Niza

EI reivindica la masacre de Niza

Los yihadistas confirman que Mohamed Bouhlel era un «soldado» que actuó bajo el mandato del grupo. Francia se enfrenta a la radicalización de un 30% de sus jóvenes en su propio territorio, en centros culturales y mezquitas. El Gobierno de Hollande admite la dificultad de evitar este tipo de ataques mientras se fractura la unidad de los partidos

Mohamed Lahouaiej Bouhlel, el autor de la masacre en Niza, en una foto difundida ayer por los medios de comunicación franceses
Mohamed Lahouaiej Bouhlel, el autor de la masacre en Niza, en una foto difundida ayer por los medios de comunicación franceseslarazon

El Daesh, el Estado Islámico, ha esperado a recibir la información de alguno de sus terminales en Francia, donde ha acreditado tener una sólida infraestructura, para que le confirmara que el autor de la masacre de Niza, un objetivo de los que califica «blandos» por su carácter indiscriminado, actuaba bajo el mandato de la banda yihadista. A los expertos antiterroristas no les ha sorprendido la reivindicación por la forma en que se cometió la matanza, que se ajusta a la falta de escrúpulos y brutalidad de la que hacen gala los islamistas.

El autor de la matanza, el tunecino Mohamed Lahouaiej Bouhlel, había obrado con premeditación, de acuerdo a un plan, ya que había alquilado dos días antes el camión frigorífico con el que arremetió contra la multitud. Todo hace pensar que tuvo que haber más individuos involucrados en la preparación del crimen. Uno de ellos habría sido el que comunicó a la dirección del Daesh que la matanza era obra de un «soldado» de la organización criminal.

A este respecto, Francia tiene un problema similar al de Bélgica. Se trata de dos países en los que se ha producido una fuerte inmigración de individuos de religión musulmana, que en primera o segunda generación se han radicalizado. Tras combatir, en muchos casos, en Siria e Irak en las filas del Estado Islámico, regresan a esos países de origen. Como primera misión, se dedican a montar infraestructuras, sobre todo de pisos, que sirvan de acogida a otros «soldados» que acudan a Europa a perpetrar atentados. Cuentan con la ventaja de que, al haber nacido en territorio belga o francés, dominan perfectamente el idioma, las costumbres, la forma de moverse; disponen de documentación legal y se integran en el seno de sus comunidades.

Procuran pasar inadvertidos, no llamar la atención ni por demasiado religiosos ni por haber abandonado las creencias. Se saben vigilados por los restantes miembros de la comunidad que, al menos en el caso de Francia, no dudan en descolgar el teléfono y poner en conocimiento de las autoridades cualquier sospecha. En una reciente amenaza a España, un cabecilla yihadista se jactaba precisamente de eso, de que los europeos podían tener entre nosotros a potenciales terroristas sin conocer siquiera que eran de origen musulmán.

Los expertos consultados por LA RAZÓN llaman la atención sobre un problema, junto con los ya citados, al que quizás no se le está prestando la suficiente atención: la radicalización de los jóvenes musulmanes, que en teoría tenían que viajar a Siria o Irak para convertirse en terroristas, se produce, al menos en un 30%, en la propia Europa, en determinadas mezquitas, centros culturales o pisos particulares. Musulmanes que no han viajado a una zona de «combate», entre ellos muchas mujeres, lo que es más visible por la vestimenta, adoptan signos y costumbres de una creciente radicalización. Es decir, que Europa permite que ocurra esto dentro de sus fronteras para terminar sufriendo las consecuencias.

Al final espera un comunicado como el que hizo público ayer el Daesh a través de la agencia Amaq, vinculada a los yihadistas. «Uno de los soldados del Estado Islámico ejecutó la operación en respuesta a los llamamientos de atacar a los ciudadanos de los países que integran la coalición internacional que combate contra el EI» en Irak y Siria, aseguró la agencia. El ataque se produce después de que el pasado 21 de mayo, el portavoz del Estado Islámico, Mohamed al Adnani, instara a sus seguidores a perpetrar más atentados en Occidente, especialmente en Europa y EE UU. «Atacar a los que llaman civiles es lo mejor y más útil, en la tierra de los cruzados no hay que preservar la sangre ni existen inocentes».

Además, el EI ha conseguido con este último ataque romper la unidad de los partidos frente al terrorismo. Hollande, acosado por las críticas, se vio obligado ayer a lanzar una nueva llamada a la «cohesión» y a «la unidad» nacional durante una reunión ministerial sobre el atentado. Fue su respuesta a los ataques virulentos de la extrema derecha y los conservadores, que no habían dejado pasar ni 24 horas para cuestionar la política de seguridad del ejecutivo. La líder del Frente Nacional, Marine Le Pen, pidió ayer la dimisión del ministro del Interior, y reprochó al Gobierno no movilizar los medios para mantener la seguridad, pero también al ayuntamiento el haber mantenido los festejos para miles de personas sin tener las garantías de seguridad necesarias.

El portavoz del Gobierno, Stéphane le Foll, indicó que el presidente pide «que en estos momentos, sean cuales sean las discusiones», debe estar por encima «la necesidad de la cohesión del país», y el titular de Interior, Bernard Cazeneuve, reconoció la dificultad para evitar este tipo de ataques, ya que la Policía Nacional «estaba presente y muy presente» en el Paseo de los Ingleses, y que el evento se preparó «en estrecha colaboración» con la ciudad, informa Asunción Serena.