Campaña electoral
Grenoble autoriza el «burkini» de las musulmanas en las piscinas
Francia debate el uso del bañador de cuerpo entero para las mujeres en plena campaña
Atrás quedaron los años en que las disputas por la vestimenta en la piscina giraba en torno a «mostrar demasiado». El «topless» y el tanga ya no molestan a nadie. Al contrario, en Francia la polémica gira ahora en el otro extremo: cubrir demasiado. Hablamos del burkini, un traje de baño que cubre a las mujeres de la cabeza a los pies, una especie de traje de buceo adoptado por las practicantes más fieles de la religión musulmana, que fue aprobado esta semana por el alcalde de Grenoble, Éric Piolle, en las piscinas públicas.
El debate fue acalorado: para la oposición local, la decisión de Piolle atenta contra la laicidad del Estado francés y echa por tierra largos años de lucha feminista contra la imposición de una vestimenta que cubre el cuerpo de la mujer y que coarta sus libertades. Esto, en el país donde el Día Internacional de La Mujer se celebra quitándose la camiseta y el sujetador en plena plaza de La República, en el centro de París.
La oposición también esgrime el argumento de las condiciones sanitarias. Al parecer, cuando hablamos de bañarse en una piscina municipal, es más limpio hacerlo enfundado en un bikini –que deja más piel desnuda al contacto con el agua– que en un burkini, un traje de neopreno que podría retener más bacterias y suciedades corporales. Un argumento que no deja de tener importantes lagunas científicas para su comprobación.
Piolle desestimó todas estas razones y se limitó a interpretar la falta de precisión de la ley, asegurando que «nada prohíbe el uso de ropa religiosa en los espacios públicos, ni siquiera en la piscina». El alcalde Piolle defiende el argumento de dar libertad a todos, sin distinción de religión, de nadar como les apetezca. Para sus defensores, el burkini es una pieza de vestimenta que ofrece «protección» a las mujeres. Protección contra las miradas malsanas, el deseo masculino y el malestar que pudiera causar la sobreexposición de las formas femeninas. Mostrar los senos, el «derrière» o el abdomen no es considerada una manera pudorosa de vestir y puede incomodar tanto a los hombres que miran como a las mismas mujeres musulmanas que deseen bañarse en el agua con tranquilidad. Para afianzar este argumento, está el Corán, que en su versículo número 24:31 dice lo siguiente: «Y di a las mujeres creyentes que bajen la mirada y guarden sus partes privadas. Y que no muestren sus atractivos a excepción de los que sean visibles por sí mismos; que dejen caer el velo sobre su pecho y no muestren sus atractivos excepto a sus maridos y hombres de la familia».
Pero no es sólo un tema religioso. Quienes aplauden la aprobación del burkini en Grenoble coinciden con el alcalde Piolle en defender la libertad de utilizar cualquier vestimenta en el agua sin que eso de pie a una estigmatización.
La Alianza de Ciudadanos Comprometidos contra las Injusticias - un grupo que reúne a las feministas más enérgicas de Francia- lo expresa así en una carta pública: «Entre las que tienen una enfermedad que les impide exponerse al sol, las que no quieren mostrar su cuerpo y las que, por el contrario, quisieran descubrirlo más, ya es hora de que las mujeres elijan».
Para sus detractores, en cambio, se trata de una manera más de justificar una sumisión de la mujer ante el hombre en nombre de la religión. Para los políticos, se trata también de una amenaza a la paz social y a la laicidad. La decisión de aprobar el burkini provocó la reacción del ministro del Interior, Gérald Darmanin, que no dudó en calificarla de «provocación comunitaria inaceptable».
Otras reacciones han ido haciendo del tema una bola de nieve: la senadora socialista Laurence Rossignol, de la misma tendencia del alcalde de Grenoble, le acusó de «contaminar la campaña» para las elecciones legislativas de estes mes de junio. Por lo pronto, el ministro Darmanin ha dado instrucciones al prefecto de la localidad de Grenoble para interponer un recurso contra el uso del burkini en las piscinas públicas. La pugna por bañarse con más o menos tela en una piscina francesa sigue calentando los debates.
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