Muerte de Hugo Chávez
Embalsamado y en el panteón junto a Bolívar
Una marea ciudadana sale a las calles de Caracas para despedir a Chávez. Salvas militares, flores blancas y amarillas, cánticos y lágrimas acompañan al cortejo
«El cielo se puso rojo. Estaba haciendo calor, bajó la neblina y llovió. Luego se puso rojo. Dicen que fue justo cuando murió Chávez». Iraima Moscoso, como tantos millones de seguidores de Chávez, no tiene duda: el presidente de Venezuela es un mito.
«El cielo se puso rojo. Estaba haciendo calor, bajó la neblina y llovió. Luego se puso rojo. Dicen que fue justo cuando murió Chávez». Iraima Moscoso, como tantos millones de seguidores de Chávez, no tiene duda: el presidente de Venezuela es un mito. Esta frase que tanto sonó ayer durante la marcha fúnebre, resume el fervor que los chavistas sienten hacia el comandante.
La despedida de los restos del presidente de Venezuela comenzó alrededor de la ocho de la mañana (hora local), cuando las Fuerzas Armadas de todo el país realizaron 21 cañonazos de salva. Pasadas las diez, tras una breve ceremonia religiosa, partió la carroza fúnebre desde el Hospital Militar de Caracas con destino a la Academia Militar Fuerte Tiuna, donde reposará el cuerpo de Chávez por tres días hasta ser sepultado.
La madre, Elena Frías, y las hijas de Chávez, María Gabriela y Rosa Inés, formaron parte de la caravana, rompiendo a llorar cuando el ataúd salió del Hospital. También estuvieron presentes dirigentes como el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, y el vicepresidente Nicolás Maduro. Con una visible cicatriz atravesándole la nariz, sin duda marca de una vida dura, la marca de muchos chavistas, Moscoso era una más de los tantos a los que les asomaban lágrimas en la mirada al acompañar los restos por las calles de Caracas. Orgullosa de haber formado parte de aquella marea popular que propició la recuperación del poder de Chávez, la mujer también advierte de que, con tal de que continúe la revolución, está dispuesta «a todo». Y la mayoría de los venezolanos, como demostraron las cuatro elecciones presidenciales que ganó y las dramáticas demostraciones que siguieron al anuncio de su muerte, lo amaba. El resto, claro está, no. Flores blancas y amarillas, cánticos, gritos y lágrimas acompañaron ayer al cortejo que conviritió las calles de Caracas en una absoluta marea roja. «Qué iba a hacer, llorar. Estaba en la oficina cuando me enteré de que se fue el comandante, se nos fue el líder», le contó a LA RAZÓN Manuel Díaz, un aguerrido activista del barrio 23 de Enero de casi dos metros de altura, que también escoltaba el ataúd de madera. Eso sí, la cara se le iluminó cuando recordó el día en que le dio la mano a Chávez. «Es que cuando le das la mano te magnetiza. Me dejó emocionadísimo».
Díaz es muestra del vínculo emocional labrado por Chávez con sus bases. Incluso analistas vinculados a la oposición reconocen que va más allá de lo racional. «Amor con amor se paga», le gusta decir a los chavistas. A lo largo del día de ayer crecieron los rumores sobre cuál será el destino del cuerpo de Chávez. Cada vez más voces apuntaban al embalsamamiento, en la estela de otros muchos líderes que han trascendido en el tiempo y cuyos fieles han querido perpetuar con esta técnica. Desde luego, sería una forma en la que el chavismo garantizaría mantener el culto al líder pese a su muerte.
Otro de los interrogantes que se abre ahora es saber dónde se llevarán los restos mortales de Chávez a partir del viernes. «El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, merece, por su altura política y consagración a la patria, ser sepultado en el Panteón Nacional, en el centro de Caracas, donde se encuentra la tumba del Libertador Simón Bolívar y otros próceres», apuntó ayer el diputado Freddy Bernal. El político del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), creado y presidido por Chávez, admitió a LA RAZÓN que la aceptación de su petición constituiría una excepción a lo que permite la Constitución. La posibilidad de tal honor está reservada para «venezolanos y venezolanas ilustres que hayan prestado servicios eminentes a la República después de transcurridos 25 años de su fallecimiento», señala la Carta Magna, y ordena que tal decisión sea tomada por la unicameral Asamblea Nacional). Los diputados deben actuar en ese sentido «por recomendación» del presidente de la República, de las dos terceras partes de los gobernadores o de los rectores de las universidades, detalla el texto constitucional respectivo. El PSUV cuenta con la mayoría calificada requerida en todas esas instancias, por lo que el plazo de 25 años transcurridos desde el fallecimiento constituye el único obstáculo. Aunque hasta el momento ni la familia de Chávez ni el Gobierno, no se han manifestado públicamente a este respecto, la lógica del chavismo y el culto al líder fallecido apuntan a que querrán dar el máximo nivel al destino final de sus restos mortales, y nada mejor que junto al libertador de la patria, Simón Bolívar.
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