todo fue tan rápido que no tenían forma de escapar», explica Viktoria LA RAZÓN desde su apartamento temporal en el oeste de Ucrania, donde vive con sus tres hijos.

Fue Artem, su hijo menor de 9 años, quien animó a Viktoria a dejar el año pasado su pequeña ciudad natal, Gola Prystan. Ubicada al otro lado del río y al sur de la ciudad de Jersón, fue ocupada por tropas rusas desde el primer día de la invasión a gran escala. La familia fue testigo de cómo los blindados rusos y otros equipos circulaban a toda velocidad por una carretera justo al lado de su casa.

«Mi hijo tenía miedo a todo eso y hasta dejó de salir a la calle. No pudimos esperar más y salimos por el único cruce hacia territorio ucraniano no ocupado», recuerda. Sin embargo, sus abuelos no quisieron dejar sus hogares donde había vivido toda su vida, esperando que todo volviera a la normalidad. La madre de Viktoria, que tiene una discapacidad intelectual, también se quedó en Gola Prystan.

El 6 de junio, después de que la presa, controlada por los rusos, fuera destruida por lo que probablemente fueron explosiones desde su interior, el agua comenzó a entrar en la ciudad con su nivel aumentando cada vez más rápido. Un nogal solitario, que crecía en su patio, les ofrecía su única esperanza de supervivencia ya que les faltaban las fuerzas para subirse encima de su casa. «Los tres se agarraron a una rama baja del árbol», cuenta Viktoria. No obstante, como sus abuelos ya eran mayores, no pudieron aferrarse por mucho tiempo.

Fue Oleksiy, su abuelo, quien se soltó primero y desapareció en el agua. Su esposa Maria pronto lo siguió. «Bueno, eso es todo, Valechka, adiós», le dijo a su hija antes de precipitarse al agua. Su hija se agarró al árbol, mientras los vecinos solo podían mirar, impotentes, atrapados en los tejados de sus casas, rodeados por el agua y sin ayuda a la vista.

La madre de Viktoria fue rescatada al día siguiente. «El agua casi le llegaba a la boca. Cinco minutos más y podría haberse deslizado hacia abajo», reconoce su hija. Viktoria llamó desesperadamente a todos los que conocía allí para pedirles que ayudaran a su familia. Sin embargo, los servicios de emergencia dirigidos por Rusia respondieron con mucha lentitud e incluso impidieron que los voluntarios locales intentaran ayudar. «Los rusos y sus colaboradores ayudaron a los que estaban en las zonas donde el nivel del agua no era tan alto y no fueron donde vivía mi familia y donde se necesitaba ayuda desesperadamente», argumenta. Cree que fue deliberado. Los vecinos desprecian a los colaboracionistas y les decían que pagarían por su traición. Cuando ocurrió la catástrofe, estos últimos fueron entre los pocos que tenían los barcos listos para ayudar de inmediato. Optaron por castigar a los desleales, afirma Viktoria. Todavía no sabe dónde y si sus abuelos están enterrados en algún lugar.

«Se recogieron algunos cuerpos flotantes, pero pasaron muchos días antes de que bajara el nivel del agua y se permitiera a las familias regresar a sus hogares. Algunos cuerpos fueron enterrados en una fosa común en algún lugar, pero no sé si mis abuelos también están allí», asevera. Todavía puede haber cuerpos bajo los escombros de las casas destruidas: «Nadie sabe nada, es una pesadilla». Según ella, los rusos y las autoridades locales instaladas por ellos, se niegan a indicar el ahogamiento como la causa de la muerte, escribiendo infartos u otros motivos en su lugar. «Quieren tapar sus huellas y disminuir la escala del desastre», afirma.

Algunos vecinos, cuyas casas resistieron la presión de las inundaciones, han regresado a para tratar de limpiarlas y salvar lo que se pueda. Su madre ha sido evacuada a otra ciudad porque no tiene un hogar ni una familia a la que volver.

Viktoria explica que su casa estaba hecha de saman, un material a base de arcilla, como muchos en el pueblo. «Vi las fotos, me las envió una vecina. Ya no está, no queda nada». Le gustaría organizar la evacuación de su madre al territorio controlado por Ucrania, pero actualmente es imposible porque a su madre no le quedan documentos. «Todo se ahogó». «Mi madre actúa como una niña debido a su discapacidad. Sólo puedo imaginar su conmoción por ver a sus padres ahogarse», narra Victoria.

Por ahora, los rusos amenazan con que no se brindará ayuda a quienes no soliciten pasaportes rusos, dice. Habiendo perdido sus hogares, muchos temen que les pueda pasar algo horrible si no lo hacen. «La gente está aceptando la ciudadanía rusa porque ¿qué más pueden hacer?», lamenta.

Mientras tanto, las explosiones son cada vez más frecuentes a medida que las tropas rusas atacan cada vez más la costa del Dnipro. «Sienten que nuestros muchachos ya casi están ahí. Espero tanto que podamos alejar a los rusos pronto», explica. Para Viktoria es muy importante contar la historia de la familia que perdió. LA RAZÓN recibió su contacto del proyecto en línea Memorial, que busca preservar las historias de todos los ucranianos fallecidos en esta guerra, para recordar que hay una persona detrás de cada cifra en las secas estadísticas. «Eran como padres para mí. Mi abuelo era una persona muy amable y honesta. La abuela era una persona muy alegre y generosa. Se amaban, me amaban a mí y a mis hijos. Amaban la vida», subraya Viktoria.