París

Hollande reconoce que no vio la gravedad de la crisis

Francois Hollande
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Se cumplía su segundo aniversario en el Elíseo, pero François Hollande no tenía motivos para grandes celebraciones. El socialista atesora el título de presidente más impopular de la V República y los sondeos así lo acreditan: menos del 20% de sus compatriotas confían en él.

Se cumplía su segundo aniversario en el Elíseo pero François Hollande no tenía motivos para grandes alharacas ni celebraciones. El socialista atesora el título de presidente más impopular de la Quinta República y los sondeos así lo acreditan: menos del 20% de sus compatriotas confían con él. De hecho, un tercio de quienes le eligieron aseguran que, ahora, dos años después no lo harían.

En este tiempo, el contacto directo que tenía con sus electores se ha roto. Las masivas subidas de impuestos, los drásticos recortes, las ayudas fiscales a las empresas, su incorregible indecisión, nada de eso formaba parte de su programa. Por eso ayer Hollande se sometió al ejercicio de la explicación televisiva en un intento de recuperar la proximidad perdida. Justificó sus medidas pero reconoció la ausencia de resultados, entonando, a media voz, un particular mea culpa. "Claro que me arrepiento (...) podía haber ido más rápido, alertado mejor a los franceses sobre la gravedad de la situación o actuado con más agilidad en algunos debates que debían haberse cerrando antes"explicó.

Frente a quienes le acusan de "amateurismo", el presidente prefiere desgranar su lista de éxitos como las intervenciones en Mali y Centroáfrica o su postura sobre Siria, asegurando "haber asumido mis responsabilidades".

El gobernante galo negó haber "disimulado"lo grave de la crisis aunque admite que una vez entronizado presidente no hizo "suficiente"hincapié ni tampoco calibrado la degradación de la competitividad industrial francesa.

Pero el rol de un presidente, matizó Hollande, no es ese sino "la búsqueda de respuestas, la reacción, la réplica", comprometiéndose a dar un acelerón a algunas de las reformas ya anunciadas como el pacto de responsabilidad, destinado a reducir la fiscalidad de las empresas a cambio de fomentar el empleo, pero sobre todo el "bing bang"territorial.

El calendario inicial prevé reducir a la mitad las regiones en 2017 y eliminar los departamentos en 2021, pero para François Hollande sería "deseable"que aplazar a 2016 las elecciones regionales y cantonales previstas el próximo año y que se celebren ya con el nuevo mapa territorial. "Sería lo inteligente"afirmó el dirigente, partidario de una Francia con solo "once o doce regiones"y "sin pérdida de tiempo". "Debemos ir más rápido porque para los franceses es insoportable. Quieren resultados", remachó.

En la oposición, y tras la reciente debacle de las municipales para los socialistas, se hace otra lectura de ese retraso electoral. "Hollande tiene miedo de perder nuevamente las elecciones y prefiere posponerlas a 2016", aseveró Jean-François Copé, líder de la conservadora UMP, denunciando "un apaño electoral".

Mientras la popularidad del presidente francés se desploma sin visos de repunte, la de su Primer ministro, Manuel Valls se dispara por encima del 50%. "Mucho mejor"espetaba Hollande reconociendo haberle elegido "por su competencia"pero también por la buena acogida en la opinión pública. Tanto, que es consciente de Valls podría convertirse en su peor rival para 2017.

Pero Hollande, que aseguró no tener "nada que perder"prefiere eludir una futura candidatura. "Estoy en un combate y lo que me interesa no es mi reelección sino el futuro de Francia". Una reelección que, de nuevo, condicionó a cumplir su promesa de reducir el paro, empresa hasta ahora fracasada. "Es mi objetivo, mi obligación (..) mi obsesión", dijo sugiriendo que si no lo consigue no tendría sentido volver a presentarse. "¿Cómo podría decir, entonces, que tengo la solución para continuar adelante?"se interrogó retóricamente.

Cuestionado sobre el escándalo que en enero pasado desató su affaire con una actriz gala, el llamado "Gayetgate", el gobernante socialista se mostró mucho menos locuaz. "La vida privada es la vida privada. La relación con los franceses ha de ser simple: que me juzguen por lo que hago", sentenció Hollande asegurando que nunca ha caído "en la vulgaridad o la grosería".