Represión en Venezuela
Entre la confrontación y el consenso
El conflicto venezolano exige de una negociación política que establezca los mecanismos para la salida de Maduro y de sus camaradas
El conflicto venezolano exige de una negociación política que establezca los mecanismos para la salida de Maduro y de sus camaradas.
«Lo que no se pudo con los votos, lo haríamos por las armas», aclamaba un envalentonado Nicolás Maduro semanas antes de la elección para la fraudulenta Asamblea Nacional Constituyente. El mensaje es claro y compromete las acciones de la oposición democrática en Venezuela, quien insiste en la vía electoral para resolver la enorme crisis que atraviesa el país.
Es claro y lógico que la oposición venezolana no posea armas ni se plantee un escenario de lucha armada. El conflicto venezolano exige de una negociación política que establezca los mecanismos para la salida de Maduro y de sus camaradas. En ningún caso se podría plantear un escenario de diálogo con el objetivo de permitirle al Gobierno ganar tiempo, vestir de democracia a la nueva Asamblea Nacional Constituyente y, mucho menos, que sirva de comparsa para que Maduro finalice su mandato.
En una conversación publicada que sostuvo la socialista y académica belga Chantal Mouffe con Íñigo Errejón, uno de los fundadores de Podemos, la teórica y admiradora de los modelos populistas de izquierda latinoamericanos rescata el concepto de lo político y se pregunta: «¿Qué es lo político? Hay dos concepciones fundamentales: una que se puede llamar visión asociativa, en la cual lo político es un espacio de libertad y de liberación pública donde se actúa en común, y la visión disociativa, en la que lo político es un espacio de poder, conflicto y antagonismo (...) Yo evidentemente me inscribo en la visión disociativa». Esta forma de concebir la política es inherente a la izquierda neomarxista y es producto del legado intelectual de personajes como el teórico marxista Antonio Gramsci.
Mouffe no necesariamente sostendría y avalaría la lucha armada en Venezuela, ciertamente esto no lo podemos afirmar. Sin embargo, lo que sí resulta natural del proceso y la revolución bolivariana es la construcción de escenarios donde los conflictos se resuelvan a través de mayores antagonismos y superlativas luchas, no a través de los consensos. Para la teoría neomarxista, y allí la revolución venezolana lo refleja muy bien, la confrontación permitiría de manera más eficaz los cambios necesarios que ellos aspiran a conquistar. Esto es, en el caso del presidente Maduro, una revolución cubanizada a través de una pseudodemocracia participativa y protagónica. Allí, lo electoral es simplemente un mecanismo para avalar el orden que ya se encuentra impuesto.
La teoría de Chantal Mouffe sobre la inherencia de la confrontación y antagonismo en política aplicada a su vez a las palabras de Maduro, representan en este caso la pretensión de someter a un pueblo entero y arrebatarle su libertad. Adicionalmente, es la muestra clara de un Gobierno que se encuentra débil en estos momentos y que no tiene más opción que apelar al miedo para sostenerse y frenar el acelerado debilitamiento a todos los niveles en el cual se encuentra sumergido.
El 85% de los venezolanos claman hoy en día por la salida de Nicolás Maduro del poder. De esta manera, la oposición, que sí tiene una visión asociativa de la política –en la cual lo político es un espacio de libertad y de liberación pública donde se actúa en común–, y que sí quiere el apoyo de los votos, y que sí busca realmente la paz en el país, tiene la legitimidad y el gran reto de conquistar el cambio bajo condiciones distintas a las que plantea el Gobierno venezolano. Es decir, lograr con los votos lo que ellos quieren lograr con las armas. ¿Cómo se puede lograr? Sin duda, insistiendo en el camino del voto para capitalizar la fuerza y el ímpetu de un pueblo decidido y abrumadoramente mayoritario que anhela el fin de esta menguada revolución.
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