Estados Unidos
El FBI abandonará su gris búnker en Washington para irse a los suburbios
El Buró Federal de Investigaciones (FBI), que ocupaba uno de los edificios gubernamentales más feos de Washington, exponente de un estilo conocido como "neobrutalismo", está más cerca de abandonar el codiciado centro de la capital estadounidense por los suburbios.
El edificio J. Edgar Hoover, bautizado en honor del primer y más longevo director del FBI moderno, es con sus 40 años de historia un monolito de hormigón color de arena que contrasta con las columnas corintias, escalinatas de mármol y frisos art déco de los edificios de los alrededores.
Esta semana, finalmente, la autoridad encargada de los gastos federales, la GSA, eligió tres posibles localizaciones para los nuevos cuarteles del FBI: una zona de aparcamientos en Greenbelt, un antiguo centro comercial abandonado situado en Landover, ambos en el condado de Prince George (Maryland), y un almacén del gobierno en el condado de Fairfax (Virginia).
La sede central del FBI, tantas veces retratada en películas y series, se trasladará en unos años a las afueras, donde podrá acoger a unos 11.000 empleados, por encima de los 5.800 que hoy trabajan en la sede de la Avenida Pensilvania, columna vertebral de la monumentalidad de Washington.
Además de ser criticado por feo, el edificio está en un estado de deterioro muy avanzado, con grietas y goteras, mientras que las medidas de seguridad para esta sede policial no dan margen para la creatividad y el urbanismo amigable.
La reaparición de 28.000 metros cuadrados edificables en el corazón del Distrito de Columbia y en la Avenida Pensilvania convierten la salida del FBI en uno de los mayores proyectos inmobiliarios de la década.
Durante los últimos dos años los promotores han estado interesándose por este lucrativo plan, que revitalizaría el corazón de una ciudad en constante crecimiento y que pasó básicamente ajena a la crisis inmobiliaria.
La posibilidad de levantar tiendas, apartamentos o nuevas oficinas en una de las mejores localizaciones de Washington, a espaldas del vibrante Penn Quarter, tiene a los constructores ansiosos.
La empresa que finalmente se haga con el concurso público deberá levantar los casi 200.000 metros cuadrados de los nuevos cuarteles generales a cambio del preciado solar, lo que servirá para que el Gobierno federal se ahorre costes.
El nuevo complejo central del FBI contará con modernas medidas de seguridad, podrá defenderse mejor de espías y temores de atentados y dejará detrás un edificio decrépito que fue diseñado para contener gigantescos archivos en la era del papel.
El nuevo campus de la mayor agencia policial y de investigación de Estados Unidos será una miniciudad donde se podrá desarrollar con más eficiencia la labor de un FBI que ha cambiado completamente desde los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Los nuevos objetivos del FBI, centrados en acabar con el terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, y los retos tecnológicos han sido las principales causas para este movimiento que dejará a Washington huérfano de uno de sus edificios más emblemáticos, pero también uno de los más odiados.
Hoover, que falleció en 1972, antes de ver la sede finalizada y bautizada con su nombre, dijo que el edificio parecía "algo llegado de Marte".
El arquitecto oriundo de Washington Arthur Cotton Moore fue mucho menos diplomático: "sus muros de hormigón, sin ventanas o vida en ellas son un pecado urbano".
Para los turistas la salida del FBI del Distrito de Columbia les privará de las visitas guiadas al interior de la primera agencia que popularizó en la cultura de masas el rol del policía y que expandió la importancia de la ciencia en la resolución de crímenes.
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